En el corazón de un frondoso bosque, se alzaba el majestuoso Colegio de Magia y Hechicería Howard. Sus torres se elevaban hacia el cielo, y las nubes parecían danzar a su alrededor. Este era un lugar donde los jóvenes magos y brujas aprendían a dominar el arte de la magia, a conjurar hechizos y a descubrir secretos antiguos. En este colegio, se encontraban cinco personajes que se embarcarían en una gran aventura: Harry, Ron, Hermione, Snap y Ojoloco.
Harry era un joven mago de cabello negro alborotado y ojos brillantes. Siempre estaba acompañado de su fiel amigo Ron, un chico de cabello rojo y pecas, que siempre tenía una sonrisa y un sentido del humor contagioso. Hermione, la brillante amiga de Harry y Ron, era conocida por su inteligencia y su dedicación a los estudios. Siempre llevaba libros en su mochila y tenía un talento especial para resolver acertijos.
En el colegio, Snap era un profesor de la casa Slytherin, conocido por su actitud fría y sus habilidades en pociones. Tenía un aire misterioso que intimidaba a muchos estudiantes. Por otro lado, Ojoloco era un profesor de la casa Gryffindor, famoso por su personalidad excéntrica y su amor por las travesuras. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y un hechizo divertido bajo la manga.
Un día, mientras los estudiantes se preparaban para un nuevo año escolar, el colegio anunció un emocionante concurso: “La Búsqueda del Tesoro Mágico”. El premio era una varita mágica de gran poder que había pertenecido a uno de los antiguos fundadores del colegio. Harry, Ron y Hermione decidieron que debían participar. “¡Esto será genial!”, exclamó Ron, imaginando todas las aventuras que les esperaban.
La primera etapa del concurso era encontrar el mapa antiguo que indicaba la ubicación del tesoro. Se decía que el mapa estaba escondido en la biblioteca del colegio, custodiado por un espíritu travieso. Sin dudarlo, los tres amigos se dirigieron a la biblioteca, donde las estanterías estaban repletas de libros antiguos y polvorientos. Al llegar, se encontraron con Ojoloco, quien los miró con curiosidad.
“¿Qué hacen aquí, jóvenes magos?”, preguntó Ojoloco con una sonrisa juguetona. “Estamos buscando el mapa del tesoro”, respondió Harry. Ojoloco se rió. “Ah, el mapa. Está escondido, pero les ayudaré. Solo tienen que responder a una adivinanza. Si la aciertan, recibirán su mapa”.
Los amigos asintieron con entusiasmo. Ojoloco comenzó: “Soy ligero como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?” Hermione frunció el ceño mientras pensaba. “¡El aliento!”, exclamó al final. Ojoloco sonrió ampliamente y, con un gesto de su varita, hizo aparecer un antiguo pergamino. “Aquí tienen, el mapa del tesoro”.
Con el mapa en mano, Harry, Ron y Hermione se aventuraron hacia el bosque, siguiendo las indicaciones. El mapa los llevó a un claro donde se encontraba un lago brillante. En el centro del lago había una pequeña isla con un árbol antiguo que parecía estar lleno de vida. “El tesoro debe estar allí”, dijo Harry, señalando la isla.
Sin embargo, para llegar a la isla, tendrían que cruzar el lago. De repente, Snap apareció, caminando con su habitual aire de misterio. “¿Qué hacen aquí, estudiantes? No deberían estar en el bosque sin supervisión”, dijo con voz grave. “Estamos buscando el tesoro, profesor”, respondió Ron, sintiendo que la aventura se desvanecía. Snap frunció el ceño, pero luego, con un gesto de su varita, hizo aparecer un pequeño bote. “Úsenlo para cruzar, pero tengan cuidado. El lago puede ser engañoso”.
Los amigos subieron al bote y comenzaron a remar hacia la isla. Mientras cruzaban, Harry notó que el agua brillaba intensamente, y de repente, una serie de criaturas acuáticas comenzaron a rodearlos. Eran pequeñas hadas de agua que danzaban alrededor, creando un espectáculo mágico. “¡Miren!”, gritó Hermione emocionada. “¡Son hadas!”.
Pero, de repente, las hadas comenzaron a reír y a salpicar agua en el bote, creando un caos. Ron intentó mantener el equilibrio, pero el bote se inclinó y casi se vuelca. “¡Ayuda!”, gritó Ron mientras se aferraba al borde. “¡Sostenme, Harry!” Harry logró agarrarlo justo a tiempo. “¡Rápido, hagamos un hechizo!”, sugirió Hermione, y juntos comenzaron a conjurar un hechizo para calmar a las hadas.
Con un rápido movimiento de varitas, lograron hacer que las hadas se tranquilizaran, y finalmente llegaron a la isla. Al desembarcar, los amigos comenzaron a buscar el tesoro. El árbol antiguo en el centro del claro parecía tener algo especial. “Podría estar escondido en las raíces”, sugirió Hermione. Así que comenzaron a cavar alrededor del árbol.
Después de unos minutos de búsqueda, Harry sintió que algo duro tocaba su mano. “¡Lo encontré!”, gritó emocionado. Era un cofre antiguo cubierto de símbolos mágicos. Con mucho cuidado, lo abrieron, y dentro encontraron una varita mágica resplandeciente. “¡Lo logramos!”, exclamó Ron. Pero de repente, el cielo se oscureció y una tormenta se desató.
Snap y Ojoloco, que habían estado observando desde lejos, se acercaron rápidamente. “¿Qué han hecho?”, preguntó Snap con un tono de preocupación. “Solo encontramos el tesoro”, respondió Harry, sintiendo que la aventura se tornaba peligrosa. Ojoloco sonrió. “No se preocupen. Deben aprender a controlar la magia que han desatado”.
El viento aullaba y las nubes se arremolinaban. “Tienen que devolver la varita al cofre y pronunciar las palabras mágicas para deshacer el hechizo”, dijo Ojoloco. “Pero cuidado, porque la tormenta está tratando de impedirlo”. Los amigos, sintiéndose valientes, se unieron y comenzaron a recitar un antiguo hechizo que habían aprendido en clase.
Mientras lo hacían, la tormenta aumentaba, y las ráfagas de viento intentaban separarlos. Harry, Ron y Hermione se sostuvieron de las manos, recordando su amistad y el poder que tenían juntos. Con el último esfuerzo, pronunciaron las palabras mágicas en unísono, y de repente, un rayo de luz iluminó el cielo.
El cielo se despejó, y la tormenta desapareció tan rápido como había llegado. El cofre se iluminó y, con un suave chasquido, la varita volvió a su interior. Snap y Ojoloco los miraron, impresionados por su valentía y trabajo en equipo. “Han demostrado ser verdaderos magos”, dijo Snap, con una sonrisa que raramente mostraba. Ojoloco aplaudió. “¡Bien hecho, jóvenes! Ustedes son los ganadores del concurso”.
Los amigos, aliviados y emocionados, regresaron al colegio, donde fueron recibidos como héroes. Habían enfrentado la tormenta, trabajado juntos y aprendido una lección valiosa sobre el poder de la amistad y la colaboración. Esa noche, mientras celebraban en el gran comedor, Harry, Ron y Hermione supieron que su aventura en Howard era solo el comienzo de muchas más por venir.
A medida que la fiesta continuaba, Ojoloco se acercó a ellos. “¿Están listos para la próxima aventura?”, preguntó con una chispa en sus ojos. Los tres amigos intercambiaron miradas emocionadas. “¡Siempre!”, respondieron al unísono.
La gran aventura en Howard había terminado por ahora, pero sabían que su amistad y la magia del colegio los llevarían a lugares aún más increíbles en el futuro. Y así, con risas y sueños compartidos, se adentraron en la noche mágica, listos para descubrir todo lo que el mundo de la magia tenía para ofrecerles.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.