Había una vez, en una pequeña casa rodeada de árboles, una niña llamada Alana. Alana tenía solo un año, pero su sonrisa era tan brillante como el sol, y su risa llenaba de alegría cada rincón de la casa. Vivía con sus padres, quienes la adoraban profundamente, y cada día se aseguraban de que Alana se sintiera amada y protegida.
Desde que nació, Alana había sido el centro de atención en su hogar. Sus primeros pasos, sus primeras palabras y su curiosidad por el mundo eran celebrados con gran entusiasmo por su familia. Cada pequeño logro de Alana era una muestra de superación personal y crecimiento, algo que sus padres valoraban enormemente.
Una mañana, mientras los rayos del sol iluminaban suavemente la sala de estar, Alana se sentó en el suelo rodeada de sus juguetes. Le encantaba explorar las formas, los colores y los sonidos que los juguetes hacían. Sus padres, sentados cerca, la observaban con una sonrisa en sus rostros. Sabían que, aunque Alana era pequeña, cada momento en su vida era una oportunidad para aprender algo nuevo.
Alana levantó uno de sus juguetes favoritos, un pequeño osito de peluche. Lo abrazó con fuerza y luego lo dejó caer, riendo. Sus padres rieron junto con ella. Era un día tranquilo, lleno de amor y paz.
Pero la historia de Alana no era solo sobre los momentos felices en su hogar, también era sobre los desafíos que enfrentaba al crecer. Como todos los niños, Alana tenía que aprender a superar pequeños obstáculos cada día. A veces tropezaba cuando intentaba caminar, otras veces se frustraba cuando no lograba alcanzar un juguete que estaba demasiado alto para ella. Sin embargo, Alana siempre lo intentaba una vez más, sin rendirse.
Una tarde, mientras jugaba en el parque con sus padres, Alana decidió que quería subir al pequeño tobogán. Lo había visto desde abajo muchas veces, pero nunca había subido sola. Esta vez, miró a sus padres, quienes la animaron con una sonrisa.
—¡Tú puedes, Alana! —dijo su mamá con cariño—. Nosotros estamos aquí contigo.
Alana, con su pequeña mano aferrada a la barandilla, comenzó a subir. Sus pies se movían lentamente, y de vez en cuando miraba hacia atrás, asegurándose de que sus padres estuvieran allí. Cada paso que daba era un esfuerzo, pero no se rendía. Finalmente, llegó a la cima del tobogán. Su corazón latía con emoción, y sus ojos brillaban de orgullo. Sabía que había hecho algo grande.
Con una pequeña risa, se dejó deslizar por el tobogán, y al llegar abajo, sus padres la recibieron con abrazos y besos.
—¡Lo hiciste, Alana! —exclamó su papá—. ¡Eres muy valiente!
Ese día, Alana aprendió una importante lección: con amor y apoyo, podía superar cualquier desafío, grande o pequeño. Y aunque era solo un tobogán, para Alana, había sido una gran aventura.
Los días en la vida de Alana seguían llenos de momentos así. A veces se caía, a veces lloraba porque algo no salía como esperaba, pero siempre, al final, estaba rodeada del amor incondicional de su familia. Sus padres le enseñaban, con cada abrazo y palabra de aliento, que el amor y la perseverancia eran la clave para superar cualquier dificultad.
Una noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Alana se acurrucó en los brazos de su mamá. Era su momento favorito del día, cuando le contaban historias antes de dormir. Las historias siempre hablaban de amor, de superación y de cómo, con el apoyo de la familia, todo era posible.
—Mamá, papá —dijo Alana, susurrando suavemente—. Yo los quiero mucho.
Sus padres sonrieron, llenos de amor.
—Nosotros también te queremos, Alana. Siempre estaremos aquí para ti, en cada paso de tu camino.
Y así, envuelta en el amor de su familia, Alana cerró los ojos y se quedó dormida, soñando con nuevas aventuras y con todo lo que aún tenía por aprender en su maravilloso mundo.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.