Cuentos de Aventura

Ian Gerard, el Guardián del Sueño

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Ian Gerard era un niño de 8 años que vivía en un barrio tranquilo de Bogotá. Su pasión era el fútbol, pero no quería ser un jugador de campo cualquiera. Desde que tenía memoria, Ian siempre había soñado con ser arquero, el guardián del arco, el defensor imbatible de su equipo. A menudo se quedaba viendo los partidos de la selección colombiana, imaginándose en los guantes y uniforme de arquero, deteniendo cada disparo que venía hacia su portería.

Todas las tardes, después de la escuela, Ian tomaba su balón y corría al parque cercano a su casa. Ahí, se ponía los guantes que su papá le había regalado y practicaba una y otra vez. Le pedía a sus amigos que le lanzaran tiros para atajarlos. A veces, se quedaba solo, lanzando el balón contra la pared para perfeccionar sus reflejos. No importaba cuántas veces cayera o se ensuciara, él seguía con una sonrisa en el rostro.

Un día, mientras jugaba en el parque, un hombre que había estado observando desde lejos se acercó. Era el entrenador de un equipo juvenil local, y había notado el entusiasmo y las habilidades de Ian.

—Hola, muchacho. Veo que tienes mucho talento —dijo el entrenador—. Estoy buscando un arquero para mi equipo. ¿Te gustaría unirte?

Ian no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Un equipo de fútbol! ¡Y necesitaban un arquero! Su corazón latía con fuerza mientras asentía rápidamente.

—¡Sí, me encantaría!

Así fue como Ian comenzó su aventura en el equipo juvenil. Al principio, las cosas no fueron fáciles. A pesar de su pasión, Ian tuvo que trabajar duro para mejorar sus reflejos y su capacidad para anticipar los movimientos de los delanteros. Cada entrenamiento era una nueva oportunidad para aprender, y aunque a veces cometía errores, nunca se daba por vencido. Sabía que para ser el mejor arquero tenía que practicar más que nadie.

Pasaron los meses, y el esfuerzo de Ian empezó a dar frutos. En cada partido, su equipo podía confiar en él. Paraba tiros difíciles, salía a cortar centros y daba indicaciones a sus compañeros desde el arco. Se estaba convirtiendo en un verdadero líder.

Un día, después de un partido en el que Ian había sido fundamental para la victoria de su equipo, el entrenador lo llamó aparte.

—Ian, quiero que sepas que has mejorado mucho —le dijo el entrenador, con una sonrisa—. De hecho, he recibido una invitación para que nuestro equipo participe en un torneo regional, y quiero que seas nuestro arquero titular.

Ian sintió que su corazón iba a explotar de emoción. ¡Un torneo regional! Era una oportunidad para demostrar lo que había aprendido y para seguir acercándose a su sueño de ser el arquero de la selección colombiana.

El día del torneo llegó. Ian se despertó temprano, lleno de nervios y emoción. Se puso su uniforme, los guantes que siempre llevaba consigo, y se dirigió al estadio donde se jugaría el primer partido. Al llegar, vio que había muchos equipos de diferentes ciudades, y cada uno parecía estar más preparado que el otro.

Cuando comenzó el partido, Ian sintió la presión, pero también la adrenalina. Sabía que debía estar concentrado. Durante el primer tiempo, detuvo varios tiros que parecían imposibles. Su equipo iba ganando gracias a su valentía bajo los tres palos.

En el segundo tiempo, las cosas se complicaron. El equipo contrario empezó a atacar con más fuerza, y la defensa de su equipo parecía cansada. Fue entonces cuando, a falta de pocos minutos para terminar, un delantero rival disparó un balón que iba directo al ángulo. Todo el estadio se quedó en silencio. Pero Ian, con reflejos rápidos como un rayo, saltó y desvió el balón con la punta de los dedos. La multitud estalló en gritos de alegría. Su equipo había ganado gracias a su increíble atajada.

Tras el torneo, algo inesperado sucedió. Un cazatalentos que estaba presente en el estadio se acercó a Ian y a su entrenador. Era un representante de las divisiones juveniles de la selección colombiana.

—He estado observando a Ian durante el torneo —dijo el cazatalentos—. Tiene un gran futuro. Me gustaría invitarlo a entrenar con las categorías juveniles de la selección colombiana.

Ian no podía creer lo que estaba oyendo. ¡La selección de Colombia! Su sueño estaba más cerca que nunca.

Al llegar a los entrenamientos con la selección juvenil, Ian se encontró rodeado de jugadores muy talentosos. Sin embargo, no se dejó intimidar. Recordó todas las horas que había pasado entrenando en el parque, cada caída, cada error, y cómo esos momentos lo habían hecho más fuerte.

Con el tiempo, Ian no solo se ganó el respeto de sus compañeros, sino que también fue seleccionado como el arquero titular del equipo juvenil. Participó en varios torneos internacionales, representando a su país con orgullo. A cada partido, sentía la responsabilidad y el honor de llevar el escudo de Colombia en su pecho.

Pero su historia no terminó ahí. Años más tarde, tras una destacada carrera en las categorías juveniles, Ian recibió la llamada que siempre había soñado. El entrenador de la selección mayor lo convocó para ser parte del equipo en un importante torneo internacional. Estaba a un paso de cumplir su sueño de jugar con la selección colombiana en el escenario más grande del mundo.

El día de su debut con la selección mayor fue inolvidable. El estadio estaba lleno de fanáticos ondeando la bandera tricolor. Mientras se colocaba los guantes y caminaba hacia la portería, Ian recordó todas las aventuras que lo habían llevado hasta allí: los días en el parque, los entrenamientos, los torneos juveniles, y, sobre todo, su pasión inquebrantable por el fútbol.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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