Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, dos hermanitos llamados Laura y Santi. Laura tenía el cabello castaño y lo llevaba siempre en dos coletas. Vestía un hermoso vestido amarillo que brillaba como el sol. Santi, su hermano menor, tenía el cabello rizado y siempre llevaba un peto azul que le encantaba. Juntos, eran inseparables y les encantaba explorar el mundo a su alrededor.
Un día, Laura y Santi decidieron ir al parque con su perro Luna y su pony Loly Pop. Luna era un perro blanco con manchas negras y una energía inagotable. Siempre estaba listo para correr y jugar. Loly Pop, por otro lado, era un pony rosado con una crin de colores brillantes como un arcoíris. Era muy amigable y siempre hacía reír a los niños con sus travesuras.
El parque estaba lleno de niños jugando, árboles altos y frondosos, y un sol brillante que hacía que todo pareciera mágico. Laura y Santi soltaron a Luna para que corriera libremente mientras ellos se subían a Loly Pop para dar un paseo. El día prometía ser perfecto.
Sin embargo, mientras jugaban, Luna vio una ardilla y comenzó a correr tras ella. La ardilla corrió muy rápido y Luna la siguió más y más lejos. Laura y Santi no se dieron cuenta de que Luna se estaba alejando demasiado. Cuando finalmente dejaron de jugar, se dieron cuenta de que Luna no estaba a la vista.
«¡Oh no! ¡Luna se ha perdido!» exclamó Laura, preocupada.
«No te preocupes, Laura. Vamos a buscarla juntos,» dijo Santi, tratando de calmar a su hermana.
Decidieron subirse a Loly Pop y buscar a Luna por todo el parque. Primero fueron al estanque, donde a Luna le encantaba chapotear. Pero no había rastro de ella. Luego fueron al área de juegos, donde los niños se divertían en los columpios y toboganes. Pero Luna tampoco estaba allí.
«Tal vez Luna está en el bosque,» sugirió Santi.
El bosque estaba al borde del parque y era un lugar lleno de árboles altos y caminos estrechos. Laura y Santi sabían que Luna era muy curiosa y que podría haberse aventurado allí. Así que, montados en Loly Pop, se adentraron en el bosque.
El bosque era un lugar misterioso pero hermoso. Los pájaros cantaban y los rayos de sol se filtraban entre las hojas, creando patrones mágicos en el suelo. Mientras caminaban, Laura y Santi llamaban a Luna con la esperanza de que apareciera.
«Luna, ¡ven aquí, chica!» gritaba Laura.
«¡Luna, te estamos buscando!» añadía Santi.
De repente, escucharon un ladrido a lo lejos. «¡Es Luna!» exclamó Santi con alegría.
Siguieron el sonido del ladrido y, finalmente, encontraron a Luna. Estaba junto a un arbusto, mirando fijamente algo. Cuando Laura y Santi se acercaron, vieron que Luna había encontrado un pequeño gatito que parecía estar perdido también.
«¡Pobre gatito! Parece que está asustado,» dijo Laura.
«Vamos a llevarlo con nosotros y buscar a sus dueños,» sugirió Santi.
Así que, con Luna corriendo felizmente a su lado y el gatito en brazos de Laura, los dos niños y su pony Loly Pop regresaron al parque. Decidieron ir a la caseta de los guardias del parque para ver si alguien había reportado la pérdida del gatito.
Cuando llegaron a la caseta, el guardia del parque los recibió con una sonrisa. «¡Hola, niños! ¿En qué puedo ayudarles?»
«Encontramos este gatito perdido en el bosque,» explicó Laura. «¿Sabe si alguien lo está buscando?»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.