Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y verdes colinas, dos amigos llamados Luis y Carla. Ambos tenían once años, y eran inseparables desde que podían recordar. Les encantaba explorar los alrededores de su hogar, pero su lugar favorito era el gran bosque que se extendía a las afueras del pueblo. El bosque no era solo un montón de árboles y plantas; había algo especial en él. Luis y Carla sentían que el bosque tenía vida propia, como si escondiera secretos mágicos esperando ser descubiertos.
Una tarde de primavera, mientras caminaban por uno de los senderos menos transitados del bosque, Luis notó algo inusual. A lo lejos, vieron un gran roble cuyas hojas brillaban con una luz extraña y hermosa. Decidieron acercarse, fascinados por el resplandor. A medida que se aproximaban, se dieron cuenta de que el árbol no estaba solo. A su lado, una anciana de aspecto misterioso los observaba con una mirada profunda. Su cabello era blanco como la nieve, y su capa estaba hecha de hojas secas y ramas. En su mano, sostenía un bastón tallado en madera, y a su alrededor, la naturaleza parecía comportarse de manera extraña: las hojas susurraban como si estuvieran vivas, y los animales del bosque se mantenían en silencio.
—Bienvenidos, jóvenes —dijo la anciana con voz grave, pero amable—. He estado esperándolos.
Luis y Carla se miraron, sorprendidos. ¿Cómo podía esa mujer saber quiénes eran? Sin embargo, había algo en su presencia que no los hacía sentir miedo. Más bien, sentían curiosidad.
—¿Quién eres? —preguntó Carla, siempre la más valiente de los dos.
—Me llamo Morgana —respondió la anciana—. Soy la guardiana de este bosque. Durante siglos, he cuidado de los árboles, los animales y la magia que habita aquí. Pero el bosque está en peligro, y necesito vuestra ayuda.
Luis y Carla se sorprendieron al escuchar esto. ¿En peligro? ¿Cómo podían ellos, dos niños, ayudar a una guardiana mágica?
—¿Qué ha pasado? —preguntó Luis—. ¿Cómo podemos ayudar?
Morgana suspiró y señaló al gran roble que brillaba.
—Este árbol es el corazón del bosque. Su luz mantiene todo vivo y equilibrado. Sin embargo, algo oscuro ha comenzado a crecer en las profundidades de la tierra. Es un mal antiguo que amenaza con destruir la vida en este lugar. Solo aquellos que tienen un corazón puro y el valor suficiente pueden enfrentarse a esta oscuridad.
Carla dio un paso adelante.
—Nosotros haremos lo que sea necesario. Queremos proteger este bosque tanto como tú.
Luis, aunque algo más cauteloso, asintió. Sabía que Carla tenía razón. Desde que eran pequeños, ambos habían sentido una conexión especial con la naturaleza, y ahora era su oportunidad de demostrarlo.
—Entonces, debéis adentraros en la parte más profunda del bosque —dijo Morgana—. Allí encontraréis la fuente de la oscuridad. Pero no estaréis solos. La naturaleza siempre cuida de quienes la protegen.
Con un gesto de su bastón, Morgana hizo que el suelo se abriera ligeramente, y de entre las raíces del roble emergieron tres pequeñas criaturas mágicas: una ardilla de pelaje brillante, un zorro con ojos dorados, y un búho de plumas plateadas.
—Estos serán vuestros compañeros —explicó Morgana—. Ellos conocen los secretos del bosque y os guiarán a través de los desafíos que enfrentaréis.
Con sus nuevos compañeros a su lado, Luis y Carla emprendieron su viaje hacia lo profundo del bosque. El ambiente cambió rápidamente. Los árboles se volvían más altos y densos, y el suelo estaba cubierto de raíces que parecían retorcerse bajo sus pies. A medida que avanzaban, notaron que el aire se volvía más pesado, como si la oscuridad que mencionó Morgana estuviera cerca.
—Este lugar da escalofríos —susurró Luis, mirando alrededor.
—No te preocupes —respondió Carla, con una sonrisa tranquilizadora—. Estamos juntos en esto. Y además, tenemos a nuestros amigos del bosque.
La ardilla, el zorro y el búho parecían estar atentos a todo lo que ocurría. La ardilla saltaba de rama en rama, guiando el camino, mientras que el zorro se mantenía cerca de ellos, olfateando el aire en busca de peligros. El búho, desde las alturas, vigilaba el cielo.
Finalmente, llegaron a un claro donde el suelo estaba cubierto de una neblina oscura que parecía moverse como una criatura viva. En el centro del claro, había un antiguo pozo de piedra, del que salía una extraña luz negra.
—Ese es el origen de la oscuridad —dijo el búho, posándose en una rama cercana.
Luis y Carla sabían que debían actuar rápido, pero no sabían cómo. Entonces, el zorro, con sus ojos dorados brillando, se acercó al pozo y escarbó en el suelo. Entre las raíces encontró una piedra brillante, que emitía una luz verde intensa.
—Esa piedra es la clave —dijo la ardilla—. Es la esencia de la vida del bosque. Si la colocan en el pozo, restaurará el equilibrio.
Carla tomó la piedra con cuidado, pero justo cuando se acercaba al pozo, una sombra oscura surgió de él, tomando la forma de una figura siniestra. Era una bruja antigua, mucho más malvada que Morgana, que había estado esperando en las profundidades.
—¡No permitiré que destruyan mi poder! —gritó la bruja con voz escalofriante.
Luis y Carla retrocedieron, pero no estaban dispuestos a rendirse. Recordaron las palabras de Morgana: «La naturaleza siempre cuida de quienes la protegen». Con esa idea en mente, Carla lanzó la piedra hacia el pozo, mientras Luis, con el corazón acelerado, corrió hacia la sombra de la bruja, intentando distraerla.
La piedra cayó en el pozo, y de inmediato, una luz verde brillante llenó el claro. La bruja gritó de furia mientras la luz la envolvía. El mal comenzó a desvanecerse, y poco a poco, la oscuridad se disipó, dejando el pozo y el bosque en paz.
Luis y Carla se miraron, exhaustos pero felices. Lo habían logrado. Habían salvado el corazón del bosque.
Morgana apareció nuevamente, sonriendo con orgullo.
—Lo habéis hecho bien, jóvenes. El bosque está a salvo gracias a vosotros. Ahora, sois verdaderos guardianes de la naturaleza.
Con una última mirada a sus compañeros del bosque, Luis y Carla regresaron a su hogar, sabiendo que siempre llevarían en sus corazones la misión de proteger el mundo natural.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.