Cuentos de Aventura

El Misterio del Reloj Encantado

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

5
(1)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
5
(1)

Había una vez, en un pequeño y tranquilo pueblo llamado Princevillo, dos hermanos muy especiales: Jhoan y Maycol. Aunque eran muy diferentes, compartían una amistad inquebrantable. Jhoan, el mayor, era un niño valiente, lleno de curiosidad y siempre en busca de nuevas aventuras. Por otro lado, Maycol, el más pequeño, era un niño tranquilo y reflexivo, pero no por ello menos curioso. Juntos, pasaban horas jugando y explorando los rincones más escondidos de su casa y su pequeño pueblo.

Un día, mientras la lluvia golpeaba suavemente los cristales de las ventanas, los hermanos decidieron subir al ático de su casa. Era un lugar al que pocas veces habían ido, lleno de viejas cajas, muebles cubiertos con sábanas polvorientas y objetos olvidados. El ático estaba envuelto en una atmósfera misteriosa que lo hacía perfecto para una nueva aventura.

—¡Mira lo que encontré! —exclamó Jhoan emocionado, mientras sacaba una caja de madera antigua de debajo de un viejo escritorio.

Maycol, siempre curioso, se acercó para ver qué había dentro. Jhoan abrió con cuidado la caja y, entre el polvo, encontró un reloj de bolsillo muy peculiar. Su esfera estaba adornada con extraños símbolos que nunca habían visto antes y, lo más raro de todo, la aguja del reloj no marcaba la hora correctamente; parecía moverse de manera errática, sin seguir ningún patrón lógico.

—¡Qué raro! —dijo Maycol, frunciendo el ceño mientras observaba el reloj—. Nunca había visto un reloj así.

Jhoan, intrigado por el misterioso objeto, decidió guardarlo en su bolsillo, pensando que quizá podrían descubrir más sobre él más tarde. Bajaron del ático y, aunque siguieron con su día, Jhoan no podía dejar de pensar en el reloj. Algo en su apariencia y en la forma en que lo habían encontrado le hacía pensar que era más que un simple objeto antiguo.

Esa noche, mientras cenaban en familia, Jhoan decidió mostrarle el reloj a su hermano y a su papá. Lo sacó de su bolsillo y lo puso sobre la mesa.

—Mira esto, papá. Lo encontramos en el ático hoy —dijo, esperando que su papá lo tomara con la misma curiosidad que ellos.

Pero, para sorpresa de los dos hermanos, el rostro de su papá cambió drásticamente al ver el reloj. Sus ojos se agrandaron y una expresión de preocupación se apoderó de él.

—¿Dónde encontraron ese reloj? —preguntó su papá con voz seria.

—En el ático —respondió Jhoan, ahora un poco nervioso—. ¿Es algo importante?

Su papá se quedó en silencio por unos segundos, mirando el reloj como si trajera recuerdos que prefería olvidar. Finalmente, habló:

—Ese reloj pertenece a una leyenda antigua de nuestra familia. Se dice que quien lo posea puede viajar en el tiempo, pero hay un precio por usarlo. Mi abuelo lo guardó en ese ático para que nadie lo encontrara.

Jhoan y Maycol intercambiaron miradas, sorprendidos por lo que acababan de escuchar. ¿Viajar en el tiempo? ¡Eso sonaba increíble! Pero también un poco peligroso.

—¿Y qué pasa si lo usamos? —preguntó Jhoan, con la emoción de una nueva aventura brillando en sus ojos.

—No lo sé exactamente —respondió su papá—, pero mi abuelo siempre decía que, si usabas el reloj, tenías que tener mucho cuidado de no cambiar nada en el pasado o el futuro, porque las consecuencias podrían ser impredecibles.

A pesar de las advertencias de su papá, esa noche Jhoan no podía dejar de pensar en el reloj y en las posibilidades que ofrecía. ¿Y si pudieran ver el pasado? ¿O el futuro? Las oportunidades eran infinitas, y la curiosidad lo consumía. Maycol, aunque más cauteloso, también estaba intrigado.

A la mañana siguiente, los dos hermanos decidieron investigar más sobre el reloj. Se dirigieron al parque del pueblo, un lugar tranquilo donde solían ir a pensar y hablar sobre sus aventuras. Sentados bajo un gran árbol, Jhoan sacó el reloj de su bolsillo y lo sostuvo en sus manos.

—¿Qué crees que pasaría si lo activamos? —preguntó Maycol, mirando a su hermano con una mezcla de emoción y preocupación.

—Solo hay una forma de averiguarlo —dijo Jhoan, girando la pequeña corona del reloj.

De repente, un destello de luz rodeó a los dos hermanos. El mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse, y antes de que pudieran darse cuenta, ya no estaban en el parque. El paisaje había cambiado completamente: estaban en medio de un bosque denso y antiguo, con árboles gigantes que se alzaban hacia el cielo. Las hojas crujían bajo sus pies y el aire olía a tierra fresca.

—¿Dónde estamos? —preguntó Maycol, sorprendido.

—No lo sé, pero esto es increíble —respondió Jhoan con una sonrisa.

Mientras caminaban por el bosque, se dieron cuenta de que habían viajado a otro tiempo, pero no sabían si era el pasado o el futuro. Lo que sí sabían era que el reloj realmente funcionaba y que estaban en una nueva aventura.

Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde se encontraba una pequeña cabaña de madera. De la chimenea salía humo, lo que indicaba que alguien vivía allí. Cautelosos pero emocionados, los dos hermanos se acercaron a la cabaña. Justo cuando iban a tocar la puerta, esta se abrió sola, y una mujer anciana salió a recibirlos.

—¿Qué hacen dos niños como ustedes en un lugar tan remoto? —preguntó la anciana, mirándolos con ojos sabios.

Jhoan, siempre valiente, dio un paso adelante y explicó cómo habían encontrado el reloj y habían terminado en ese lugar. La anciana escuchó con atención y, cuando terminaron, asintió lentamente.

—Ese reloj tiene un gran poder, pero también una gran responsabilidad. No deben usarlo sin pensar en las consecuencias —les advirtió la mujer.

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario