En un pequeño pueblo de Colombia llamado Florencia, en el departamento del Caquetá, vivían tres amigos inseparables: María José, Anna y Berto. Desde pequeños, habían explorado los bosques y ríos de la región, siempre fascinados por la belleza natural que los rodeaba. Sin embargo, en los últimos meses, algo había cambiado. Los ríos ya no eran tan claros, y las plantas que antes florecían alrededor de la quebrada La Perdiz parecían marchitarse. Los tres amigos, preocupados por lo que estaba ocurriendo, decidieron emprender una investigación para descubrir qué estaba pasando.
Todo comenzó un sábado por la mañana, cuando los tres niños se reunieron en la casa de María José. Era un día caluroso y soleado, perfecto para una nueva aventura.
—Algo está mal en la quebrada La Perdiz —dijo María José, mientras desplegaba un mapa de la región sobre la mesa—. He escuchado a mis padres hablar de la contaminación que está afectando el agua, y creo que deberíamos hacer algo al respecto.
—Tienes razón —añadió Anna—. Cuando fui la semana pasada con mi papá, vi basura flotando en el agua. No se veía como antes.
Berto, que siempre estaba listo para una aventura, se puso de pie con determinación.
—¡Entonces tenemos que investigar! Podemos ir a la quebrada y averiguar qué está pasando. Tal vez encontremos pistas.
Y así fue como los tres amigos se convirtieron en detectives ambientales. Con mochilas llenas de agua y algunas provisiones, se dirigieron a la quebrada La Perdiz, que quedaba a las afueras del pueblo, rodeada por densos árboles y pequeñas colinas. Durante el camino, hablaron sobre lo que podrían encontrar y cómo podrían ayudar a su querida Florencia.
Al llegar a la quebrada, la situación era peor de lo que esperaban. El agua, que solía ser clara y fresca, ahora estaba turbia y con mal olor. Había plásticos, botellas y otros desechos esparcidos a lo largo de las orillas. Las plantas que rodeaban el río estaban marchitas, y apenas se escuchaban los sonidos de las aves que antes llenaban el aire con sus cantos.
—Esto es terrible —dijo Anna, observando con tristeza el estado de la quebrada—. ¿Cómo pudo llegar a estar así?
—Debe haber algo que esté causando esta contaminación —respondió Berto—. Vamos a buscar pistas.
María José sacó una libreta de su mochila y comenzó a tomar notas.
—Vamos a anotar todo lo que veamos —dijo—. Y luego, podemos hablar con los adultos para ver qué soluciones podemos encontrar.
Los tres amigos caminaron a lo largo de la quebrada, tomando fotografías y anotando cada detalle. Encontraron bolsas de plástico, envases de comida y hasta una llanta vieja. El panorama era desolador, pero los niños no se desanimaron. Sabían que tenían que hacer algo, y cuanto más investigaban, más claro les quedaba que necesitaban la ayuda de todos en el pueblo.
Después de varias horas, decidieron sentarse bajo un árbol a descansar. Desde allí, podían ver el río y las montañas a lo lejos. A pesar de todo, el paisaje seguía siendo hermoso, y los tres amigos sabían que aún había esperanza.
—Tenemos que escribirle una carta al alcalde —propuso María José—. Él debe saber lo que está pasando aquí y hacer algo al respecto.
—Buena idea —dijo Anna, animada—. Podemos contarle todo lo que hemos encontrado y sugerirle soluciones.
—Podríamos organizar una campaña para limpiar la quebrada —añadió Berto—. Y tal vez hacer talleres para que la gente aprenda a cuidar mejor el medio ambiente.
Con esa idea en mente, los tres niños regresaron al pueblo. Al llegar a la casa de María José, se sentaron alrededor de la mesa y comenzaron a escribir la carta. María José, que era muy buena con las palabras, se encargó de redactarla, mientras Anna y Berto le ayudaban a incluir todos los detalles importantes.
La carta decía lo siguiente:
Estimado alcalde de Florencia,
Somos tres amigos que amamos nuestra ciudad y estamos muy preocupados por lo que está ocurriendo en la quebrada La Perdiz. Hoy fuimos a investigar y vimos que el agua está muy contaminada. Encontramos basura, plásticos y desechos por todas partes, y las plantas están marchitas.
Sabemos que usted también se preocupa por el medio ambiente, por eso le pedimos que nos ayude a salvar la quebrada. Tenemos algunas ideas, como organizar campañas de limpieza y hacer talleres para que las personas aprendan a cuidar mejor nuestro río.
Nosotros estamos dispuestos a ayudar en todo lo que sea necesario, porque queremos que Florencia siga siendo un lugar hermoso donde todos podamos disfrutar de la naturaleza.
Atentamente,
María José, Anna y Berto
Cuando terminaron de escribir la carta, los tres amigos se sintieron muy orgullosos de su trabajo. Sabían que habían dado un paso importante para proteger su hogar. Al día siguiente, llevaron la carta al ayuntamiento y la entregaron al alcalde en persona.
El alcalde, al leer la carta, quedó impresionado por la dedicación de los niños. Prometió que tomaría medidas para mejorar la situación en la quebrada La Perdiz y les agradeció por su compromiso con el medio ambiente. No solo eso, sino que también les pidió que lo ayudaran a organizar una gran jornada de limpieza en la quebrada.
La noticia se esparció rápidamente por todo el pueblo. Familias enteras, escuelas y organizaciones locales se unieron a la causa. El día de la gran limpieza, la quebrada La Perdiz estaba llena de personas con guantes y bolsas de basura, todos trabajando juntos para devolverle su belleza al río.
María José, Anna y Berto estaban felices de ver cómo su esfuerzo había inspirado a toda la comunidad. No solo habían ayudado a salvar la quebrada, sino que también habían aprendido que, cuando las personas se unen por una buena causa, pueden lograr grandes cosas.
Conclusión:
Los tres amigos demostraron que incluso los niños pueden marcar una gran diferencia cuando se trata de cuidar el medio ambiente. Gracias a su dedicación y trabajo en equipo, lograron salvar la quebrada La Perdiz y enseñar a su comunidad la importancia de proteger la naturaleza.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.