Las vacaciones de verano habían llegado, y Mia, Said y Eithan no podían estar más emocionados. Después de un largo año de escuela, por fin tendrían tiempo para jugar, descansar y disfrutar con su familia. Mamá y Papá habían planeado un viaje especial para todos, una aventura que los llevaría a lugares llenos de diversión y nuevas experiencias.
El primer día de vacaciones, la familia se despertó temprano para preparar las maletas. Mia, que tenía 8 años, era la mayor y ya tenía todo listo. Se aseguró de llevar su libro favorito, algunos juegos de mesa y, por supuesto, su cámara para capturar cada momento especial. Said, que tenía 6 años, estaba tan emocionado que apenas podía quedarse quieto. Su juguete preferido, un cochecito de carreras, ya estaba en su mochila. Eithan, el más pequeño con solo 4 años, solo quería llevar su peluche de dinosaurio, al que no dejaba ni un segundo.
«¡Vamos, chicos, que el día apenas comienza!», dijo Papá mientras cerraba el maletero del coche. Con todo listo, la familia se subió al coche y comenzó su viaje hacia la playa, su primer destino.
El viaje fue largo, pero lleno de risas y canciones. Mamá puso música divertida y todos cantaron juntos, mientras Papá contaba historias sobre las vacaciones que él tenía cuando era niño. Mia, Said y Eithan imaginaban todas las aventuras que les esperaban.
Cuando finalmente llegaron a la playa, el sol brillaba intensamente y las olas del mar se movían de un lado a otro como si invitaran a todos a jugar. Mia corrió hacia la orilla, dejando que el agua fresca le mojara los pies, mientras Said y Eithan construían un gran castillo de arena con la ayuda de Papá. Mamá, por su parte, extendió una toalla grande bajo una sombrilla y se sentó a observar con una sonrisa en el rostro.
Después de un rato, Papá sacó un balón y propuso un juego de fútbol en la arena. Mia y Said se unieron rápidamente, mientras Eithan se quedaba cerca, riendo cada vez que el balón se acercaba a él. Fue un partido lleno de saltos, caídas en la arena y mucha diversión. Aunque Said intentaba ser el más rápido, Mia siempre lograba adelantarse y anotar un gol, mientras Papá jugaba de portero, haciéndoles reír con sus intentos de detener el balón.
Tras el partido, todos estaban agotados pero felices. Decidieron tomar un descanso bajo la sombrilla y disfrutar de un picnic que Mamá había preparado. Había sándwiches, frutas frescas y jugos, todo delicioso. Mientras comían, Mamá sugirió que después podrían buscar conchas en la orilla. Mia se emocionó con la idea, ya que siempre le había gustado coleccionar conchas de diferentes formas y colores.
Después del almuerzo, la familia comenzó a caminar por la playa en busca de conchas. Eithan se adelantaba emocionado cada vez que veía una concha brillante, y Mamá le ayudaba a guardarlas en un pequeño balde. Said, por su parte, encontró una concha en forma de espiral que decidió sería su amuleto de la suerte.
La tarde pasó rápidamente y, antes de darse cuenta, el sol comenzó a ponerse en el horizonte, pintando el cielo de naranjas y rosas. La familia se sentó en la arena, disfrutando del espectáculo natural, mientras Mia tomaba fotos para recordar aquel momento. Fue un día perfecto, lleno de risas y alegría.
Pero las vacaciones apenas comenzaban. Al día siguiente, Papá sugirió visitar un parque natural cercano, donde podrían hacer una caminata por el bosque. Mia, Said y Eithan estaban listos para la aventura. Con sus mochilas llenas de agua, bocadillos y una manta para descansar, se adentraron en el bosque, guiados por los senderos rodeados de árboles altos y frondosos.
Durante la caminata, descubrieron muchas cosas interesantes. Mia encontró un árbol muy viejo, con raíces enormes que parecían salir del suelo como tentáculos. Said vio un pájaro con plumas de colores brillantes y trató de imitar su canto. Eithan, que estaba fascinado con todo, recogió hojas grandes y pequeñas, diciendo que quería hacer una colección cuando llegaran a casa.
Después de un rato de caminar, llegaron a un claro donde Papá extendió la manta para que pudieran descansar. Mamá sacó algunos bocadillos, y mientras comían, Mia les contó una historia que se había inventado sobre un grupo de niños que vivían en el bosque y que cuidaban de los animales. Said y Eithan escuchaban con atención, imaginándose a sí mismos como esos niños del cuento, viviendo aventuras en el bosque.
Cuando regresaron de la caminata, estaban cansados pero contentos. Mamá y Papá les dijeron que esa noche podrían ver una película juntos, como una forma de relajarse después de un día lleno de actividades. Mia, Said y Eithan se acurrucaron en el sofá, mientras Mamá preparaba palomitas de maíz. La película elegida fue una de aventuras, donde un grupo de amigos viajaba por el mundo en busca de un tesoro escondido. Los niños miraban con ojos brillantes, imaginándose que ellos también podían vivir algo así.
La semana continuó con más aventuras. Visitaron un parque de diversiones, donde Mia y Said se atrevieron a subir a la montaña rusa más alta, mientras Eithan disfrutaba de los carritos chocones. También fueron al zoológico, donde vieron animales de todo tipo, desde leones majestuosos hasta pequeños pingüinos que caminaban de un lado a otro. Mia tomó muchas fotos para su álbum, y Said no dejó de hablar de cómo un mono casi le arrebató su sombrero.
Pero una de las actividades que más disfrutaron fue una gran fiesta en la piscina que Papá organizó. Invitaron a algunos amigos de la familia, y todos se divirtieron nadando, jugando al voleibol en el agua y disfrutando de deliciosos helados. Mia mostró su habilidad para nadar haciendo piruetas bajo el agua, mientras Said y Eithan competían para ver quién hacía el mejor salto desde el borde de la piscina.
Cuando las vacaciones llegaron a su fin, Mia, Said y Eithan no podían creer lo rápido que había pasado el tiempo. Habían vivido tantas aventuras y creado tantos recuerdos que sabían que esas vacaciones serían inolvidables.
La última noche, después de cenar, la familia se reunió en la sala para compartir sus momentos favoritos. Papá dijo que había disfrutado mucho el día en la playa, especialmente el partido de fútbol. Mamá mencionó que lo que más le gustó fue la caminata por el bosque y cómo todos habían colaborado para encontrar cosas interesantes. Said y Eithan coincidieron en que la fiesta en la piscina había sido lo mejor de las vacaciones, aunque también les había encantado el zoológico.
Mia, con una sonrisa, dijo que para ella, lo mejor de las vacaciones había sido poder pasar tiempo juntos como familia, explorando, jugando y riendo sin preocupaciones. «No importa dónde estemos, mientras estemos juntos, siempre será una gran aventura», concluyó.
Y así, con los corazones llenos de alegría y gratitud, la familia se preparó para volver a la rutina, sabiendo que siempre tendrían esos recuerdos especiales para recordar y que el próximo verano les traería nuevas aventuras por vivir.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.