En un maravilloso bosque lleno de flores brillantes y árboles altos, vivía una pequeña serpiente llamada Croquetilla. Croquetilla no era una serpiente común, pues a diferencia de las demás serpientes que se deslizaban sigilosamente entre las ramas, ella era muy curiosa y le encantaba la aventura. Su escamosa piel tenía un color verde brillante que resplandecía bajo el sol, y siempre llevaba una pequeña bufanda roja atada alrededor de su cuello, un regalo de su mejor amigo, Neil.
Neil era un simpático niño que amaba explorar el bosque. Tenía una risa contagiosa y un espíritu aventurero que hacía que Croquetilla se sintiera muy afortunada de tenerlo como amigo. Siempre iban juntos a descubrir nuevos rincones del bosque, cada día era una nueva aventura. A su lado estaba Oriol, un alegre pájaro azul que volaba alrededor de ellos, cantando canciones sobre las maravillas que encontraban en su camino. Oriol era muy hablador y siempre hacía que las aventuras fuesen aún más divertidas con su música.
Un día, mientras jugaban con una pelota hecha de hojas y ramas, Croquetilla tuvo una gran idea. «¡Vamos a buscar el Jardín de los Dulces!» exclamó emocionada. «He escuchado que se encuentra al otro lado del río y que está lleno de cosas deliciosas para probar». Neil y Oriol se miraron, llenos de entusiasmo. ¡Esa sería la mejor aventura hasta ahora!
Así que, después de prepararse con un poco de comida y un mapa que Neil había dibujado, comenzaron su travesía hacia el Jardín de los Dulces. Caminaban por un sendero cubierto de flores coloridas y mariposas que rondaban en el aire, danzando alegremente. Croquetilla, aunque era pequeña, se movía rápidamente por el suelo, mientras que Oriol volaba alto sobre ellos, alertando a sus amigos sobre cualquier cosa emocionante que pudieran ver desde arriba.
«¡Miren allá!» gritó Oriol. «Hay un gran árbol que parece un pirulí». Y efectivamente, había un árbol con ramas llenas de frutos en forma de caramelos. El árbol estaba tan cubierto de colores que parecía un verdadero dulce gigante. Croquetilla no pudo resistir la tentación y se deslizó rápidamente hacia el árbol. Neil la siguió riéndose, mientras Oriol los observaba desde lo alto, cantando una melodía alegre.
Cuando llegaron al árbol, Croquetilla empezó a explorar las ramas. «¡Son caramelos de fresa, nada más ni nada menos!», gritó emocionada, mientras retiraba un caramelo que brillaba bajo el sol. Neil se rió y dijo: «¡Vamos a probarlos!». Y así lo hicieron; cada uno tomó un caramelo de la rama y, mientras lo disfrutaban, se sintieron muy felices.
Después de compartir esos deliciosos caramelos, los tres amigos continuaron su camino. Pero poco después, encontraron un gran obstáculo en su camino: un ancho río que parecía impedirles avanzar. Croquetilla, que no sabía nadar, se sintió un poco asustada. “¿Cómo cruzaremos?”, preguntó con la voz temblorosa.
Neil miró a su alrededor y encontró una gran rama flotando cerca de la orilla. «¡Tengo una idea! Podemos usar esa rama como un puente», sugirió. Con cuidado, los tres trabajaron juntos para acercar la rama a la orilla, asegurándose de que fuera lo suficientemente estable.
Una vez que la rama estuvo lista, Croquetilla se deslizó por ella con mucho cuidado. «¡Vamos, Oriol! ¡Es seguro!» animó Neil, mientras el pájaro volaba sobre ellos. Oriol esperó un momento y luego también cruzó, volando sobre el agua. Neil, último en cruzar, se sintió muy valiente al recorrer el improvisado puente, sintiendo que su corazón latía fuerte de emoción.
Al llegar al otro lado, sintieron que habían logrado una gran hazaña. «¡Lo hicimos!», gritaron todos juntos, llenos de alegría. Pero aún tenían un camino por recorrer antes de llegar al Jardín de los Dulces.
Mientras caminaban, encontraron una mariposa de colores muy extraños. Tenía alas que brillaban en tonos de azul y morado. Croquetilla, curiosa como siempre, se acercó. “¿Cómo te llamas?”, le preguntó a la mariposa.
«Yo soy Lía, la mariposa viajera», respondió con una voz suave y melodiosa. «Estoy buscando el Jardín de los Dulces, y si me ayudan a encontrarlo, prometo compartir con ustedes uno de mis secretos mágicos».
Neil, Croquetilla y Oriol se miraron emocionados, y todos estuvieron de acuerdo en ayudar a Lía. La mariposa les mostró un camino secreto que atravesaba un grupo de arbustos y les prometió que al final encontrarían el jardín.
«¡Vamos!», dijo Lía, y todos se adentraron en el camino. Era un sendero enredado, con bejucos y flores que nunca habían visto antes. Todo parecía brillar con magia. Mientras caminaban, Oriol comenzó a cantar una canción sobre la amistad y las aventuras, haciendo que todos se sintieran felices.
Finalmente, después de un tiempo, llegaron a un claro y, ante sus ojos, apareció el Jardín de los Dulces. Era un lugar mágico: árboles que daban caramelos, arbustos llenos de galletas y flores de colores que producían el néctar más dulce que uno podría imaginar. Croquetilla y Neil se quedaron boquiabiertos, mientras que Oriol volaba alrededor, cantando con alegría. No podían creer lo que veían.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.