Cuentos de Terror

Un Destino Redentor

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una calurosa tarde de mayo de 2015, en Mexicali, la ciudad parecía dormir bajo el peso del calor insoportable. Juan, un hombre de cuarenta y tantos años, caminaba con pasos lentos y pesados después de un largo día de trabajo en la fábrica de concretos. El sudor perlaba su frente, pero no era solo el calor lo que lo abrumaba. Desde que su esposa lo había dejado, llevándose a sus tres hijos, su vida se había convertido en una rutina de tristeza y soledad. Cada día era una lucha para encontrar una razón para seguir adelante.

Cuando llegó al puente Pando, algo inusual llamó su atención. A un lado del camino, cerca del cruce, estaba una joven vendiendo periódicos. Tenía unos ojos color miel que destacaban bajo el sol del atardecer y una sonrisa tímida, pero llena de vida. Era María de Jesús, una chica de apenas 17 años que, a pesar de su juventud, ya había enfrentado más dificultades de las que muchos podían imaginar.

Juan se detuvo por un momento, indeciso, pero algo en los ojos de la joven lo hizo acercarse. Compró un periódico, más por el impulso de hablar con alguien que por interés en las noticias. María le agradeció con una sonrisa y, tras unos segundos incómodos, Juan le preguntó:

—¿No hace demasiado calor para estar aquí afuera?

María de Jesús asintió, pero no se quejó. Era evidente que había aprendido a enfrentar las dificultades sin esperar compasión. Poco a poco, comenzaron a hablar. Cada tarde, cuando Juan cruzaba el puente de regreso a casa, se detenía para comprar un periódico y charlar con María. Con el tiempo, ella le contó sobre su vida, cómo había quedado embarazada y que el padre del niño la había abandonado. Su hijo, Luis Conrado, estaba a punto de nacer, y María se encontraba en una situación desesperada.

A pesar de las dificultades, María mantenía una actitud valiente. Esa valentía tocó algo profundo en el corazón de Juan. Sabía lo que era ser abandonado y enfrentarse al mundo solo. Un día, sin pensarlo mucho, le ofreció su ayuda. No tenía mucho, pero podía ofrecerle compañía y apoyo, algo que sabía que ambos necesitaban.

Así comenzó su historia juntos, pero no era un cuento de hadas. La vida fue dura para ellos. Juan apenas ganaba lo suficiente para mantenerse, y con un bebé en camino, las preocupaciones aumentaron. Aun así, el vínculo entre ellos se fue fortaleciendo. Conrado, el hijo de María, nació en medio de un caos de problemas económicos y dudas, pero también de una extraña sensación de esperanza. Juan, que había perdido su propia familia, se sintió responsable de este nuevo ser y decidió que no volvería a fallar.

Sin embargo, algo oscuro acechaba en los rincones de sus vidas. A veces, María se despertaba en medio de la noche, aterrorizada por pesadillas en las que una figura sombría, a la que llamaba «Estupido», la perseguía sin descanso. Al principio, Juan pensó que solo eran los nervios y la ansiedad por todo lo que habían pasado, pero las cosas comenzaron a empeorar.

Cada vez que mencionaban a Estupido, algo extraño sucedía en la casa. Las luces parpadeaban, las puertas se cerraban de golpe, y sentían como si una presencia fría los observara desde las sombras. Una noche, mientras Juan dormía profundamente, fue despertado por un ruido. Abrió los ojos y vio a Conrado, el bebé, de pie en su cuna, mirando fijamente hacia una esquina oscura de la habitación. María estaba de pie junto a él, inmóvil, con los ojos muy abiertos y llenos de miedo.

—Está aquí —susurró María con la voz quebrada.

Juan se levantó de la cama, su corazón latiendo con fuerza. No veía nada en la oscuridad, pero el aire era denso y pesado, como si una sombra invisible los envolviera. De repente, la puerta del cuarto se cerró de golpe, dejándolos atrapados.

—¡Estupido! —gritó María, temblando de miedo—. ¡Está aquí!

Juan sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se acercó a la puerta, intentando abrirla, pero estaba completamente bloqueada. Entonces, escuchó una risa baja y siniestra que parecía emanar de todas partes, como si la misma casa se burlara de ellos.

—No puede ser real… —dijo Juan para sí mismo, tratando de mantenerse calmado.

Pero la risa continuó, más fuerte, más cercana. Las sombras en la habitación comenzaron a moverse, retorciéndose como si estuvieran vivas. Juan no sabía qué hacer. Nunca había creído en fantasmas ni en maldiciones, pero lo que estaba viviendo era demasiado real como para ignorarlo.

De repente, María cayó de rodillas, llorando.

—Siempre estuvo detrás de mí —dijo entre sollozos—. Desde que quedé embarazada… Él me ha seguido. Quiere a Conrado… ¡Quiere a mi hijo!

Juan no podía permitirlo. Agarró una lámpara de la mesita de noche y, con todas sus fuerzas, la arrojó hacia la sombra más oscura de la habitación. La lámpara se rompió en mil pedazos, y por un momento, todo quedó en silencio. La presencia parecía haberse desvanecido.

Respirando con dificultad, Juan se acercó a María y la abrazó con fuerza. El bebé, aún en su cuna, finalmente dejó de mirar la esquina y cerró los ojos. El terror que había invadido la casa parecía haberse disipado, pero ambos sabían que aquello no había terminado. Estupido seguía ahí, acechando en las sombras, esperando su momento.

A partir de esa noche, Juan y María hicieron todo lo posible para proteger a Conrado. Buscaron ayuda, hablaron con curanderos y hasta intentaron bendecir la casa. Sabían que no podían vencer a esa presencia por sí solos, pero lo que sí podían hacer era mantenerse unidos y no dejar que el miedo los separara.

Con el paso del tiempo, la figura de Estupido apareció menos, pero nunca desapareció del todo. Siempre estuvo en los rincones más oscuros de su hogar, una amenaza silenciosa. Sin embargo, Juan y María aprendieron a vivir con ese miedo, sabiendo que, mientras se mantuvieran juntos, no había sombra que pudiera destruir el amor y la fortaleza que habían construido como familia.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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