En un futuro no muy lejano, la humanidad había logrado lo que parecía imposible: colonizar los planetas más cercanos a la Tierra. Las naves espaciales surcaban el cosmos, conectando colonias, explorando rincones desconocidos del universo y llevando a cabo misiones de gran importancia para asegurar la supervivencia de la humanidad. En una de esas naves, llamada Orionis, cinco tripulantes se encontraban en medio de una misión especial: llevar suministros a una base en el distante planeta Delta Prime.
Los cinco tripulantes, conocidos por los colores de sus trajes, eran Rojo, Azul, Amarillo, Verde y Naranja. Aunque cada uno tenía una personalidad distinta, todos compartían el objetivo común de cumplir su misión. Rojo era el líder de la tripulación, serio y meticuloso; Azul, el ingeniero, siempre calmado y con soluciones a cualquier problema técnico; Amarillo, el médico, alegre y siempre optimista; Verde, el científico, extremadamente curioso y a veces un poco distraído; y Naranja, el piloto, un experto en maniobras espaciales, pero con un toque de misterio.
La nave flotaba en el vacío, mientras los tripulantes realizaban sus tareas diarias en la sala de mando. Todo parecía normal, hasta que una luz roja comenzó a parpadear en el panel de control. Azul, quien estaba a cargo de los sistemas, fue el primero en notar la anomalía.
—Tenemos un problema en el sistema de oxígeno —anunció Azul, con el ceño fruncido—. No parece algo grave, pero debemos resolverlo antes de llegar a Delta Prime.
Rojo se acercó al panel para ver los detalles. Efectivamente, el sistema de oxígeno estaba fallando, pero no parecía haber una razón evidente para ello.
—Podemos arreglarlo en poco tiempo —dijo Rojo, confiado—. No es la primera vez que enfrentamos este tipo de problemas.
Sin embargo, mientras Azul y Rojo comenzaban a revisar el sistema, algo extraño sucedió. El sistema de control de comunicaciones dejó de funcionar, y las luces en la nave comenzaron a parpadear. Una sensación de incomodidad se apoderó de todos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Amarillo, mirando alrededor con inquietud—. ¿No es extraño que tengamos tantos fallos al mismo tiempo?
Naranja, que estaba observando en silencio desde su puesto de piloto, habló por primera vez en horas.
—Podría ser una coincidencia… o tal vez no.
El silencio cayó sobre la tripulación. El comentario de Naranja los dejó a todos pensando. ¿Una coincidencia? ¿O algo más siniestro? Mientras Rojo y Azul intentaban restablecer los sistemas, Verde se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la sala de mando, observando todo con sus ojos curiosos.
—Hay algo más —dijo Verde, finalmente—. Estos fallos no son normales. Alguien está saboteando la nave.
La palabra «saboteo» cayó como una bomba en medio de la tripulación. Todos se miraron unos a otros, con creciente desconfianza.
—¿Estás diciendo que uno de nosotros…? —comenzó a decir Amarillo, con los ojos muy abiertos.
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo —respondió Verde, con una expresión grave—. Alguien aquí es un impostor.
La tensión en la sala de mando se hizo palpable. Los cinco tripulantes ahora se veían con desconfianza. ¿Quién podía ser el impostor? ¿Por qué alguien querría sabotear la misión?
Rojo, con su habitual sentido del deber, tomó el control de la situación.
—Necesitamos mantener la calma —dijo, firme—. Si uno de nosotros es el impostor, lo descubriremos. Pero primero, debemos asegurarnos de que la nave vuelva a estar en funcionamiento.
La tripulación asintió, aunque la desconfianza era evidente en sus ojos. Se dividieron las tareas: Azul y Amarillo fueron a revisar los sistemas de soporte vital, mientras Verde y Naranja revisaban el sistema de comunicaciones. Rojo, por su parte, decidió quedarse en la sala de mando para supervisar todo.
Sin embargo, mientras cada uno se ocupaba de su tarea, la sensación de estar siendo vigilado no desaparecía. Amarillo sentía que los ojos de Azul se posaban en él de vez en cuando con una intensidad que no había sentido antes. Verde, por otro lado, no dejaba de sospechar de Naranja, quien parecía demasiado tranquilo para alguien que estaba en una nave a punto de colapsar.
—¿Qué es lo que realmente está pasando aquí? —se preguntó Amarillo en silencio, mientras revisaba los sistemas.
Las horas pasaron, y aunque lograron restaurar algunos de los sistemas, los fallos seguían ocurriendo. Era claro que el impostor estaba actuando desde dentro, y cada minuto que pasaba acercaba más a la tripulación al desastre.
Finalmente, Rojo decidió que ya era hora de confrontar la situación.
—No podemos seguir así —dijo, reuniendo a todos en la sala de mando—. Uno de nosotros está saboteando la misión, y no nos detendremos hasta descubrir quién es. Así que quiero que cada uno explique qué ha hecho durante la última hora.
El silencio se apoderó de la sala mientras cada uno de los tripulantes pensaba en cómo defenderse. Azul fue el primero en hablar.
—He estado trabajando en el sistema de soporte vital con Amarillo. Intenté reparar los sistemas, pero seguían fallando sin razón aparente.
Amarillo asintió, confirmando la historia de Azul, pero añadió:
—Es cierto, pero noté que Azul parecía nervioso, más de lo usual. No sé si es porque está preocupado por la misión, pero… es sospechoso.
Azul miró a Amarillo con incredulidad, pero antes de que pudiera responder, Verde tomó la palabra.
—Yo estuve revisando el sistema de comunicaciones con Naranja —dijo, mirando directamente a Naranja—. Pero no estoy convencido de que Naranja haya hecho todo lo posible por arreglarlo. De hecho, parecía estar retrasando las reparaciones.
Naranja frunció el ceño, ofendido por la acusación.
—Eso no es cierto. Hice todo lo que pude. Quizás tú estás intentando desviar la atención de ti mismo, Verde. Siempre fuiste el más… curioso de todos nosotros. Tal vez demasiado curioso.
La discusión comenzó a subir de tono, y Rojo tuvo que intervenir.
—¡Basta! Esto no nos está llevando a ningún lado. Solo hay una forma de resolver esto. Debemos trabajar juntos para restaurar los sistemas por completo, y el impostor será desenmascarado cuando intente sabotearnos de nuevo.
La tripulación asintió, aunque las sospechas seguían flotando en el aire. Mientras trabajaban en equipo para restaurar el último sistema crítico de la nave, las miradas furtivas no cesaban.
Finalmente, cuando todo parecía estar bajo control, un error fatal ocurrió en el sistema de navegación, desviando la nave hacia un campo de asteroides. Naranja, al mando de la nave, intentó maniobrar para evitar los asteroides, pero era demasiado tarde. Rojo gritó órdenes, Azul y Amarillo intentaron estabilizar el soporte vital, y Verde trató de restablecer las comunicaciones, pero todo sucedía demasiado rápido.
De repente, en medio del caos, Naranja realizó una maniobra brusca que pareció ser más intencional que un error. Azul lo notó y gritó:
—¡Es él! ¡Naranja es el impostor!
Naranja esbozó una sonrisa oscura antes de apagar los sistemas principales de la nave, revelando su verdadero plan: llevar la nave y su tripulación hacia la destrucción.
Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, Rojo, con una rápida acción, logró desconectar el control manual de Naranja, restaurando los sistemas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.