Había una vez una niña llamada Lili, de solo 3 años, que era diferente a todos los demás niños de su edad. No era porque fuera la más alta o la más rápida, sino porque tenía algo muy especial: ¡tenía superpoderes! Lili podía hacer cosas increíbles, como volar un poquito cuando saltaba muy alto, mover cosas con solo pensarlo, y, lo mejor de todo, podía hacer sonreír a cualquier persona con solo tocarles la mano.
A pesar de ser tan pequeña, Lili ya entendía que sus poderes eran algo que debía usar con mucha responsabilidad. Aunque amaba jugar como cualquier otro niño, siempre estaba buscando maneras de ayudar a los demás. En su pequeña escuela, donde iba todos los días con su mochila roja llena de colores y cuadernos, Lili vivía grandes aventuras, usando sus poderes para hacer del mundo un lugar mejor, al menos, en su pequeña esquina del patio de juegos.
Un día, mientras jugaba en el recreo, vio que su amigo Leo estaba llorando junto a la fuente de agua. Leo era un niño muy simpático, pero a veces se sentía triste porque le costaba mucho atarse los zapatos. Lili sabía que podía ayudarlo. Así que, sin pensarlo dos veces, corrió hacia él y, con una sonrisa enorme, le dijo:
—¡No te preocupes, Leo! ¡Yo te ayudaré!
Lili se agachó, y con un simple movimiento de su mano, los cordones de los zapatos de Leo se ataron solos, formando un lazo perfecto. Leo dejó de llorar inmediatamente, sorprendido y encantado con lo que había ocurrido.
—¡Gracias, Lili! —dijo Leo, limpiándose las lágrimas—. ¡Eres la mejor!
Lili solo sonrió y siguió corriendo hacia el otro lado del patio, donde más niños la esperaban para jugar al escondite. Pero justo cuando comenzaba la diversión, algo más sucedió.
La maestra Clara salió al patio con una mirada preocupada. Al parecer, el pequeño huerto de la escuela, que los niños habían estado cuidando con mucho cariño, se estaba secando. Las plantas no tenían suficiente agua y las hojas se veían tristes y caídas.
—Oh no —pensó Lili—, ¡tenemos que salvar el huerto!
Sin perder un segundo, Lili se acercó al huerto y cerró los ojos con fuerza. Concentrándose como nunca antes, imaginó grandes nubes llenas de agua en el cielo. Poco a poco, comenzó a sentir una brisa suave, y para sorpresa de todos los niños, pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer justo sobre el huerto, sin mojar el resto del patio.
Los niños y la maestra Clara quedaron asombrados. El huerto, que antes parecía marchitarse, empezó a recuperar su color verde brillante. Las flores se levantaron de nuevo y los tomates, las zanahorias y las lechugas comenzaron a verse más vivos que nunca.
—¡Hurra por Lili! —gritaron todos los niños, mientras saltaban de alegría.
Lili sonrió con modestia. Sabía que sus superpoderes eran especiales, pero lo que más la hacía feliz era ver que todos los niños volvían a sonreír. Para ella, no había nada más importante que hacer felices a sus amigos.
Pero su día de aventuras no había terminado aún. Después de clase, mientras todos los niños se preparaban para irse a casa, Lili escuchó un sonido extraño. Era como un susurro, muy suave pero constante, que venía del rincón del aula donde guardaban las mochilas.
Lili se acercó con cautela y vio algo sorprendente: ¡una pequeña ardilla había quedado atrapada dentro de una mochila! La ardilla parecía asustada y no podía salir sola. Lili sabía que debía actuar rápido, pero no quería asustar más a la pequeña criatura.
Con mucho cuidado, extendió su mano y, usando su poder de hablar con los animales, le dijo suavemente a la ardilla:
—No te preocupes, pequeña amiga. Te ayudaré a salir.
La ardilla, al escuchar la dulce voz de Lili, se calmó de inmediato. Con un pequeño gesto, Lili usó su poder para abrir la mochila y la ardilla saltó afuera, libre y feliz de nuevo. La pequeña criatura miró a Lili con agradecimiento, antes de correr hacia el parque cercano.
—¡Hasta luego, amiguita! —dijo Lili, despidiéndose con la mano.
Al llegar la tarde, Lili se fue a casa con una gran sonrisa. Había sido un día lleno de aventuras y había podido ayudar a sus amigos, tanto grandes como pequeños. Pero lo que Lili no sabía era que cada día traería nuevas sorpresas y que, con sus superpoderes, siempre encontraría la forma de hacer del mundo un lugar más feliz.
Al día siguiente, cuando volvió a la escuela, un rumor corría entre los niños. Se decía que un perrito se había perdido cerca del parque y que nadie podía encontrarlo. Los niños estaban preocupados porque conocían al perrito, era el favorito del barrio y siempre jugaba con ellos en las tardes.
Lili, al escuchar esto, supo que tenía que hacer algo. Le pidió a la maestra Clara permiso para ir al parque y buscar al perrito. La maestra, sabiendo que Lili tenía una habilidad especial para ayudar, aceptó y le dio permiso.
Lili salió corriendo hacia el parque, con su capa ondeando al viento. Allí, cerró los ojos y usó uno de sus poderes más especiales: podía escuchar los latidos del corazón de los animales, aunque estuvieran lejos. Concentrándose, comenzó a escuchar, y pronto, un latido suave pero constante llegó a sus oídos. Era el perrito, que se había escondido en un arbusto espeso, asustado por algo que había visto.
Lili se acercó con cuidado, llamando al perrito por su nombre.
—¡Ven, pequeño! No tienes por qué tener miedo.
El perrito, al reconocer la voz de Lili, salió lentamente del arbusto, con su cola moviéndose de un lado a otro. Lili lo abrazó con cariño y luego lo llevó de vuelta al parque, donde todos los niños lo esperaban emocionados.
Cuando llegó, los niños aplaudieron y abrazaron a su amigo peludo, agradecidos con Lili por haberlo encontrado.
Al final del día, cuando Lili se preparaba para dormir, pensó en todas las aventuras que había vivido. Aunque era una niña con superpoderes, lo que más le gustaba era hacer que los demás fueran felices. Y sabía que, con su gran corazón y sus poderes especiales, siempre encontraría una forma de ayudar a quien lo necesitara.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.