Estella era una niña de diez años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Tenía una imaginación desbordante y adoraba los cuentos de aventuras. Cada tarde, después de terminar sus deberes, se sentaba en su rincón favorito del jardín, bajo un viejo roble, y se sumergía en las páginas de los libros que le prestaba su abuela. A Estella le encantaba pensar que cada historia era un portal hacia otro mundo lleno de magia y personajes extraordinarios.
Un día, mientras hojeaba un antiguo libro de cuentos que había encontrado en el desván de su abuela, algo inusual ocurrió. Las palabras comenzaron a brillar suavemente, iluminando las páginas con un resplandor dorado. Estella, fascinada, tocó con sus dedos las letras que brillaban y, en un instante, fue transportada a un lugar extraño y maravilloso.
Se encontró en un bosque encantado, donde árboles altísimos se alzaban como torres y flores de colores brillantes cubrían el suelo. Un aroma dulce y fresco llenaba el aire y, a lo lejos, pudo escuchar el melodioso canto de un grupo de aves. Mientras exploraba este nuevo mundo, Estella se dio cuenta de que no estaba sola. Una amigable ardilla de pelaje suave y ojos chispeantes acercó a ella.
—¡Hola! Soy Niko, la ardilla exploradora. ¿Eres nueva por aquí? —preguntó la ardilla con una sonrisa.
—¡Hola, Niko! Sí, soy Estella. Vengo de un lugar muy lejano —respondió ella, todavía asombrada por lo que estaba sucediendo.
—¡Bienvenida a este bosque mágico! Aquí todos los cuentos cobran vida, y las aventuras nunca faltan. ¿Te gustaría conocer a mis amigos? —invitó Niko con entusiasmo.
Estella asintió emocionada. La ardilla la llevó por un sendero cubierto de hojas doradas y, después de unos minutos, llegaron a un claro donde un grupo de animales se reunía. Allí estaban Lila, la hermosa mariposa de alas iridiscentes, y Leo, un inteligente gato que siempre tenía un consejo sabio para compartir.
—¡Niko! ¿Quién es la nueva? —preguntó Leo, acariciándose el mentón.
—Es Estella, una niña aventurera. ¡Vino de otro mundo! —respondió Niko.
—¡Encantada de conocerte, Estella! —dijo Lila revoloteando alrededor de ella—. Aquí siempre hay algo emocionante por descubrir. Juntos podríamos vivir una gran aventura.
Estella se sintió muy querida y emocionada de tener nuevos amigos. Sin pensarlo dos veces, les propuso una idea.
—¿Qué tal si exploramos la parte más profunda del bosque? He oído que hay un lago mágico que concede un deseo a quienes son valientes.
—Me parece una idea fantástica —respondió Leo, con sus ojos brillando de curiosidad.
Así, el grupo se adentró en el bosque. Caminaron entre árboles que parecían susurrar secretos, cruzaron ríos de agua cristalina y saltaron sobre rocas cubiertas de musgo. Cada paso que daban los llenaba de emoción, y Estella no podía dejar de sonreír.
Al cabo de un rato, llegaron a una colina desde la cual se podía ver el lago. Era un espejo de agua calma rodeado de flores de mil colores. Sin dudarlo, se acercaron al borde y contemplaron su belleza.
—¡Es increíble! —exclamó Estella, maravillada.
—Pero ten cuidado —advirtió Niko—. Al acercarte al lago mágico, debes tener un deseo genuino en tu corazón. Solo así podrás hacer que se haga realidad.
Estella cerró los ojos, recordó lo que más deseaba y se concentró en esa idea. Quería que todos los niños del mundo pudieran vivir aventuras como ella estaba viviendo en ese momento.
Leo, Niko y Lila también tuvieron sus deseos. Leo deseó sabiduría para ayudar a los demás, Niko deseó ser el mejor explorador del bosque, y Lila deseó poder volar aún más alto y ver el mundo desde el cielo. Uno a uno, fueron acercándose al lago y dejando que sus deseos fluyeran hacia el agua.
De repente, una suave brisa sopló y las aguas comenzaron a brillar intensamente. El lago se iluminó como un diamante, y una voz melodiosa emergió de sus profundidades.
—Han sido valientes al venir hasta aquí y sus deseos son puros. Pueden tener grandes aventuras, pero recuerden siempre compartir sus historias con otros —dijo el lago con una voz suave y firme.
Estella sintió una ola de felicidad al escuchar esas palabras. Sabía que hacer feliz a los demás era una gran parte de tener aventuras. Mientras el brillo del lago se desvanecía, sintió que una calma la rodeaba y que, de alguna manera, su deseo se había hecho realidad. Había vivido una experiencia mágica junto a sus nuevos amigos y sabía que podría compartirlo con todos.
Con el corazón lleno de gratitud, Estella se despidió del lago mágico y de sus amigos del bosque. Prometió volver a visitarlos y contarles sobre su mundo. Así, Niko, Leo y Lila le hicieron un gesto amigable al partir.
Al regresar por el mismo sendero que había recorrido, Estella sintió que el bosquecillo la guiaba. Al tocar de nuevo las palabras brillantes del libro, fue transportada de vuelta a su jardín, justo a tiempo para la cena. Con una sonrisa inmensa, se dio cuenta de que la magia de las historias siempre estaría con ella, y que cada libro que leyera se convertiría en una nueva aventura.
Desde ese día, Estella no solo disfrutó de los cuentos, sino que los vivió y los compartió con todos en su pueblo. Sus historias de Niko, Leo y Lila inspiraron a otros niños a imaginar y explorar, recordándoles que la verdadera aventura no solo está en los libros, sino también en los corazones que creen en la magia de las palabras. Así, cada noche, bajo el viejo roble, Estella contaba sus relatos y el bosque encantado seguía vivo en la mente de todos los que escuchaban, porque cada vez que alguien leía, era como si las palabras susurraran nuevas aventuras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.