Había una vez una niña llamada Anastasia, que vivía en una casa acogedora junto a sus padres, César y Ángela. Desde el día en que nació, sus padres notaron algo especial en ella. Cuando apenas era una bebé, sus balbuceos se transformaban en dulces melodías, y antes de que pudiera pronunciar sus primeras palabras, ya tarareaba pequeñas canciones. Parecía que la música vivía dentro de ella.
A medida que Anastasia crecía, su pasión por la música no hacía más que aumentar. A los cinco años, ya caminaba por toda la casa cantando canciones que inventaba en el momento. Podía estar jugando en el jardín, ayudando a su mamá en la cocina o acomodando sus juguetes, y siempre encontraba una razón para cantar. Su voz clara y brillante resonaba por todas partes, y sus padres no podían estar más orgullosos.
—¡Mamá, papá, escuchen esta nueva canción que inventé! —decía con emoción cada vez que algo nuevo surgía de su corazón.
César y Ángela, que amaban profundamente a su hija, siempre alentaron su talento. Sabían que Anastasia tenía algo único, un don que no se veía todos los días. Por eso, cuando cumplió seis años, decidieron inscribirla en una escuela de música, donde pudiera aprender más sobre su pasión y desarrollarla aún más.
—Quiero ser la cantante más querida del mundo —les dijo un día Anastasia mientras miraba las estrellas desde la ventana de su habitación—. Quiero que todo el mundo escuche mis canciones.
Ese sueño se volvió su misión. Cada día después de la escuela, en lugar de jugar como lo hacían otros niños, Anastasia practicaba canto. Trabajaba con determinación y dedicación, escribiendo sus propias canciones en un cuaderno lleno de garabatos y melodías que solo ella entendía. Sus canciones hablaban de la vida, de la amistad, de los colores del cielo y de los sentimientos que la llenaban de alegría y amor. Aunque solo tenía seis años, sus letras eran profundas y llenas de emociones.
A los diez años, Anastasia ya era conocida en su escuela por su increíble talento. Sus compañeros y profesores la admiraban. Cuando había un evento o una presentación, todos esperaban con ansias el momento en que Anastasia subiría al escenario. Cada vez que tomaba el micrófono, el lugar se llenaba de una energía especial. No solo era su voz, que era suave como el terciopelo y fuerte como el viento, sino también su presencia. Tenía una manera de conectar con la gente que la hacía única.
Un día, en la escuela, su profesora de música, la señorita Clara, la llamó aparte después de una clase.
—Anastasia, tienes algo muy especial —le dijo la maestra con una sonrisa cálida—. Hay un concurso de talentos en la ciudad el próximo mes, y creo que deberías participar. Sería una oportunidad increíble para que más personas te conozcan y vean tu talento.
Anastasia no podía creer lo que escuchaba. El concurso de talentos era uno de los más grandes de la ciudad, y participar en él era un sueño hecho realidad. Corrió a casa emocionada para contarle a sus padres.
—¡Mamá, papá! ¡La señorita Clara me dijo que puedo participar en el concurso de talentos! ¡Es mi oportunidad para que todos me escuchen!
César y Ángela, emocionados por su hija, la abrazaron y le aseguraron que la apoyarían en todo lo que necesitara. Así comenzó una nueva etapa en la vida de Anastasia. Durante las semanas previas al concurso, se dedicó completamente a prepararse. Practicaba cada día, perfeccionando su canción favorita, una que ella misma había escrito llamada «El Canto de las Estrellas». Era una canción sobre los sueños y cómo las estrellas, que parecían tan lejanas, podían guiarte si las seguías con el corazón.
El día del concurso llegó, y Anastasia se encontraba entre bambalinas, nerviosa pero emocionada. Había muchas personas talentosas esperando su turno, y aunque algunas eran mayores que ella, Anastasia sabía que debía confiar en sí misma. Cuando su nombre fue llamado, respiró hondo y subió al escenario. Las luces la cegaron por un momento, pero cuando vio a sus padres en la primera fila sonriéndole, todo el miedo desapareció.
Tomó el micrófono, cerró los ojos y comenzó a cantar. Su voz llenó el auditorio, y pronto todo el mundo estaba en silencio, escuchando cada nota. La canción fluía de su alma, y cuando terminó, el público estalló en aplausos. Anastasia abrió los ojos y vio a la gente de pie, aplaudiendo y vitoreando. No podía creerlo. Su sueño de que la escucharan había comenzado a hacerse realidad.
Aunque no ganó el concurso, para Anastasia, lo más importante era que había dado su primer gran paso hacia su sueño. Las semanas siguientes fueron aún más emocionantes. Su actuación en el concurso fue subida a las redes sociales, y pronto miles de personas empezaron a verla y a seguirla en plataformas como YouTube e Instagram. Cada vez más gente le comentaba lo mucho que les gustaban sus canciones, y Anastasia no podía estar más feliz.
Cuando cumplió doce años, las cosas dieron un giro aún más increíble. Una productora de música local se puso en contacto con ella y le ofrecieron la oportunidad de grabar su primer disco. Anastasia no podía creerlo. ¡Era como un sueño hecho realidad! La productora estaba tan impresionada con su talento que querían ayudarla a llevar su música a todo el mundo.




la cantante infantil.