Había una vez, en un mundo mágico lejano, donde cada amanecer pintaba el cielo con pinceladas de colores brillantes, existía un bosque encantado lleno de criaturas míticas y paisajes místicos. En este bosque vivía una bruja buena llamada Nerina. Él tenía el cabello plateado que le caía en cascada y siempre vestía una túnica verde con detalles dorados que brillaban a la luz del sol. Su hogar era una acogedora cabaña repleta de pociones mágicas y libros de hechizos.
Un día, mientras Nerina paseaba por el bosque, escuchó un sonido inusual que provenía de unos arbustos verdes. Intrigada, se acercó y encontró algo que nunca hubiera imaginado: una pequeña bebé humana recién nacida, abandonada y sola. Nerina, conmovida por la fragilidad de la niña, decidió llevarla a su cabaña y cuidarla como si fuera su propia hija. La llamó Nerina, en honor a su propia madre, y desde ese momento la amó profundamente.
A medida que la pequeña Nerina crecía, se llenaba de alegría y curiosidad. La bruja le enseñó sobre las maravillas del bosque encantado, le contó historias mágicas y le mostró cómo hacer pociones simples. Para Nerina, cada día era una nueva aventura llena de descubrimientos.
Cuando Nerina tenía seis años, su madre adoptiva comenzó a contarle historias sobre el mundo humano. Le habló de ciudades bulliciosas, máquinas asombrosas y gente que no conocía la magia como ellos. Nerina escuchaba fascinada, pero también sentía una creciente tristeza y curiosidad por conocer más sobre su verdadero origen.
Con el tiempo, Nerina cumplió diez años. A esa edad, decidió que estaba lista para una nueva aventura. Quería explorar más allá del bosque encantado y descubrir la verdad sobre su pasado. Su madre adoptiva, aunque preocupada, le dio su bendición y la preparó para el viaje. Le regaló un amuleto mágico para protegerla y le enseñó un par de hechizos útiles.
Así comenzó la aventura de Nerina. Con su amuleto colgando del cuello y un corazón lleno de esperanza, se adentró en el mundo más allá del bosque. No pasó mucho tiempo antes de que encontrara nuevos amigos mágicos. Primero conoció a un hada llamada Liora, que tenía alas resplandecientes y una risa contagiosa. Luego se unió a ellos un joven elfo llamado Arion, experto en el arte de la arquería y con un gran sentido del humor.
Juntos, Nerina, Liora y Arion se enfrentaron a numerosos desafíos. Desde esquivar trampas mágicas en ruinas antiguas hasta resolver acertijos en cuevas oscuras, el equipo se hizo cada vez más fuerte y unido. Nerina aprendió a confiar en sus amigos y a utilizar la magia que su madre adoptiva le había enseñado.
Un día, durante su viaje, se encontraron con un oscuro hechicero llamado Malakar. Él era conocido por su deseo de destruir toda la magia buena del mundo y sumergirlo en una era de oscuridad y desesperación. Nerina y sus amigos sabían que debían detenerlo.
La batalla contra Malakar fue intensa y peligrosa. El hechicero lanzó poderosos conjuros oscuros, pero Nerina, Liora y Arion se defendieron valientemente. Utilizando todo lo que habían aprendido, lograron frustrar los planes de Malakar una y otra vez. Sin embargo, el hechicero no se daba por vencido fácilmente.
En la confrontación final, Nerina recordó las palabras de su madre adoptiva sobre la verdadera fuerza que reside en el amor y la amistad. Con renovada determinación, usó el amuleto mágico que su madre le había dado y canalizó todo su amor por sus amigos y su madre en un poderoso hechizo de luz. La luz fue tan intensa que disipó la oscuridad de Malakar, destruyendo sus poderes y liberando al mundo de su amenaza.
Con Malakar derrotado, la paz volvió al mundo mágico. Nerina y sus amigos fueron celebrados como héroes. Sin embargo, para Nerina, lo más importante era el conocimiento que había ganado sobre sí misma y su verdadero lugar en el mundo. Había descubierto que, aunque su origen era humano, su corazón pertenecía al bosque encantado y a la familia que había encontrado allí.
Regresó a su cabaña en el bosque, donde su madre adoptiva la esperaba con los brazos abiertos. Juntas, continuaron viviendo felices, explorando nuevas maravillas mágicas y ayudando a todos los seres que encontraban en su camino. Nerina nunca olvidó las aventuras que vivió ni los amigos que hizo, y siempre mantuvo en su corazón la lección más importante de todas: el verdadero poder reside en el amor y la amistad.
Y así, en cada rincón del bosque encantado y más allá, la leyenda de Nerina, la bruja buena, vivió para siempre, inspirando a generaciones futuras a ser valientes, justos y compasivos.
Fin.
La hija de la bruja buena