Cuentos de Aventura

La Aventura de Roberto en el Mundo de Dulces

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día común en la vida de Roberto, un hombre curioso que siempre estaba buscando aventuras. Un día, mientras exploraba un antiguo mercado de antigüedades, encontró unas gafas virtuales de edición dulce. «¡Qué curioso!», pensó mientras las levantaba. Sin pensarlo dos veces, decidió probarlas. Al ponérselas, sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. De repente, el mundo que lo rodeaba comenzó a transformarse ante sus ojos.

Roberto se encontró en un lugar mágico, lleno de colores brillantes y deliciosos aromas. Estaba en un mundo de dulces. Las nubes eran de algodón de azúcar, los árboles estaban hechos de caramelos y el suelo estaba cubierto de galletas. Sin embargo, mientras exploraba con asombro, notó que el ambiente se tornaba sombrío. Algunos de los árboles estaban marchitos, y la lluvia de chocolate se había convertido en un torrente gris.

«¿Qué está pasando aquí?», se preguntó Roberto, preocupado. Justo en ese momento, se acercó un perro encantador llamado Perro Dulce. Tenía el pelaje suave y esponjoso, y una gran sonrisa en su rostro. «¡Hola, humano! Soy Perro Dulce», dijo con una voz alegre. «Este mundo está en peligro. La magia de los dulces se está desvaneciendo y necesitamos tu ayuda».

Roberto, conmovido por la situación, preguntó: «¿Cómo puedo ayudar?». Perro Dulce le explicó que la Reina Dulce, que gobernaba el mundo de dulces, había sido capturada por un hechicero malvado, el Mago Dulce, y que solo ella podía restaurar la magia. «Debemos rescatarla antes de que sea demasiado tarde», dijo Perro Dulce con determinación.

Sin dudarlo, Roberto se unió a la causa. «¡Vamos a salvar a la Reina Dulce!», exclamó, sintiendo una chispa de valentía en su interior. Juntos, comenzaron su aventura hacia el castillo donde la reina estaba prisionera. A medida que avanzaban, cruzaron un puente de galletas y se adentraron en un bosque de caramelos. Allí, los árboles se movían suavemente como si estuvieran vivos, y el aire olía a golosinas.

En el camino, se encontraron con un grupo de criaturas traviesas llamadas los Gominolas. Eran pequeñas y coloridas, pero un poco desordenadas. «¿Qué quieren ustedes?», preguntaron al ver a Roberto y Perro Dulce. «Estamos buscando al Mago Dulce», respondió Perro Dulce. Los Gominolas comenzaron a reírse y a hacer travesuras. «¿Por qué no juegan con nosotros un rato?».

Roberto, aunque dudoso al principio, decidió unirse a su juego. Pasaron un rato divertido saltando y riendo, y al final, los Gominolas les dieron pistas sobre cómo encontrar el castillo. «Solo sigan el camino de caramelos y encontrarán el castillo. ¡Pero cuidado con el Mago Dulce!», advirtieron.

Agradecidos, Roberto y Perro Dulce siguieron el camino de caramelos. Después de un rato, llegaron a un gran castillo hecho de chocolate. Sin embargo, las puertas estaban cerradas y había guardias de malvados trolls de caramelo vigilando la entrada. «¿Cómo vamos a entrar?», se preguntó Roberto.

«Déjamelo a mí», dijo Perro Dulce con confianza. Se acercó a los trolls y comenzó a hacerles trucos y travesuras. «¡Miren lo que puedo hacer!», exclamó mientras hacía piruetas y saltos. Los trolls, intrigados y entretenidos, comenzaron a reírse y a distraerse, lo que permitió a Roberto escabullirse y buscar una forma de abrir la puerta.

Dentro del castillo, Roberto encontró una gran sala. Allí, vio a la Reina Dulce, atrapada en un enorme frasco de gelatina. «¡Reina Dulce!», gritó Roberto. Ella levantó la vista y sonrió. «¡Oh, gracias a los dulces dioses! ¿Quién me ha encontrado?».

«Soy Roberto, y vine a rescatarte», respondió con determinación. «Voy a sacar a la Reina Dulce de allí». Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, apareció el Mago Dulce, un anciano con una larga barba de caramelo y un bastón de chocolate. «¡Nadie saldrá de aquí!», exclamó con una voz grave.

Roberto se sintió aterrorizado, pero recordó que tenía las gafas de realidad virtual. Se las puso y, de repente, tuvo una idea brillante. «Mago Dulce, ¿y si hacemos una competencia de magia?», sugirió, intentando mantener la calma. «Si ganas, podrás quedarte con la Reina Dulce, pero si pierdes, la dejarás ir».

El Mago Dulce, intrigado por la idea, aceptó el desafío. «¡De acuerdo! Pero deberás demostrar tus habilidades primero». Roberto se concentró y, usando su imaginación, comenzó a realizar trucos con las gafas. Hizo aparecer caramelos y otros dulces en el aire, haciendo que brillaran y flotaran. «¡Impresionante!», exclamó el Mago Dulce, quien no pudo evitar sonreír.

Entonces, fue el turno del Mago Dulce. Con un movimiento de su bastón, creó una tormenta de dulces que llenó la sala. «¡Esto es solo un pequeño ejemplo de mi poder!», dijo mientras la sala se iluminaba. Roberto se dio cuenta de que debía superarlo. Con su ingenio, decidió hacer que los dulces que había traído volvieran a la vida, transformándose en criaturas adorables que comenzaron a bailar alrededor del Mago.

El Mago Dulce, distraído por el espectáculo, empezó a reírse. «¡Eso es increíble! Nunca había visto algo así». En ese momento, Roberto vio su oportunidad. «¡Ahora! Perro Dulce, ¡ayúdame!», gritó.

Perro Dulce, que había estado observando, corrió hacia la jaula y, con un salto ágil, activó un mecanismo que liberó a la Reina Dulce. Ella salió del frasco de gelatina y, con un toque mágico, hizo que la sala se llenara de luz y colores. «¡Libertad!», exclamó la Reina Dulce, quien ahora estaba llena de energía.

El Mago Dulce, sorprendido por lo que había ocurrido, se dio cuenta de que había perdido. «¡No puede ser!», gritó mientras intentaba recuperar el control. Pero la magia de la Reina Dulce era demasiado poderosa. Con un gesto de su mano, transformó al Mago en una nube de dulces, que se disolvió en el aire.

Con el Mago Dulce derrotado, la Reina Dulce abrazó a Roberto y a Perro Dulce. «¡Gracias, valientes amigos! Han salvado el mundo de dulces», dijo con gratitud. «Ahora, con su ayuda, restauraremos la magia que se había perdido».

Juntos, regresaron a la entrada del castillo y, con un toque de su varita mágica, la Reina Dulce hizo que el mundo de dulces volviera a florecer. Los árboles se llenaron de caramelos brillantes, los ríos de chocolate fluyeron con más fuerza, y el cielo se iluminó con un arcoíris de sabores.

Roberto sintió una gran alegría al ver todo lo que habían logrado. «No puedo creer que todo esto haya sucedido», dijo con una sonrisa. La Reina Dulce sonrió y le regaló a Roberto un caramelo mágico como símbolo de amistad.

«Siempre podrás volver a este mundo cuando desees, solo debes ponerte estas gafas nuevamente», dijo la reina. Roberto se despidió de sus nuevos amigos, sabiendo que siempre llevaría consigo la magia de la aventura.

Al regresar a casa, Roberto comprendió que, a veces, las aventuras más inesperadas pueden enseñarnos sobre la valentía, la amistad y la magia que existe en el mundo. Y así, guardó las gafas virtuales en un lugar especial, esperando el día en que podría volver a visitar el maravilloso mundo de dulces.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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