Había una vez una niña llamada María. María era una niña muy pequeña con rizos oscuros y ojos brillantes. Le encantaba jugar en su jardín lleno de flores y juguetes. Pero lo que más le gustaba en el mundo era su perro Rocky. Rocky era un perro pequeño y esponjoso que siempre estaba lleno de energía y ladraba mucho. Cada día con Rocky era una nueva aventura.
Una mañana soleada, María y Rocky estaban en el jardín. María estaba construyendo una torre de bloques y Rocky corría de un lado a otro, ladrando felizmente. «Guau, guau, guau», ladraba Rocky. María se reía porque Rocky siempre parecía estar contando chistes con sus ladridos.
De repente, María decidió jugar a otro juego. «Rocky, ¿quieres jugar a buscar el juguete?», le preguntó. Rocky movió la cola con entusiasmo. «Guau, guau», respondió Rocky, como diciendo «¡Sí, sí!»
María tomó un pequeño muñeco de peluche y lo escondió detrás de un arbusto. «¡Ahora búscalo, Rocky!», dijo. Rocky corrió hacia el arbusto, olfateó y encontró el muñeco en un instante. «Guau, guau, guau», ladró Rocky, muy orgulloso de sí mismo.
«¡Eres muy bueno encontrando cosas, Rocky!», exclamó María. Entonces, María pensó en esconder el muñeco en otro lugar. Esta vez, lo puso detrás de una maceta. «Vamos, Rocky, encuéntralo otra vez», dijo María. Rocky, con su nariz curiosa, encontró el muñeco rápidamente y ladró con alegría. «Guau, guau, guau».
María y Rocky se divirtieron mucho jugando a esconder el muñeco. María escondía el juguete y Rocky lo encontraba una y otra vez. «Eres el mejor perro del mundo, Rocky», dijo María, dándole un gran abrazo.
Después de un rato, María tuvo una idea divertida. «Rocky, vamos a hacer una carrera», sugirió. Colocó una línea imaginaria en el suelo y se preparó para correr. «A la cuenta de tres. Uno, dos, tres, ¡corre, Rocky!», gritó María. Rocky salió corriendo con sus patitas rápidas, ladrando todo el camino. «Guau, guau, guau». María corría detrás de él, riendo sin parar.
Cuando llegaron al final del jardín, ambos estaban muy cansados, pero muy felices. María se sentó en la hierba y Rocky se tumbó a su lado, jadeando pero todavía moviendo la cola. «Eres muy rápido, Rocky», dijo María mientras le acariciaba la cabeza. Rocky la miró con sus grandes ojos marrones y ladró suavemente. «Guau».
María decidió que era hora de contar una historia. «Rocky, ven aquí. Vamos a leer un cuento». María se sentó con un libro de cuentos y Rocky se acomodó a su lado, escuchando atentamente. Aunque no entendía todas las palabras, le encantaba escuchar la voz de María. Mientras María leía, Rocky a veces ladraba en los momentos emocionantes, como si también estuviera siguiendo la historia. «Guau, guau», decía Rocky, como si estuviera comentando la trama.
Después de leer, María y Rocky decidieron que era hora de hacer un pícnic. María fue a la cocina y preparó algunos bocadillos, mientras Rocky esperaba pacientemente en el jardín. María volvió con una canasta llena de comida y una manta para sentarse. «Vamos, Rocky, vamos a disfrutar del sol», dijo María.
María y Rocky se sentaron en la manta y disfrutaron de su pícnic. María comía sus bocadillos y le daba a Rocky algunas golosinas especiales para perros. «Guau, guau», ladraba Rocky, agradecido por el delicioso banquete. Después del pícnic, María se acostó en la manta y miró las nubes. «Mira, Rocky, esa nube parece un osito», dijo señalando al cielo. Rocky ladró en acuerdo. «Guau».
El sol empezó a bajar, y María supo que era hora de volver a casa. «Vamos, Rocky, es hora de cenar», dijo María. Juntos, recogieron sus cosas y volvieron a la casa. María le dio a Rocky su cena favorita y él comió con mucho gusto. «Guau, guau», ladró Rocky, feliz de tener una amiga como María.
Después de cenar, María y Rocky se acurrucaron en el sofá. María le dio un beso en la cabeza a Rocky y dijo: «Eres el mejor perro del mundo. Gracias por ser mi amigo». Rocky movió la cola y le lamió la mejilla a María. «Guau», dijo suavemente, antes de quedarse dormido.
Y así, cada día era una nueva aventura para María y Rocky. Juntos, hacían todo más divertido y emocionante. María sabía que siempre podía contar con Rocky para hacerla reír y sentirse feliz. Y Rocky, con su amor incondicional, siempre estaba listo para cualquier cosa, desde un juego de buscar el juguete hasta una carrera en el jardín.
Así, María y Rocky vivieron muchas más aventuras, llenas de risas, ladridos y amor. Y cada noche, antes de dormir, María sabía que su mejor amigo estaba allí, cuidándola y haciéndola feliz.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.