Muy alto en las montañas, en la pequeña y ficticia localidad de South Park, Colorado, se extendía un denso y misterioso bosque. Este bosque era el hogar de una manada de lobos que vivía en perfecta armonía con la naturaleza. En el corazón de este bosque, una loba hembra llamada Aurora encontró un día algo que cambiaría su vida y la de su manada para siempre. Entre los arbustos, llorando y envuelta en mantas, Aurora encontró a una pequeña niña humana, abandonada y sola en el frío. Aurora, que era madre, sintió un extraño tirón en su corazón al ver a la indefensa bebé.
La loba tomó al bebé con suavidad entre sus fauces y la llevó a su guarida. Aurora decidió criar a la niña humana como una de sus propias crías y la llamó Luna. La pequeña Luna creció entre lobos, aprendiendo sus costumbres y su lenguaje. A medida que pasaban los años, Luna se convirtió en una niña de diez años, fuerte y ágil, capaz de correr con los lobos, aullar a la luna y cazar con su manada. Para todos los efectos, Luna era un lobo más.
Un día, mientras Luna exploraba el bosque, oyó unos ruidos extraños que no había escuchado antes. Se acercó sigilosamente y vio a cuatro chicos de su misma edad acampando cerca de la charca de Stark. Los chicos, Stan, Kyle, Cartman y Kenny, estaban secándose después de haberse mojado en la charca. Luna, curiosa pero cautelosa, se quedó observándolos desde los arbustos.
Stan, que siempre estaba atento a su entorno, fue el primero en notar algo entre los arbustos.
—Oigan, creo que hay algo allí —dijo, señalando hacia donde Luna estaba escondida.
Kyle, con su gorro verde siempre en la cabeza, se acercó para investigar.
—¡Hola! ¿Quién está ahí? —llamó Kyle con voz amistosa.
Luna, aunque acostumbrada a la vida salvaje, sintió una extraña conexión con estos chicos humanos. Salió lentamente de los arbustos, revelando su apariencia salvaje y su ropa hecha de materiales naturales. Los chicos se quedaron asombrados al ver a una niña que parecía salida de una historia de aventuras.
—¡Wow! ¿Quién eres tú? —preguntó Cartman, siempre el más directo del grupo.
—Me llamo Luna —respondió ella con una voz suave pero firme—. Vivo aquí en el bosque con mi familia, los lobos.
Kenny, que solía ser el más callado, se acercó un poco más, fascinado por la historia de Luna.
—¿De verdad vives con lobos? —preguntó Kenny, con los ojos bien abiertos.
Luna asintió y comenzó a contarles su increíble historia. Les explicó cómo Aurora la había encontrado y criado como una de sus propias crías, y cómo había aprendido a vivir y cazar en el bosque. Los chicos la escucharon con atención, sorprendidos y admirados por su valentía y habilidades.
—Eso es increíble —dijo Stan—. Nunca había escuchado algo así.
Los chicos, fascinados por la historia de Luna, le ofrecieron algo de comida y ropa limpia. La llevaron de vuelta a su campamento, donde la bañaron y le dieron ropa cómoda para que se sintiera más a gusto. Luna, aunque agradecida, extrañaba la libertad de su vida en el bosque.
—¿Te gustaría que te lleváramos a nuestra casa? —preguntó Kyle—. Podrías conocer a nuestras familias y ver cómo vivimos nosotros.
Luna pensó en la oferta por un momento, pero su corazón estaba con su familia de lobos. Agradeció a los chicos y les pidió que la acompañaran a su guarida para que pudieran conocer a su madre y a sus hermanos lobos.




La hija del lobo