Cuentos de Aventura

Hannah y la Puerta Secreta

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

5
(1)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
5
(1)

Era un viernes por la tarde cuando Hannah, una niña de ocho años con ojos llenos de curiosidad y cabello castaño que caía en suaves ondas sobre sus hombros, llegó corriendo a su casa después de la escuela. Sus padres, siempre sonrientes y amorosos, la esperaban en la sala. Esa tarde, Hannah sintió que algo especial estaba por suceder; podía verlo en la forma en que sus padres se miraban y en las sonrisas cómplices que compartían. «Tenemos una sorpresa para ti», le dijeron, y Hannah, con el corazón latiendo de emoción, siguió a sus padres hasta el sofá.

Allí, sobre un cojín suave y esponjoso, descansaba un pequeño conejo blanco. Sus orejas eran grandes y tiernas, y su pelaje tan suave como el algodón. «Se llama Snow», dijo su madre, y Hannah sintió como si su corazón se derritiera de alegría. Tomó al conejo entre sus brazos y lo abrazó con cuidado, sintiendo su cálido y suave cuerpo contra su pecho. Snow movió su pequeña nariz, olisqueando el aire, y Hannah supo en ese instante que había encontrado a su mejor amigo.

Esa noche, la familia se reunió para cenar. En la mesa, además de sus padres, estaba la tía Grace, una mujer alta y de cabello oscuro que siempre traía una chispa de alegría a la casa. Grace y Hannah tenían una relación especial; compartían secretos y risas, y cuando la tía Grace la cuidaba, Hannah sabía que todo estaría bien. Después de la cena, mientras sus padres se preparaban para salir, Hannah y Snow se acurrucaron en el sofá junto a la tía Grace, listos para una noche de diversión.

El fin de semana pasó volando entre juegos y risas. Snow se convirtió en una parte inseparable de la vida de Hannah. Donde quiera que iba, Snow la acompañaba, ya sea en la sala de juegos, en el jardín, o en la hora de dormir. Pero fue el lunes por la noche cuando algo realmente extraordinario ocurrió.

Hannah estaba en su habitación, jugando con Snow. La luz de la lámpara en su mesita de noche llenaba la habitación con un resplandor cálido y acogedor. Mientras corría alrededor de la cama, Snow de repente se detuvo en seco, mirando fijamente a una de las paredes. Hannah se acercó, curiosa por ver qué había captado la atención de su conejo. Para su sorpresa, notó una pequeña ranura en la pared que no había visto antes. Era una puerta, una puerta secreta.

Hannah se arrodilló, con Snow a su lado, y empujó la puerta. Esta se abrió lentamente, revelando un pasadizo oscuro y estrecho. Su corazón latía con fuerza, pero la emoción de la aventura la empujó a continuar. Tomando a Snow en sus brazos, cruzó el umbral.

Al otro lado de la puerta, el mundo era completamente diferente. Un camino de piedras iluminado por pequeñas luces flotantes se extendía frente a ella, rodeado de árboles altos y frondosos cuyas hojas brillaban con un resplandor plateado. El aire estaba lleno de un suave murmullo, como si los árboles susurraran secretos antiguos. Hannah sintió que había entrado en un mundo mágico.

A medida que avanzaba por el camino, Snow saltó de sus brazos y corrió hacia adelante, como si supiera exactamente a dónde iba. Hannah lo siguió, su asombro creciendo con cada paso. Pronto, llegaron a un claro donde criaturas maravillosas estaban reunidas. Había hadas con alas transparentes que brillaban como diamantes bajo la luz de la luna, duendes de rostros sonrientes que se escondían detrás de los arbustos, y enormes criaturas de ojos amables que parecían estar hechas de piedra y musgo.

«Bienvenida, Hannah», dijo una de las hadas, acercándose con un brillo en sus ojos. «Sabíamos que vendrías.»

Hannah parpadeó, sorprendida. «¿Sabían que vendría?»

«Sí», respondió la hada, «porque Snow te ha guiado hasta aquí. Este es el Reino de la Luz, un lugar donde la magia vive y donde solo aquellos con corazones puros pueden entrar.»

Hannah sintió que su corazón se hinchaba de alegría y curiosidad. «¿Qué debo hacer aquí?», preguntó.

«Has llegado en un momento crucial», continuó la hada. «Nuestra magia está en peligro. Una sombra oscura ha comenzado a extenderse por el reino, robando la luz y la felicidad. Necesitamos tu ayuda para detenerla.»

Hannah asintió, decidida. «¿Cómo puedo ayudar?»

La hada sonrió y extendió una mano hacia Snow. «Tu amigo tiene la clave. Juntos, deben encontrar el Cristal de la Luz, un artefacto que puede desterrar la oscuridad y restaurar el equilibrio en nuestro mundo.»

Hannah miró a Snow, que movía la nariz de manera resuelta, como si entendiera cada palabra. «¡Lo haremos!», exclamó Hannah. «¡Vamos a salvar la magia!»

Así comenzó la gran aventura de Hannah y Snow. Guiados por las hadas y con la ayuda de las criaturas del bosque, se adentraron en las profundidades del Reino de la Luz, enfrentando desafíos y peligros en su camino. Cruzaron ríos que cantaban canciones antiguas, escalaron montañas cuyas cumbres rozaban las estrellas, y atravesaron valles donde el tiempo parecía detenerse.

A medida que avanzaban, la sombra oscura se hacía más fuerte, tratando de detenerlos con cada paso. Pero Hannah y Snow, con su coraje y determinación, lograron superar cada obstáculo. Finalmente, llegaron a la Cueva de la Oscuridad, donde el Cristal de la Luz estaba escondido, protegido por la sombra.

La cueva estaba fría y oscura, y la sombra se movía como un manto de niebla negra, tratando de envolver a Hannah y Snow. Pero en el momento en que la sombra se acercó demasiado, Snow saltó hacia adelante, iluminando el lugar con una luz blanca que emanaba de su pelaje. La sombra chilló y retrocedió, y en ese instante, Hannah vio el Cristal de la Luz brillando en el fondo de la cueva.

Sin dudarlo, corrió hacia él y lo tomó entre sus manos. Una luz brillante envolvió todo el lugar, y la sombra comenzó a desvanecerse, gritando en la oscuridad. El poder del Cristal de la Luz era demasiado fuerte, y pronto, la sombra desapareció por completo.

Cuando todo terminó, el Reino de la Luz comenzó a cambiar. Las flores volvieron a florecer, las criaturas salieron de sus escondites, y el aire se llenó de risas y canciones. Las hadas volaron alrededor de Hannah y Snow, agradeciéndoles por su valentía.

«Lo hiciste, Hannah», dijo la hada que los había recibido. «Has salvado nuestro mundo.»

Hannah sonrió, sintiéndose más feliz de lo que jamás había estado. «¿Podré volver algún día?», preguntó.

«Siempre tendrás un lugar aquí», respondió la hada. «Solo tienes que seguir a Snow, y él te llevará de vuelta.»

Con esas palabras, la hada levantó su varita y, con un suave movimiento, abrió un portal que llevaba de regreso a la habitación de Hannah. Hannah miró a Snow, que la miraba con sus grandes ojos brillantes, y supo que no importaba a dónde fueran, siempre estarían juntos.

Al cruzar el portal, Hannah se encontró de nuevo en su habitación. La puerta secreta se cerró detrás de ella, y todo volvió a ser como antes. Pero ahora, sabía que había un mundo mágico más allá de esas paredes, un mundo al que siempre podría regresar cuando quisiera.

Esa noche, mientras se acurrucaba en su cama con Snow a su lado, Hannah cerró los ojos y sonrió. Había vivido una gran aventura, había hecho nuevos amigos mágicos, y había salvado un reino entero. Pero lo mejor de todo era saber que, sin importar qué, siempre tendría a Snow a su lado, su mejor amigo y compañero de aventuras.

Y así, con el corazón lleno de recuerdos y el alma lista para soñar, Hannah se quedó dormida, esperando el día en que volviera a cruzar la puerta secreta y descubrir nuevas maravillas en el Reino de la Luz. Porque en su mundo, la magia nunca se desvanecía, y las aventuras nunca terminaban.

Fin.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

1 comentario en «Hannah y la Puerta Secreta»

Deja un comentario