Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos cristalinos, tres amigos llamados Tiago, Diego y Asier. Tiago tenía el cabello corto y oscuro y siempre llevaba una camiseta verde. Diego tenía el cabello rizado y vestía un peto rojo que le daba mucha suerte. Asier, por su parte, tenía el cabello rubio y liso, y siempre usaba una camiseta azul. Los tres amigos eran inseparables y les encantaba vivir aventuras juntos.
Un día, mientras jugaban cerca del bosque, encontraron un sendero que nunca antes habían visto. El sendero estaba cubierto de hojas brillantes que parecían iluminarse con la luz del sol. «¡Miren esto! Parece un camino mágico,» dijo Tiago, con los ojos llenos de curiosidad.
«Vamos a seguirlo y ver adónde nos lleva,» sugirió Diego, siempre listo para una nueva aventura.
«Sí, puede ser divertido,» agregó Asier, con una sonrisa en el rostro.
Los tres amigos se adentraron en el bosque siguiendo el sendero de hojas brillantes. A medida que avanzaban, el bosque se volvía cada vez más encantador. Los árboles eran muy altos y sus hojas brillaban con colores que nunca antes habían visto. Flores de todos los colores imaginables cubrían el suelo y pequeñas criaturas mágicas, como hadas y duendes, aparecían entre los arbustos.
«¡Este lugar es increíble!» exclamó Tiago. «Nunca había visto algo así.»
«Miren esos animalitos,» dijo Diego, señalando a unos conejitos con alas brillantes que volaban cerca de ellos.
«Me pregunto si habrá más sorpresas en este bosque encantado,» dijo Asier, mientras seguían caminando.
De repente, escucharon un murmullo suave y melodioso que parecía venir de todas partes. «¿Qué es ese sonido?» preguntó Tiago.
«Sigue la música, tal vez nos lleve a algún lugar especial,» dijo Diego, emocionado.
Los tres amigos siguieron el sonido de la música hasta llegar a un claro en el bosque. En el centro del claro había un árbol gigantesco con hojas doradas y una cascada de agua cristalina que caía suavemente sobre una laguna. Junto al árbol, una figura luminosa apareció. Era un hada con alas brillantes y una sonrisa cálida.
«Bienvenidos al Bosque Encantado,» dijo el hada con una voz suave. «Soy Alara, el hada guardiana de este bosque. Veo que han encontrado el sendero mágico.»
«Hola, Alara,» dijo Tiago, un poco tímido. «Somos Tiago, Diego y Asier. Encontramos el sendero y decidimos seguirlo.»
«Nos encanta tu bosque,» añadió Diego. «Es el lugar más hermoso que hemos visto.»
«Gracias,» respondió Alara. «Este bosque es especial porque está lleno de magia y criaturas maravillosas. Pero también necesita cuidados y protección.»
«¿Podemos ayudar a cuidar el bosque?» preguntó Asier con entusiasmo.
«Claro que sí,» dijo Alara. «Hay muchas formas de ayudar. Pueden recoger las hojas caídas para hacer compost, plantar nuevas flores y asegurarse de que las criaturas del bosque estén a salvo.»
Tiago, Diego y Asier estaban encantados de poder ayudar. Pasaron el resto del día recogiendo hojas, plantando flores y jugando con las criaturas mágicas del bosque. Se sentían felices de poder contribuir a mantener el Bosque Encantado tan hermoso como lo habían encontrado.
Cuando el sol comenzó a ponerse, Alara se acercó a los tres amigos. «Han hecho un gran trabajo hoy. El bosque está muy agradecido por su ayuda,» dijo el hada. «Pero ahora es hora de que regresen a casa. Siempre serán bienvenidos aquí, y cuando necesiten un lugar mágico para explorar, el Bosque Encantado los estará esperando.»
Tiago, Diego y Asier se despidieron de Alara y comenzaron a caminar de regreso por el sendero de hojas brillantes. Aunque estaban un poco cansados, se sentían felices y satisfechos. Sabían que habían vivido una aventura increíble y que siempre podrían volver al Bosque Encantado cuando quisieran.
Al llegar a la entrada del bosque, se dieron cuenta de que ya era de noche. Las estrellas brillaban en el cielo y la luna iluminaba el camino de regreso a casa. «Hoy fue un día maravilloso,» dijo Tiago.
«Sí, fue la mejor aventura de todas,» añadió Diego.
«Y lo mejor de todo es que hicimos nuevos amigos y ayudamos a cuidar el bosque,» concluyó Asier.
Cuando finalmente llegaron a sus casas, sus padres los recibieron con abrazos y preguntas sobre su día. Los tres amigos compartieron su increíble aventura en el Bosque Encantado y prometieron regresar pronto para seguir explorando y ayudando a cuidar ese lugar mágico.
Esa noche, mientras dormían, soñaron con las maravillas del bosque, las criaturas mágicas y las nuevas aventuras que les esperaban. Sabían que, con sus amigos a su lado, cualquier aventura era posible y que el Bosque Encantado siempre estaría ahí, lleno de magia y sorpresas.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.