Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de color y alegría, una niña llamada Alfonsina. Alfonsina tenía el cabello largo y castaño, y siempre vestía un vestido brillante que reflejaba su espíritu alegre. Vivía con su familia y su inseparable amigo, un perrito pequeño y juguetón llamado Lolo. Cada día, Alfonsina y Lolo salían a pasear por el parque, disfrutando del aire fresco y de la naturaleza.
Una mañana soleada, Alfonsina y Lolo decidieron salir temprano para disfrutar del día. Caminaban por los senderos del parque, observando las flores y escuchando el canto de los pájaros. De repente, Alfonsina vio algo que la dejó maravillada. «¡Mira, Lolo! ¡Mariposas!» exclamó, señalando hacia los árboles. Sobre las ramas, volaban unas hermosas mariposas de colores, creando un espectáculo mágico.
Lolo, siempre curioso, corrió hacia las mariposas, saltando y tratando de atraparlas. Alfonsina reía, disfrutando del momento. Siguieron paseando y llegaron al borde de una laguna serena. El agua era clara y se podían ver los peces nadando tranquilos. Alfonsina se sentó en el césped, mirando el reflejo del cielo en el agua.
Mientras disfrutaban del paisaje, Lolo comenzó a ladrar suavemente. «¿Qué pasa, Lolo?» preguntó Alfonsina, siguiendo la dirección en la que miraba su perrito. Allí, cerca del agua, vieron a un pequeño patito que parecía muy triste. «Hola, patito. ¿Por qué estás tan triste?» preguntó Alfonsina, acercándose con cuidado.
El patito levantó la cabeza y, entre sollozos, respondió: «Me llamo Juan y he perdido a mi mamá. No sé dónde está y estoy muy asustado.» Alfonsina sintió una gran compasión por el patito y decidió ayudarlo. «No te preocupes, Juan. Te ayudaremos a encontrar a tu mamá. Vamos, Lolo, tenemos una misión.»
Alfonsina, Lolo y Juan empezaron a caminar por el parque, buscando a la mamá de Juan. Primero, fueron al área de juegos, donde había muchos niños y padres. Alfonsina preguntó a los demás si habían visto a una mamá pato, pero nadie la había visto. «No te preocupes, Juan. Seguiremos buscando,» dijo Alfonsina con una sonrisa tranquilizadora.
Continuaron su búsqueda y llegaron a un pequeño bosque dentro del parque. Los árboles eran altos y las hojas crujían bajo sus pies. «Tal vez tu mamá está por aquí,» sugirió Alfonsina. Mientras caminaban, escucharon un sonido suave, como el de una canción. Siguieron el sonido y encontraron a un grupo de patos, pero ninguno era la mamá de Juan.
Juan se sentía desanimado, pero Alfonsina no iba a rendirse. «Vamos a encontrarla, Juan. No te preocupes,» dijo, dándole un abrazo. Siguieron adelante y llegaron a un puente que cruzaba un arroyo. «Quizás tu mamá cruzó el puente,» dijo Alfonsina. Con cuidado, cruzaron el puente y llegaron a una zona del parque que no habían explorado antes.
Allí, encontraron un pequeño jardín lleno de flores. Alfonsina y Lolo comenzaron a buscar entre las flores, y de repente, Lolo empezó a ladrar excitado. «¿Qué pasa, Lolo?» preguntó Alfonsina. Lolo estaba mirando hacia un grupo de patos que nadaban en un estanque cercano. Entre ellos, había una pata que parecía estar buscando algo.
Juan corrió hacia el estanque y empezó a llamar: «¡Mamá! ¡Mamá!» La pata levantó la cabeza y al ver a Juan, nadó rápidamente hacia él. «¡Juan, mi pequeño! ¡Te he estado buscando por todas partes!» exclamó la mamá de Juan, abrazando a su hijo con sus alas.
Alfonsina y Lolo miraron la escena con alegría. «Gracias por ayudarme a encontrar a mi mamá,» dijo Juan, con lágrimas de felicidad en sus ojos. «De nada, Juan. Estamos felices de haberte ayudado,» respondió Alfonsina.
La mamá de Juan agradeció a Alfonsina y a Lolo por su bondad y valentía. «Si alguna vez necesitas ayuda, siempre puedes contar con nosotros,» dijo la mamá de Juan. Alfonsina sonrió y asintió. «Y si alguna vez quieres venir a jugar, estaremos aquí,» agregó.
Con el corazón lleno de alegría, Alfonsina y Lolo regresaron a casa, sabiendo que habían hecho una buena acción y que habían ganado un nuevo amigo. Desde ese día, cada vez que iban al parque, siempre buscaban a Juan y a su mamá para saludarlos y jugar juntos.
Y así, la aventura de Alfonsina, Lolo y Juan se convirtió en una hermosa historia de amistad y bondad, mostrando que con un poco de ayuda y mucho amor, se pueden superar cualquier obstáculo.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.