Cuentos de Aventura

El Misterio del Arco Iris de Cristal

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era un hermoso día de verano, cuando cuatro amigos decidieron explorar el bosque que se extendía más allá del pequeño pueblo donde vivían. Pancho, Wendy, Josué y Lolo eran inseparables, siempre en busca de nuevas aventuras y misterios por resolver. Cada uno tenía su propia habilidad especial: Pancho era valiente y siempre tomaba la iniciativa, Wendy era curiosa y detallista, Josué era sabio y le encantaba leer sobre historias antiguas, y Lolo, aunque a veces un poco travieso, tenía un gran corazón y un inigualable sentido del humor.

El bosque al que se dirigían era conocido por sus altos árboles, ríos cristalinos y la abundante vida silvestre que lo habitaba. Pero más allá de su belleza natural, existían leyendas que hablaban de hadas, duendes y otros seres mágicos que se escondían entre sus frondosos rincones.

Armados con mochilas llenas de provisiones y una mezcla de emoción y nerviosismo, los cuatro amigos se adentraron en el bosque. El aire estaba lleno de los aromas de las flores y el canto de los pájaros resonaba en el entorno. Pancho lideraba el grupo, usando una brújula para asegurarse de que no se perdieran, mientras Wendy recogía flores y tomaba notas de las distintas especies que encontraban.

—Miren esto —dijo Wendy, sosteniendo una flor de pétalos brillantes—. Nunca había visto algo así. ¿No es increíble?

—Es hermosa —respondió Josué, ajustando sus gafas para observar mejor—. Parece una de esas flores que leí en un libro sobre plantas mágicas. Dicen que donde crecen estas flores, hay hadas cerca.

Lolo, siempre el más escéptico, se rió.

—¿Hadas? ¿De verdad crees en esas cosas, Josué?

—Pues, dicen que toda leyenda tiene algo de verdad —contestó Josué con una sonrisa enigmática.

Continuaron su camino hasta que llegaron a un claro rodeado de enormes árboles cuyas copas parecían tocar el cielo. En el centro del claro, un río cristalino fluía suavemente, sus aguas reflejando la luz del sol como un espejo.

—¡Es el lugar perfecto para acampar! —exclamó Pancho.

Los amigos decidieron instalar su campamento junto al río. Mientras montaban las tiendas de campaña y preparaban una fogata, no se dieron cuenta de los pequeños ojos curiosos que los observaban desde la espesura del bosque.

Esa noche, después de una cena sencilla pero deliciosa, se sentaron alrededor del fuego a contar historias. Josué, con su talento natural para narrar, comenzó a relatar una antigua leyenda del bosque.

—Se dice que hace mucho tiempo, este bosque estaba gobernado por un rey hada llamado Eldran. Él y su gente protegían el bosque y sus habitantes. Pero un día, un hechicero malvado intentó apoderarse de su reino, y desde entonces, las hadas y los duendes se esconden, esperando el día en que puedan volver a reinar en paz.

Lolo rodó los ojos, pero Pancho y Wendy escuchaban fascinados. De repente, un suave brillo apareció entre los árboles. Wendy fue la primera en notarlo.

—¡Miren eso! —susurró, señalando hacia el bosque.

Todos voltearon a mirar y vieron una pequeña figura alada que emitía una luz tenue. Sin pensarlo dos veces, Pancho se levantó y comenzó a caminar hacia la figura.

—¿Qué haces, Pancho? —preguntó Lolo, un poco asustado.

—Voy a ver qué es —respondió Pancho, decidido.

Los otros tres lo siguieron, manteniendo cierta distancia. La figura los guió a través del bosque hasta un lugar que parecía sacado de un cuento de hadas. Había flores de todos los colores, árboles altísimos con hojas doradas y animales que nunca antes habían visto.

—Bienvenidos —dijo una voz melodiosa.

Delante de ellos apareció una hada de tamaño humano, con alas resplandecientes y una sonrisa acogedora. Era Eldran, el rey hada de la leyenda de Josué.

—Sabemos quiénes son y los hemos estado observando —continuó Eldran—. Necesitamos su ayuda. El hechicero del que Josué habló ha regresado y planea destruir el bosque para siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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