Hola, soy Matías. Soy un niño muy alegre y me encanta jugar. Un día, decidí que quería tener una gran aventura con mis amigos. Así que fui a ver a Uzziel. “¡Hola, Uzziel!” le grité con entusiasmo. Uzziel es un niño muy curioso y siempre tiene muchas preguntas. “Hola, Matías,” respondió Uzziel, con sus ojos grandes y brillantes. “¿Qué vamos a hacer hoy?”
“Vamos a tener una aventura,” dije, saltando de felicidad. “¿Te gustaría venir?” Uzziel sonrió. “¡Claro que sí! Pero necesitamos más amigos. Vamos a buscar a Benjamín.” Así que nos dirigimos a casa de Benjamín. Cuando llegamos, encontramos a Benjamín jugando con un balón. “¡Hola, Benjamín!” le llamé. “¡Ven a jugar con nosotros! Vamos a tener una aventura.”
Benjamín, con su cabello despeinado y su gran sonrisa, se unió a nosotros. “¡Aventura! ¡Sí! ¿A dónde iremos?” preguntó emocionado. “No lo sé aún, pero lo descubriremos juntos,” respondió Uzziel. “¡Vamos!” grité y comenzamos a correr.
Mientras corríamos, nos encontramos con José Tomás. “¡Hola, José Tomás!” dijimos todos al mismo tiempo. “¿Te gustaría unirte a nuestra aventura?” José Tomás, que siempre estaba listo para jugar, dijo: “¡Por supuesto! ¡Estoy listo para cualquier cosa!”
Así que ahora éramos cuatro. Pero todavía faltaba un amigo. “¿Dónde está Martín Zapata?” preguntó Benjamín. “Vamos a buscarlo,” propuse. Todos estuvimos de acuerdo, y continuamos nuestra búsqueda.
Cuando llegamos a la casa de Martín, escuchamos risas. “¡Hola! ¡Soy Martín Zapata!” dijo él cuando nos vio. “Estaba practicando un nuevo truco de magia.” “¡Genial! ¿Te gustaría unirte a nuestra aventura?” le pregunté. Martín sonrió y dijo: “¡Sí! ¡La magia siempre es buena en una aventura!”
Así que ahora éramos cinco amigos listos para una gran aventura. “¿A dónde iremos?” preguntó Uzziel. “Podemos ir al bosque,” sugerí. “He escuchado que hay un lugar mágico allí.” Todos estaban de acuerdo y decidimos que iríamos al bosque. Empezamos a caminar, riendo y contando historias mientras nos dirigíamos hacia nuestro destino.
El bosque era hermoso. Había árboles altos que parecían tocar el cielo y flores de todos los colores. “¡Mira, Matías! ¡Hay una mariposa!” exclamó Benjamín, señalando una mariposa azul que revoloteaba cerca. “¡Es hermosa!” respondí, maravillado.
Mientras explorábamos, encontramos un pequeño sendero que se adentraba en el bosque. “¿Deberíamos seguirlo?” preguntó José Tomás. “¡Sí! Tal vez nos lleve a algo increíble,” dijo Uzziel. Así que, con mucho cuidado, comenzamos a seguir el sendero.
Caminamos y caminamos, y de repente escuchamos un sonido extraño. “¿Qué fue eso?” preguntó Martín, asustado. “No lo sé, pero parece divertido,” dije, tratando de ser valiente. Todos acordamos que debíamos investigar. Así que seguimos el sonido.
Llegamos a un claro donde había un lago brillante. “¡Miren! ¡Es un lago mágico!” grité. “¡Vamos a ver qué hay!” Todos corrimos hacia el agua. Cuando llegamos al lago, vimos algo sorprendente. Había peces que saltaban y hacían trucos. “¡Mira, Matías!” dijo Uzziel. “¡Pueden saltar como nosotros!”
“¡Esto es increíble!” dijo Benjamín mientras reía. Todos empezamos a aplaudir y animar a los peces. “¡Más alto! ¡Más alto!” gritamos. Los peces parecían disfrutar del espectáculo. “Esto es lo mejor que hemos hecho,” dijo José Tomás, saltando de alegría.
Después de un rato, decidimos que era hora de hacer algo más. “¿Qué tal si hacemos una competencia de saltos?” propuse. Todos estuvieron de acuerdo. Así que comenzamos a saltar en el lago, tratando de igualar a los peces. “¡Uno, dos, tres!” gritó Martín, y todos saltamos al mismo tiempo.
Saltamos tan alto como pudimos. “¡Mira! ¡Puedo saltar tan alto como los peces!” grité. “¡Yo también!” dijo Uzziel, y todos seguimos saltando y riendo. De repente, escuchamos un fuerte sonido. “¡Oh no! ¿Qué fue eso?” preguntó Martín, un poco asustado.
“Tal vez fue solo un trueno,” dije tratando de tranquilizarlos. Pero al mirar hacia el cielo, vimos que había nubes oscuras. “¡Tenemos que salir de aquí!” dijo José Tomás, preocupado. “Sí, pero ¿por dónde?” preguntó Benjamín, mirando alrededor.
“Podemos seguir el sendero de vuelta,” sugirió Uzziel. Así que, rápidamente, comenzamos a caminar de regreso por el sendero, pero las nubes se volvían cada vez más oscuras. “¡Rápido!” gritó Martín. “No quiero mojarme.”
Mientras corríamos, la lluvia comenzó a caer. “¡Corre! ¡Corre!” gritamos todos. Intentamos llegar a un lugar seco, pero la lluvia se hacía más intensa. De repente, vimos una cueva cerca. “¡Miren! ¡Podemos refugiarnos allí!” dijo José Tomás. Así que corrimos hacia la cueva.
Cuando llegamos, estábamos empapados, pero a salvo. “¡Phew! Eso fue cerca,” dijo Benjamín, respirando aliviado. Dentro de la cueva, estaba seco y cálido. “¿Qué haremos ahora?” preguntó Uzziel. “Podemos contar historias hasta que la lluvia pase,” sugirió Martín.
Todos estuvimos de acuerdo, y así comenzamos a contar historias. Martín contó una historia sobre un dragón que vivía en una montaña. Uzziel habló de un barco pirata que navegaba por mares misteriosos. “¡Y yo tengo una historia de un héroe que salva el día!” dijo Benjamín emocionado.
Mientras contábamos nuestras historias, la lluvia continuaba afuera. “¿Cuánto tiempo crees que tardará en parar?” preguntó José Tomás. “No lo sé, pero mientras estemos juntos, podemos divertirnos,” respondí. Todos sonrieron, sabiendo que lo más importante era que estábamos juntos en nuestra aventura.
Finalmente, después de un tiempo, la lluvia comenzó a disminuir. “¡Escuchen! ¡Parece que está parando!” dijo Uzziel, escuchando el sonido de la lluvia que se volvía más suave. Salimos de la cueva y vimos que el sol comenzaba a brillar de nuevo. “¡El arcoíris!” gritó Martín, señalando hacia el cielo. Había un hermoso arcoíris que iluminaba todo el paisaje. “¡Es mágico!” exclamó Benjamín.
“¡Vamos a tomar una foto!” sugerí. Todos nos alineamos y sonreímos mientras alguien tomaba una foto de nuestra gran aventura. “Este es un recuerdo que nunca olvidaremos,” dijo José Tomás, sonriendo. Después de tomar la foto, decidimos que era hora de continuar nuestra aventura.
Caminamos un poco más y encontramos un hermoso campo lleno de flores de colores. “¡Mira cuántas flores!” dijo Martín, emocionado. “Vamos a jugar entre las flores.” Todos comenzamos a correr entre las flores, riendo y disfrutando del momento. “¡Esto es lo mejor!” gritó Uzziel, mientras giraba entre las flores.
Pasamos un tiempo divertido jugando y corriendo en el campo. Después de un rato, nos sentamos en la hierba para descansar. “Ha sido un día increíble,” dije. “Hemos tenido una gran aventura.” “Sí, y hemos aprendido que siempre es mejor compartir estos momentos con amigos,” respondió José Tomás.
Todos estuvimos de acuerdo, y así comenzamos a hablar sobre lo que habíamos aprendido durante nuestra aventura. “Aprendí que la lluvia puede ser divertida si estamos juntos,” dijo Benjamín. “Yo aprendí que siempre hay que estar preparados para lo inesperado,” comentó Uzziel. “Y yo aprendí que contar historias puede hacer que el tiempo pase volando,” agregó Martín.
“Y yo aprendí que las aventuras son más emocionantes cuando hay amigos a nuestro lado,” dije, sonriendo. Todos asintieron, y en ese momento, supimos que siempre recordaríamos esta gran aventura.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, decidimos que era hora de regresar a casa. “¿Nos volveremos a encontrar mañana?” preguntó Uzziel. “¡Por supuesto! Mañana será otro día de aventuras,” respondí. Todos nos despedimos, prometiendo que nos veríamos al día siguiente.
Caminamos hacia casa con grandes sonrisas en nuestros rostros, llenos de felicidad y recuerdos. Habíamos vivido una gran aventura, y sabíamos que siempre estaríamos juntos, listos para la próxima.
Cuando llegué a casa, conté a mis padres sobre la aventura que tuvimos. “Fue increíble, papá y mamá. Jugamos, corrimos, nos refugiamos de la lluvia y vimos un arcoíris.” Mis padres sonrieron, felices de escuchar sobre mi día. “Es bueno tener amigos y vivir aventuras juntos,” dijo mi mamá. “Sí, y aprender cosas nuevas,” agregué.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, pensé en la gran aventura que había tenido con mis amigos. Sonreí, sabiendo que al día siguiente tendríamos más momentos divertidos juntos. Y así, cerré los ojos, soñando con nuevas aventuras y la alegría de la amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.