Había una vez un niño llamado Benjamín. Él era un niño pequeño con una gran imaginación. Le encantaba mirar las estrellas desde su ventana y soñar con viajes espaciales. Un día, mientras jugaba en su habitación, encontró un casco espacial y un traje azul brillante. Se los puso y, de repente, algo mágico sucedió: ¡su habitación se convirtió en una nave espacial!
Benjamín miró a su alrededor y vio botones y pantallas de colores. «¡Estoy en una nave espacial de verdad!», exclamó emocionado. Decidió que era el momento perfecto para una aventura espacial. Se sentó en el asiento del capitán y, con una gran sonrisa, presionó un botón que decía «Despegue».
La nave comenzó a temblar y a hacer ruidos. Benjamín miró por la ventana y vio cómo se elevaba hacia el cielo, dejando la Tierra atrás. Pronto, estaba flotando en el espacio, rodeado de estrellas brillantes y planetas de todos los colores. «¡Esto es increíble!», pensó Benjamín.
Mientras exploraba el espacio, vio un planeta rojo y decidió visitarlo. «¡Vamos allá!», dijo, girando el timón de la nave. Al acercarse, vio que el planeta estaba lleno de cráteres y montañas. Aterrizó suavemente y salió de la nave. Al poner los pies en el suelo, sintió la superficie rocosa bajo sus botas espaciales.
Benjamín caminó por el planeta rojo y, de repente, escuchó un sonido. «¡Bip, bip!», decía algo. Miró a su alrededor y vio un pequeño robot. El robot se acercó a Benjamín y dijo: «Hola, soy Robo. ¿Quién eres tú?»
«Hola, Robo. Soy Benjamín. Estoy explorando el espacio», respondió Benjamín.
Robo sonrió (o al menos, Benjamín pensó que era una sonrisa) y dijo: «¡Qué emocionante! ¿Quieres que te muestre mi planeta?»
«¡Sí, por favor!», exclamó Benjamín.
Robo llevó a Benjamín a un lugar lleno de rocas brillantes y plantas que parecían hechas de cristal. «Estas son las gemas de energía», explicó Robo. «Nos ayudan a mantener todo funcionando en nuestro planeta».
Benjamín estaba asombrado. «¡Son tan bonitas!», dijo, tocando una de las rocas brillantes. De repente, la roca comenzó a brillar aún más fuerte.
«¡Oh, no! Has activado la roca de energía suprema», dijo Robo preocupado. «Tenemos que llevarla de vuelta a su lugar antes de que se sobrecargue».
Benjamín y Robo tomaron la roca y corrieron hacia una montaña cercana. En la cima, había un lugar especial para la roca de energía suprema. Con cuidado, la colocaron en su lugar y la roca se calmó, volviendo a su brillo normal.
«¡Lo logramos!», dijo Benjamín, respirando aliviado.
«Gracias, Benjamín», dijo Robo. «Eres un gran explorador espacial».
Benjamín sonrió y dijo: «Me alegra haber podido ayudar». Después de despedirse de Robo, Benjamín volvió a su nave y se preparó para su próximo destino.
Mientras flotaba en el espacio, vio un planeta azul y decidió visitarlo. Al aterrizar, notó que el planeta estaba cubierto de agua. «¡Un planeta acuático!», exclamó Benjamín. Se puso su traje espacial especial para el agua y salió de la nave.
Nadó en el agua clara y vio peces de colores nadando a su alrededor. De repente, vio una gran sombra debajo de él. Miró hacia abajo y vio un delfín gigante. El delfín se acercó y dijo: «Hola, soy Delfi. Bienvenido a nuestro planeta».
«Hola, Delfi. Soy Benjamín. Estoy explorando el espacio», respondió Benjamín.
Delfi sonrió y dijo: «¡Qué emocionante! ¿Quieres que te muestre nuestro mundo acuático?»
«¡Sí, por favor!», exclamó Benjamín.
Delfi llevó a Benjamín a través de arrecifes de coral y cuevas submarinas llenas de maravillas. Benjamín vio plantas marinas que brillaban y peces que parecían estar hechos de luz. Delfi le mostró una cueva especial donde se guardaban las perlas mágicas del planeta.
«Estas perlas son muy importantes para nosotros», explicó Delfi. «Nos dan luz y energía».
Benjamín estaba maravillado. «¡Son hermosas!», dijo, mirando las perlas brillantes.
Después de un rato, Benjamín supo que era hora de continuar su aventura. «Gracias por mostrarme tu mundo, Delfi. Fue increíble», dijo.
«Gracias a ti, Benjamín. ¡Buena suerte en tu aventura espacial!», dijo Delfi, moviendo su aleta.
Benjamín regresó a su nave y miró las estrellas. Sabía que había muchos más planetas por explorar y aventuras por vivir. Cada estrella parecía un nuevo lugar lleno de posibilidades.
Finalmente, Benjamín decidió regresar a la Tierra. Presionó el botón de «Regreso» y la nave comenzó su viaje de vuelta. Mientras descendía a su hogar, Benjamín pensó en todas las cosas increíbles que había visto y los amigos que había hecho.
Al llegar a su habitación, la nave desapareció y Benjamín se encontró de nuevo en su cama, con su casco espacial y su traje azul. Sabía que su aventura había sido real y que siempre recordaría los maravillosos lugares que había visitado.
«Qué día tan increíble», dijo Benjamín, mientras se acomodaba para dormir. «No puedo esperar para mi próxima aventura».
Y así, Benjamín cerró los ojos y soñó con estrellas, planetas y nuevas aventuras espaciales. Porque en su corazón, sabía que siempre habría más por descubrir en el vasto y maravilloso universo.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Max y la Nave Perdida
Las Aventuras de Juan en Colombia
La Gran Aventura de Aranza, Ariadna y Juan
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.