En un pequeño y alegre barrio, vivía un niño llamado Roldan. Tenía dos hermanos, una hermanita que se llamaba Lila y un hermanito que se llamaba Leo. Roldan era muy feliz con su familia. Le encantaba salir a jugar con ellos y siempre se aseguraba de cuidar de Lila y Leo, porque él se sentía como un protector.
Un día, después de una rica comida familiar, Roldan miró por la ventana y vio que el sol brillaba en el cielo. ¡Era un día perfecto para una aventura! Se acercó a sus padres y les dijo:
—¡Mamá, papá! ¡Hoy quiero salir a jugar con Lila y Leo! ¿Podemos ir al parque?
Sus padres sonrieron y asintieron.
—Claro, Roldan. ¡Sería genial! —dijo mamá, mientras papá se preparaba para salir con ellos.
Roldan corrió a buscar a sus hermanos. Lila estaba jugando con sus muñecas en la sala, y Leo estaba tratando de encajar bloques de colores. Roldan les dijo con emoción:
—¡Vamos al parque! ¡Hoy será un gran día!
Los ojos de Lila se iluminaron de alegría y Leo soltó sus bloques, corriendo hacia Roldan. En un instante, los tres estaban listos y emocionados por salir.
Cuando llegaron al parque, Roldan se sintió como un verdadero aventurero. Había tantas cosas que hacer: columpios que balancearse, un tobogán brillante y un campo verde donde podían correr. Pero lo más importante para Roldan era asegurarse de que sus hermanos estuvieran siempre a su lado.
Primero, se dirigieron a los columpios. Roldan empujó a Lila suavemente mientras ella reía con alegría.
—¡Más alto, Roldan, más alto! —gritó Lila, mientras el viento jugaba con su cabello.
—¡Voy a hacer que toques las nubes! —respondió Roldan, esforzándose por empujar más fuerte.
Leo, que era un poco más pequeño, intentó subirse a un columpio, pero no podía alcanzar. Roldan se dio cuenta y rápidamente fue a ayudarlo.
—No te preocupes, Leo. ¡Yo te ayudo! —dijo mientras levantaba a su hermanito y lo sentaba en el columpio.
Leo sonrió y empezó a balancearse. Roldan se sintió muy feliz al ver a sus hermanos disfrutar.
Después de un rato en los columpios, decidieron jugar en el tobogán. Roldan subió primero, asegurándose de que Lila y Leo lo siguieran. Desde la cima del tobogán, miró hacia abajo y dijo:
—¡Voy primero! ¡Sujétense bien!
Con un grito de alegría, Roldan se deslizó por el tobogán, aterrizando suavemente en la arena. Lila y Leo se turnaron y pronto los tres estaban riendo y jugando juntos.
—¡Esto es increíble! —dijo Leo mientras bajaba del tobogán.
—Sí, ¡vamos a hacer una carrera! —propuso Lila, mirando a Roldan y Leo.
Los tres se alinearon en la cima del tobogán. Al contar hasta tres, todos se lanzaron hacia abajo al mismo tiempo, riendo y disfrutando cada momento.
Al finalizar su tiempo en el parque, Roldan recordó que también había otros niños. Había un grupo de chicos que jugaban fútbol un poco más allá. Roldan se acercó a ellos y les preguntó:
—¿Puedo jugar con ustedes?
Los chicos asintieron y le dieron la bienvenida. Roldan se sintió emocionado. Mientras jugaba, se aseguraba de que Lila y Leo estuvieran cerca. Cada vez que uno de los chicos pateaba la pelota, Roldan se aseguraba de que sus hermanos no estuvieran demasiado lejos, protegiéndolos siempre.
Después de un rato de jugar, se sintió cansado pero feliz. Regresó a sus hermanos, quienes estaban jugando con un grupo de niñas que hacían pulseras de colores.
—¡Mira lo que hicimos! —dijo Lila, mostrando una pulsera con cuentas brillantes.
—¡Qué bonita! —exclamó Roldan—. ¿Puedo hacer una también?
Las niñas sonrieron y le ofrecieron cuentas para que pudiera hacer su propia pulsera. Roldan se sentó entre sus hermanos y comenzó a crear su pulsera. Mientras trabajaban juntos, Roldan se sintió muy afortunado de tener a Lila y Leo a su lado, compartiendo risas y creando cosas nuevas.
La tarde pasó volando. Roldan miró el cielo y vio que el sol comenzaba a ponerse. Sabía que era hora de regresar a casa.
—Chicos, es hora de volver a casa —dijo, mientras se levantaba y ayudaba a Lila a recoger sus cosas.
—¿Ya tenemos que irnos? —preguntó Lila, un poco triste.
—Sí, pero podemos venir otra vez mañana. ¡Hoy fue un gran día! —respondió Roldan, animándola.
Leo miró su pulsera y sonrió:
—¡Me gusta jugar contigo, Roldan!
Roldan se sintió orgulloso. No solo había protegido a sus hermanos, sino que también había compartido momentos especiales con ellos. Cuando llegaron a casa, sus padres los recibieron con abrazos y sonrisas.
—¿Se divirtieron? —preguntó papá.
—¡Sí! —gritaron los tres al unísono.
Esa noche, antes de dormir, Roldan se sentó en la cama y pensó en su día. Sabía que la familia era lo más importante. Miró a sus hermanos, que ya estaban dormidos, y sonrió. Los cuidaría siempre, porque eso era lo que hacían los buenos hermanos.
Al día siguiente, Roldan se despertó con el sol brillando por la ventana. Sabía que tendría otra aventura con Lila y Leo. Después de un rico desayuno, se prepararon para salir nuevamente al parque. Roldan se sintió emocionado por la idea de jugar, pero también sabía que lo más importante era cuidar de sus hermanos y asegurarse de que se divirtieran juntos.
Así, Roldan, Lila y Leo vivieron muchas aventuras más, explorando el parque, haciendo nuevos amigos y creando recuerdos inolvidables. Roldan siempre se aseguraba de que sus hermanitos estuvieran seguros y felices en cada paso que daban. Un día, mientras jugaban en el parque, vieron un enorme árbol con ramas que parecían alcanzar el cielo.
—¡Mira eso! —gritó Lila, saltando de emoción—. ¡Debemos escalarlo!
—Sí, ¡vamos! —respondió Leo, que siempre estaba dispuesto a seguir a su hermana mayor.
Roldan, al ver su entusiasmo, sonrió pero también se sintió un poco nervioso. El árbol era muy alto y, aunque sabía que Lila y Leo eran valientes, quería asegurarse de que tuvieran cuidado.
—Espera un momento, chicos —dijo Roldan, acercándose a ellos—. Antes de escalar, tenemos que planear cómo lo haremos. Debemos ir con cuidado.
Lila y Leo asintieron, escuchando a su hermano mayor. Juntos, observaron el árbol y encontraron una rama baja que sería fácil de alcanzar. Roldan explicó:
—Primero, yo subiré y veré si es seguro. Luego, ustedes pueden seguirme.
Con determinación, Roldan empezó a escalar, sintiendo la corteza rugosa del árbol bajo sus manos. Cada vez que subía un poco más, podía ver mejor el parque desde arriba. Las flores parecían pequeñas manchas de color y los niños jugando eran como hormiguitas. Finalmente, llegó a una rama fuerte y se sentó, asegurándose de que no se moviera.
—¡Está bien! —gritó Roldan—. La rama es muy fuerte. ¡Vengan!
Lila y Leo no se hicieron de rogar. Con mucho cuidado, empezaron a escalar. Roldan los animaba desde arriba, dándoles confianza. Cuando llegaron a donde estaba Roldan, todos se sintieron emocionados.
—¡Estamos en el cielo! —exclamó Lila, mirando alrededor con los ojos llenos de asombro.
—Sí, y ¡mira! —dijo Roldan, señalando hacia el parque—. ¡Podemos ver todo desde aquí!
Justo en ese momento, vieron a un grupo de niños que jugaban con una pelota cerca del estanque. Lila tuvo una idea brillante.
—¡Podemos jugar con ellos! —gritó emocionada—. Pero primero, ¿podemos lanzar algo desde aquí?
Roldan, siempre el protector, dijo:
—Está bien, pero debemos asegurarnos de que no le caiga a nadie.
Así que buscaron una pequeña hoja y Roldan la lanzó suavemente hacia el suelo, donde cayó cerca del grupo de niños. Los niños miraron hacia arriba y, al ver a Roldan y sus hermanos en el árbol, comenzaron a aplaudir y reír.
—¡Mira! ¡Están en el árbol! —gritó uno de los niños.
Roldan, sintiéndose como un verdadero aventurero, sonrió y saludó. Después de unos minutos de diversión y risas, decidieron bajar del árbol y unirse a los demás.
Al llegar al suelo, los niños los recibieron con sonrisas y les preguntaron cómo habían logrado escalar tan alto.
—¡Eran unos verdaderos escaladores! —dijo uno de ellos, emocionado.
Roldan explicó cómo habían encontrado la rama y cómo habían trabajado en equipo para llegar a la cima. Pronto, todos estaban jugando juntos, lanzando la pelota, corriendo y riendo.
El tiempo pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Roldan sintió que era hora de regresar a casa, así que reunió a Lila y Leo.
—Chicos, es hora de volver a casa. Mamá y Papá estarán preocupados —les recordó Roldan.
Lila y Leo, aunque tristes por tener que irse, sabían que había sido un día increíble. Se despidieron de sus nuevos amigos y comenzaron a caminar hacia casa, sintiéndose felices y emocionados por las aventuras del día.
Cuando llegaron, sus padres estaban esperándolos en la puerta, sonriendo al verlos.
—¿Dónde han estado? —preguntó Mamá con curiosidad.
—¡Hemos estado en una gran aventura! —dijo Roldan—. Escalamos un árbol enorme y jugamos con nuevos amigos.
—¡Eso suena maravilloso! —dijo Papá, abrazando a sus hijos—. Siempre es bueno hacer nuevos amigos y disfrutar de la naturaleza.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Roldan se sintió orgulloso de lo que había hecho. Se dio cuenta de que ser un buen hermano no solo significaba cuidar de Lila y Leo, sino también compartir aventuras y crear recuerdos juntos. Se metió en su cama, sintiendo el calor y el amor de su familia.
Así, Roldan aprendió que cada día estaba lleno de nuevas oportunidades para vivir aventuras, siempre recordando que, juntos, su familia era invencible. Se durmió con una sonrisa, soñando con las próximas aventuras que vivirían.
Y así, la vida de Roldan, Lila y Leo continuó, llena de risas, juegos y amor, siempre explorando el mundo que los rodeaba y cuidando unos de otros. Cada día era una nueva oportunidad para descubrir, aprender y, sobre todo, disfrutar de la hermosa aventura de ser una familia.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Mapa de las Melodías
La Islita de las Vocales: Un Viaje Mágico con la Vocal I
El Misterio del Bosque de los Susurros
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.