Cuentos de Aventura

Un Día con Unai en el Parque

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una mañana soleada y cálida, perfecta para una nueva aventura en el parque. Unai, un niño alegre de un año, estaba especialmente emocionado. A pesar de su corta edad, Unai sentía una gran fascinación por el mundo que lo rodeaba, y nada le gustaba más que pasar tiempo al aire libre.

Después de un desayuno lleno de risas y algunas migajas de pan, Unai y su mamá se prepararon para salir. Él, con su camiseta verde y pantalones cortos azules, y su mamá con una gran bolsa llena de juguetes y bocadillos. Antes de salir, mamá no olvidó el sombrero de Unai, para protegerlo del sol del mediodía.

Llegaron al parque en poco tiempo. El parque estaba lleno de colores: los árboles de verde brillante, las flores de mil colores y el cielo de un azul perfecto. Unai, con sus pequeños pies, corrió hacia el área de juegos, donde ya algunos niños jugaban. Su mamá lo siguió de cerca, con una sonrisa, disfrutando de la energía y alegría de su pequeño.

El primer destino de Unai fue el columpio. Su mamá lo ayudó a subir y comenzó a empujarlo suavemente. Unai reía cada vez que el columpio lo llevaba hacia arriba. El viento en su cabello, la sensación de volar por un momento, era algo que lo llenaba de emoción.

Después de un rato en el columpio, Unai y su mamá fueron a la caja de arena. Allí, Unai encontró un cubo y una pala que alguien había dejado olvidados y empezó a jugar. Hacía montañas de arena y luego las aplastaba con sus manitas, fascinado por la textura y el cambio que sus acciones producían en la arena.

Mientras jugaba, un perrito se acercó curioso a ver qué hacía ese pequeño humano. Unai, encantado con la visita del nuevo amigo, intentó compartir su pala con el perrito, quien, contento, empezó a jugar con él. Mamá vigilaba desde cerca, asegurándose de que tanto Unai como el perrito jugaran de manera segura.

Llegado el mediodía, era hora de un pequeño descanso. Mamá sacó de la bolsa un mantel y lo extendió bajo la sombra de un gran árbol. Allí, sobre el mantel, colocó trozos de manzana, galletas y un pequeño vaso con agua para Unai. Comieron juntos, hablando mamá con palabras dulces y Unai contestando con su lenguaje de bebé que solo mamá parecía entender completamente.

Después del almuerzo, Unai todavía tenía energía para más juegos. Esta vez, eligieron la pelota. Unai intentaba atraparla y lanzarla, aunque la mayoría de las veces terminaba rodando por el suelo. Pero eso no le importaba; la persecución era lo divertido, y mamá siempre estaba allí para rodar la pelota de nuevo hacia él.

La tarde empezó a caer, y con ella, la energía de Unai comenzó a disminuir. Bostezos pequeños y frotadas de ojos eran señales claras de que había llegado la hora de volver a casa. Mamá empacó todo de nuevo en la bolsa, tomó a Unai en brazos y juntos se despidieron del parque, prometiendo volver otro día.

De regreso en casa, Unai, ya bañado y listo para dormir, se acurrucó junto a mamá en su sillón favorito. Mientras mamá le leía un cuento, Unai se dejaba llevar al mundo de los sueños, un mundo donde la aventura de hoy continuaba en forma de sueños dulces y coloridos.

Así terminó el día para Unai, lleno de juegos, risas y amor. Cada día una aventura, cada aventura una historia, y cada historia un tesoro guardado en el corazón de mamá y Unai.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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