Había una vez, en un bosque mágico y colorido, una bruja llamada Bruna. Bruna no era una bruja común y corriente, porque no le gustaba hacer hechizos malos ni asustar a la gente. En su lugar, Bruna soñaba con ser una princesa. Ella tenía un sombrero puntiagudo y una larga melena que brillaba como el oro, pero en su corazón, siempre deseaba vivir en un castillo y usar vestidos bonitos como una princesa.
Cada día, Bruna miraba desde su casita en el bosque hacia el castillo que se veía a lo lejos y suspiraba. Quería tanto ser princesa que decidió buscar una manera de hacer su sueño realidad. Un día, mientras paseaba por el bosque recogiendo flores, Bruna recordó la leyenda de un pozo de los deseos que podía cumplir cualquier deseo que se pidiera con el corazón puro.
Con renovada esperanza, Bruna se puso en marcha para encontrar el pozo de los deseos. Caminó y caminó, pasando por arroyos burbujeantes y árboles gigantescos, hasta que finalmente llegó a un claro donde el pozo de los deseos brillaba bajo la luz del sol. El pozo estaba decorado con flores mágicas y símbolos antiguos que destellaban con una luz propia.
Bruna se acercó al pozo y cerró los ojos con fuerza. —Deseo ser una princesa —dijo en voz alta, dejando caer una moneda en el agua cristalina del pozo. Esperó y esperó, pero nada sucedió. Bruna se sintió triste, pero no estaba dispuesta a rendirse. Decidió que quizás necesitaba hacer algo más para demostrar que su deseo era verdadero.
Durante los días siguientes, Bruna hizo todo lo posible para ayudar a los animales del bosque y a los aldeanos cercanos. Ayudó a un pequeño conejo a encontrar su madriguera, curó a un pájaro herido y usó su magia para hacer crecer flores en los jardines de las casas. Cada buena acción la hacía sentir más cerca de su sueño.
Una noche, mientras Bruna dormía, tuvo un sueño muy especial. En su sueño, apareció una hada brillante que le habló con una voz dulce y melodiosa. —Bruna, tu corazón es puro y tus intenciones son buenas. El pozo de los deseos ha escuchado tus peticiones, pero ser una princesa no es solo usar vestidos bonitos y vivir en un castillo. Ser princesa significa cuidar de los demás, ser valiente y tener un corazón lleno de amor. Ya has demostrado que tienes todas esas cualidades.
Bruna despertó con una sonrisa y decidió ir una vez más al pozo de los deseos. Esta vez, no pidió ser una princesa, sino que simplemente agradeció por todo lo que tenía y por la oportunidad de ayudar a los demás. Al lanzar una moneda al pozo, una luz brillante emergió del agua y rodeó a Bruna.
De repente, Bruna se encontró vestida con un hermoso vestido de princesa y una corona resplandeciente en su cabeza. No podía creer lo que veía. Miró a su alrededor y vio que el bosque también había cambiado. Los árboles eran más verdes, las flores más brillantes y los animales del bosque estaban felices y agradecidos.
Bruna había aprendido que la verdadera magia estaba en su bondad y en su deseo de hacer el bien. Ahora, no solo era una bruja, sino también una princesa en su corazón. Decidió usar su nuevo título para seguir ayudando a los demás y hacer del bosque un lugar aún más hermoso.
Desde entonces, Bruna vivió feliz, siendo tanto una bruja buena como una princesa, cuidando de su reino con amor y magia. Y así, el bosque mágico floreció bajo su cuidado, y todos los que vivían allí sabían que tenían una princesa especial que los protegería siempre.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.