Una soleada mañana de verano, Lucas y Jacob decidieron salir a jugar béisbol al campo. Lucas, con su gorra roja de béisbol y su bate de madera, era el mejor jugador del equipo del barrio. Jacob, su mejor amigo, siempre llevaba su guante listo para atrapar las pelotas más rápidas. Los dos chicos adoraban el béisbol y, aunque el campo de juego no siempre era perfecto, su imaginación hacía que cada partido fuera una gran aventura.
Ese día, sin embargo, decidieron hacer algo diferente. Lucas sugirió:
—Jacob, ¿por qué no jugamos en el bosque? Sería divertido probar un nuevo lugar.
Jacob, siempre dispuesto a una nueva aventura, aceptó la idea con entusiasmo. Empacaron sus cosas: el bate, la pelota, el guante y algunas botellas de agua, y partieron hacia el bosque cercano.
Cuando llegaron, encontraron un claro amplio, con árboles altos alrededor que creaban una especie de estadio natural. El suelo era suave y cubierto de hierba verde. Sin pensarlo dos veces, marcaron las bases con piedras y ramas, y comenzaron a calentar para el partido.
De repente, escucharon un sonido peculiar. Era como si alguien estuviera moviéndose entre los arbustos. Los dos amigos se miraron sorprendidos, pero antes de que pudieran decir algo, vieron algo asombroso: ¡una ardilla se acercaba corriendo con una pequeña gorra de béisbol en la cabeza!
—¿Qué está pasando? —preguntó Jacob, riendo nervioso.
La ardilla, que parecía muy amigable, se subió a una de las ramas más bajas y les habló.
—Hola, chicos. Nos hemos dado cuenta de que están aquí para jugar béisbol. Mis amigos y yo siempre hemos querido participar en un partido, pero nunca tuvimos a quién invitar. ¿Podemos unirnos?
Lucas y Jacob no podían creer lo que estaban viendo. ¡Una ardilla hablante, y además quería jugar béisbol!
—¡Claro que pueden jugar! —dijo Lucas emocionado—. ¿Quiénes son tus amigos?
Tan pronto como Lucas lo preguntó, más animales empezaron a salir de entre los árboles. Un grupo de conejos apareció saltando con pequeñas camisetas, una familia de mapaches se acercó llevando bates diminutos, y hasta un zorro llegó con su propio guante.
—¡Esto va a ser increíble! —dijo Jacob mientras ajustaba su guante.
El equipo de los animales se organizó rápidamente. La ardilla, que se presentó como Chispa, era la capitana del equipo. Los conejos eran veloces y ágiles, perfectos para correr entre las bases. Los mapaches resultaron ser expertos lanzadores, y el zorro, llamado Veloz, era un excelente jardinero.
El partido comenzó con Lucas y Jacob bateando primero. Chispa lanzó la primera bola, y Lucas la golpeó con fuerza. La pelota voló alto, pero antes de que pudiera llegar al suelo, Veloz, el zorro, hizo un salto espectacular y atrapó la pelota en el aire. ¡Fue una atrapada impresionante!
—¡Qué gran jugada! —exclamó Jacob, sorprendido.
Luego fue el turno de Jacob. Se preparó para batear mientras un mapache, llamado Rayas, se preparaba para lanzar. Rayas lanzó una bola rápida, pero Jacob la golpeó justo en el centro. La pelota pasó por encima de los conejos y rodó hacia los árboles. Jacob corrió hacia la primera base mientras los conejos intentaban atraparla. ¡Era un doble seguro!
El partido continuó, y los animales demostraron ser excelentes jugadores. Los conejos corrían como el viento entre las bases, Chispa lanzaba con precisión, y los mapaches eran expertos en atrapar pelotas difíciles. Sin embargo, Lucas y Jacob también estaban en su mejor forma. Lucas hizo un par de home runs, y Jacob se destacó como jardinero, atrapando pelotas que parecían imposibles de alcanzar.
A medida que el sol comenzaba a descender, el marcador estaba empatado. Todos los jugadores estaban llenos de emoción, pero también un poco cansados. Lucas y Jacob sabían que tenían que hacer algo especial para ganar el partido.
En la última entrada, era el turno de Lucas para batear. Chispa lanzó su mejor bola, rápida y precisa, pero Lucas estaba listo. Golpeó la pelota con todas sus fuerzas, y esta voló tan alto que casi desapareció entre las copas de los árboles. Todos miraron hacia arriba, siguiendo la trayectoria de la pelota, cuando de repente, ¡un águila apareció en el cielo!
El águila, con su enorme envergadura, atrapó la pelota en pleno vuelo y luego la dejó caer suavemente en el campo. Los animales aplaudieron con entusiasmo. No solo había sido un gran golpe, sino que el águila había hecho que el final del partido fuera aún más emocionante.
—¡Increíble! —gritó Jacob—. ¡Eso fue el mejor final que he visto!
Chispa, los conejos, los mapaches y todos los demás animales se acercaron a felicitar a Lucas y Jacob. Aunque el partido había terminado en empate, todos estaban felices por la experiencia. Los chicos se dieron cuenta de que ese había sido el partido más divertido de sus vidas, no solo por el juego, sino por los nuevos amigos que habían hecho en el bosque.
—Este ha sido el mejor día de todos —dijo Lucas, mirando a los animales que ahora los rodeaban.
—Definitivamente, tenemos que volver a jugar con ustedes —añadió Jacob, sonriendo.
Chispa, la ardilla capitana, saltó y dijo:
—¡Están invitados cuando quieran! Siempre habrá un partido esperando por ustedes en el bosque.
Con la promesa de regresar pronto, Lucas y Jacob recogieron sus cosas y comenzaron a caminar de vuelta a casa. Mientras lo hacían, no podían dejar de hablar de todas las jugadas increíbles y de lo divertido que había sido jugar con los animales del bosque.
Esa noche, mientras se despedían, Lucas miró a Jacob y dijo:
—Hoy aprendimos que el béisbol es mucho más divertido cuando tienes amigos nuevos con quienes jugar, incluso si esos amigos tienen pelaje y colas.
Ambos rieron, sabiendo que su próxima aventura en el bosque estaba mucho más cerca de lo que imaginaban.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Secreto Perdido en El Morro
La Aventura de Mike y Duke en el Bosque Encantado
La Gran Aventura de Clara en la Jungla
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.