Cuentos de Aventura

Viaje Estelar de Ian: Una Aventura Lunática con la Familia de Ositos Celestiales

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Una vez, en un pequeño pueblo, vivía un niño llamado Ian. Ian era un niño muy curios y soñador. Todos los días, miraba al cielo y se preguntaba cómo sería el universo más allá de las estrellas. Un día, mientras jugaba en su jardín, encontró un pequeño cohete de juguete. Era brillante, de color azul y tenía estrellas doradas pintadas en los laterales. Ian se emocionó mucho y decidió que ese día emprendería una aventura espacial.

Con su cohete en mano, Ian cerró los ojos y empezó a hacer sonidos de despegue: “¡Bip, bip, bip! ¡Despegando!”. Al abrir los ojos, para su sorpresa, estaba sentado en el con piloto del cohete, que había crecido y se había convertido en un verdadero espacio. Miró por la ventanilla y vio planetas de colores, nubes de algodón y una luna gigante que sonreía. Decidió pilotar el cohete hacia la luna.

Al llegar a la luna, el cohete aterrizó suavemente. Ian salió y, para su sorpresa, se encontró con una familia de ositos celestiales. Había un papá oso, una mamá osa y un pequeño osito llamado Luni. Estaban bailando y riendo bajo la luz de las estrellas. Ian se acercó y les saludó: “¡Hola, amiguitos! Soy Ian, y he venido de la Tierra para jugar.”

Los ositos celestiales aclamaron emocionados. “¡Hola, Ian! Bienvenido a nuestra casa en la luna. ¿Quieres jugar con nosotros?” Ian asintió con la cabeza y se unió a su baile. Jugaron a dar saltos, a correr por la suave superficie lunar y a hacer figuras en la arena lunar. Ian nunca había tenido tanto divertido. Pero justo cuando pensaba que todo era perfecto, escuchó un sonido extraño: un “¡Ayuda!”.

Luni, el osito pequeño, corrió hacia el sonido, y Ian decidió seguirlo. Pronto, llegaron a un cráter donde una estrella fugaz estaba atrapada entre rocas. “¡Oh no! ¡Pobre estrella! No puede volver a brillar”, dijo Luni. La estrella lucía triste y apagada. Ian se acercó y le preguntó: “¿Cómo podemos ayudarte?”

La estrella se iluminó un poco y dijo: “Necesito que me ayuden a liberarme. Si me sacan de aquí, prometo que en la noche siempre brillaré más fuerte.” Ian y los ositos pensaron durante un momento. Ian sugirió: “Podemos trabajar juntos. ¡Todos a empujar!”.

Ian, Luni y los papás osos formaron un gran círculo alrededor de la estrella. Con todas sus fuerzas, comenzaron a empujar y tirar de las rocas. Con un gran esfuerzo, la estrella finalmente salió de su trampa. “¡Hurra! ¡Lo logramos!” gritó Luni.

La estrella, feliz y resplandeciente, les dio las gracias. “Ustedes son muy valientes y amables. ¡Voy a brillar más que nunca esta noche!” Y, para agradecérselo, la estrella les ofreció un deseo a cada uno. Ian pensó en algo divertido. “Me gustaría que cada vez que miráramos al cielo, pudiéramos ver estrellas que brillen siempre que queramos.” Y la estrella, con un parpadeo mágico, hizo el deseo realidad.

La luz de la estrella se volvió tan brillante y hermosa que iluminó todo el cráter. Luego, la estrella prometió que siempre miraría hacia ellos y les enviaría destellos de luz cada vez que se sintieran tristes. “Siempre tendréis un rincón de luz en el universo”, les dijo.

Disfrutaron juntos de la alegría y rieron por horas. Mientras tanto, el papá oso, que siempre tenía grandes ideas, dijo: “¿Por qué no vamos de paseo por la luna? Debe haber otras maravillas que explorar.” Ian y los tres ositos se emocionaron y decidieron emprender una aventura lunar. Subieron a su cohete de nuevo, que les llevó a un lugar lleno de montañas de polvo brillante y ríos de cristal.

Mientras exploraban, vieron una cascada que parecía hecha de jengibre. Ian exclamó: “¡Miren! ¡Esa cascada debe ser deliciosa!” La mamá osa rió y dijo: “¿Y si hacemos una fiesta de galletas lunares junto a la cascada?”

La idea sonó genial. Juntos, comenzaron a recolectar ingredientes del suelo lunar, que eran suaves y esponjosos. Ian buscó un poco de polvo de estrellas, mientras que Luni y su familia juntaron algunas frutas de colores que encontraban alrededor. Pronto, habían hecho una masa dorada y brillante.

Después, comenzaron a hacer formas de galletas. Hicieron estrellas, lunas y hasta ositos. Cuando terminaron, las pusieron a cocinar cerca de la cascada. La masa burbujeó y chisporroteó, y al final, los olores más irresistibles se mezclaron en el aire. Una vez listas, disfrutaron de las galletas lunares acompañadas de un galón de leche de estrellas, un dulce licuado de la leche de las nubes.

Después de comer, Ian miró el horizonte lunar y se dio cuenta de que ya se estaba haciendo tarde. Sabía que era el momento de volver a casa. “¡Qué día tan maravilloso hemos tenido!” dijo Ian mientras abrazaba a cada uno de los ositos. “Nunca olvidaré este viaje.”

La familia de ositos celestiales le sonrió. “Siempre serás bienvenido aquí, Ian. Y recuerda, cada vez que mires al cielo, ¡sabremos que estás pensando en nosotros!”

Ian sonrió, subió de nuevo a su cohete y, mientras despegaba, miró hacia atrás y vio a sus nuevos amigos agitando sus patitas. Con el corazón lleno de alegría y experiencias, Ian regresó a su hogar. Cuando llegó, se dio cuenta de que ya era de noche y que había muchas estrellas brillando en el cielo, como había deseado.

Desde ese día, cada vez que Ian miraba las estrellas, recordaba su aventura con la familia de los ositos celestiales y sonreía, sabiendo que la amistad puede brillar incluso en la distancia. Y mientras los ositos miraban al cielo, sabían que su amigo siempre estaría presente en sus corazones. Al final de la noche, Ian se durmió, soñando con nuevas aventuras y la magia que existe entre amigos. Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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