Había una vez una clase llamada 5èA, compuesta por 25 niños llenos de energía y curiosidad. Sus profesores, siempre en busca de nuevas formas de enseñarles sobre el mundo, decidieron llevarlos en una excursión a la Montaña Vinicunca, también conocida como la Montaña de Siete Colores, un lugar mágico y lleno de misterios. La misión de los niños sería encontrar los siete minerales que, según la leyenda, daban los colores a la montaña.
El viaje comenzó temprano en la mañana. Los niños, equipados con mochilas, botas de montaña, y una inmensa cantidad de entusiasmo, subieron al autobús que los llevaría hasta el punto de partida de su aventura. El camino fue largo, pero la vista de la montaña multicolor en el horizonte les hizo olvidar el cansancio.
Al llegar, sus profesores les recordaron la misión: encontrar los siete minerales que se escondían en diferentes partes de la montaña. Estos minerales no solo daban los colores a la montaña, sino que, según la leyenda, cada uno tenía un poder especial.
—Recuerden, niños —dijo el Profesor Martín, señalando un mapa—. Aquí tenemos marcado dónde creemos que pueden estar los minerales. Necesitamos trabajar juntos y estar atentos a cualquier pista.
La primera parada fue al pie de la montaña, donde un arroyo cristalino serpenteaba entre las rocas. Allí, los niños encontraron el primer mineral, un cuarzo rosado que, según la leyenda, tenía el poder de la amistad.
—¡Miren! —exclamó Clara, una de las estudiantes más curiosas, levantando el cuarzo rosado—. ¡Es tan bonito!
—Dicen que este mineral fortalece los lazos de amistad —explicó el Profesor Martín—. ¡Es un buen comienzo!
Con el primer mineral en mano, el grupo continuó su ascenso. A medida que subían, el aire se volvía más fresco y la vista más impresionante. Colores vibrantes aparecían en las rocas a su alrededor, cada uno contando una parte de la historia de la montaña.
El segundo mineral lo encontraron cerca de una cascada. Era un trozo de jade verde, conocido por su capacidad para traer buena suerte.
—Esto nos ayudará en nuestra aventura —dijo Pedro, siempre optimista—. ¡Vamos a necesitar toda la suerte posible!
Siguieron subiendo y pronto llegaron a un bosque de pinos que rodeaba una parte de la montaña. Allí, entre las raíces de un árbol antiguo, encontraron el tercer mineral: una amatista púrpura, que según la leyenda, tenía el poder de la protección.
—Este lugar es mágico —comentó Sofía, admirando la amatista—. Siento que estamos en un cuento de hadas.
Con tres minerales en su haber, el grupo se adentró en una zona rocosa. El terreno se volvió más desafiante, pero los niños, motivados por su misión, continuaron con determinación. Fue en una cueva oculta donde hallaron el cuarto mineral: un trozo de ópalo azul, que se decía tenía el poder de la creatividad.
—Esto nos dará inspiración para encontrar los minerales restantes —dijo Juan, conocido por sus habilidades artísticas—. ¡Siento que podemos lograrlo!
El quinto mineral fue el más difícil de encontrar. Tuvieron que escalar una pendiente empinada y cruzar un puente de cuerda. Pero al final, su esfuerzo fue recompensado con la vista del sol reflejándose en un cristal de citrino dorado, símbolo de la energía y la vitalidad.
—Este mineral nos dará la energía que necesitamos para terminar nuestra misión —dijo Ana, exhausta pero feliz—. ¡Estamos muy cerca!
Con cinco minerales en sus mochilas, los niños avanzaron hacia la cima de la montaña. Allí, encontraron el sexto mineral, un fragmento de turquesa que, según la leyenda, tenía el poder de la sabiduría.
—Nos ayudará a tomar buenas decisiones —dijo Lucas, el más estudioso de la clase—. ¡Solo falta uno!
El último mineral, el más importante de todos, estaba en el punto más alto de la montaña. La subida fue difícil, pero los niños, motivados por su espíritu de equipo, llegaron juntos a la cima. Allí, entre las rocas, encontraron un cristal de esmeralda que brillaba con una luz especial.
—Este es el mineral del corazón —dijo el Profesor Martín con emoción—. Simboliza el amor y la unión, que es lo que nos ha traído hasta aquí.
Con los siete minerales en su poder, los niños celebraron su éxito. La leyenda decía que al reunir todos los minerales, se revelaría un secreto de la montaña. De repente, una luz brillante envolvió el lugar y una figura apareció ante ellos. Era el guardián de la montaña, un antiguo espíritu que había estado esperando a que alguien reuniera los minerales.
—Han demostrado valentía, amistad, suerte, protección, creatividad, energía y sabiduría —dijo el guardián—. Por ello, les concedo un deseo que beneficiará a todos.
Los niños, después de una breve discusión, decidieron que su deseo sería proteger la Montaña Vinicunca para que siempre siguiera siendo un lugar mágico y especial para todos.
El guardián sonrió y, con un gesto de su mano, la montaña brilló aún más intensamente, asegurando que su belleza y magia perduraran para siempre.
Los niños regresaron al pueblo como héroes, no solo por haber encontrado los minerales, sino por haber demostrado que trabajando juntos y con el corazón, podían lograr cualquier cosa.
Y así, la clase 5èA no solo aprendió sobre minerales y montañas, sino también sobre el valor de la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de cuidar nuestro mundo.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.