Jhoan, conocido como Misterfox en su mundo, era un héroe reconocido por su valentía y su brillante traje rosa y plateado. Desde pequeño, siempre había soñado con proteger a los demás, y cuando descubrió los poderes de sus aretes mágicos, supo que estaba destinado a hacer grandes cosas. Con su energía ilimitada y su corazón lleno de bondad, Misterfox se había convertido en el defensor de su ciudad, enfrentando desafíos y derrotando villanos, siempre con una sonrisa en el rostro.
Sin embargo, lo que Jhoan no sabía era que, en un universo paralelo, existía otra versión de él, una oscura y retorcida. En ese mundo, donde todo parecía sombrío y triste, existía Masterfox, su contraparte malvada. En lugar de ser un héroe, Masterfox era temido por todos, y su traje, en lugar de brillar con luz y esperanza, era oscuro, con un rosa profundo y negro que reflejaba el caos que gobernaba su corazón. Su máscara, lejos de inspirar confianza, causaba temor, y su cabello negro desordenado le daba un aire peligroso, casi aterrador.
Un día, mientras Misterfox exploraba su ciudad, asegurándose de que todo estaba en orden, sintió algo inusual en el aire. Era una energía extraña, algo que nunca antes había sentido. Miró a su alrededor, buscando el origen de esa sensación, hasta que vio algo que lo dejó sin aliento: un portal brillante y giratorio había aparecido en medio de la calle. La gente que pasaba lo miraba con asombro y temor, pero Jhoan, con su instinto de héroe, se acercó sin dudarlo.
—¿Qué es esto? —se preguntó en voz alta, mientras extendía la mano hacia el portal.
Sin pensarlo dos veces, Jhoan tocó la superficie brillante del portal, y en un abrir y cerrar de ojos, fue absorbido por una oleada de luz. Todo a su alrededor se distorsionó, como si el mundo entero hubiera cambiado de forma. El tiempo y el espacio parecían no tener sentido en ese extraño viaje. Jhoan sentía como si estuviera flotando, pero al mismo tiempo, avanzando hacia un destino desconocido.
Cuando finalmente abrió los ojos, ya no estaba en su ciudad. Se encontraba en un lugar que se sentía familiar pero, al mismo tiempo, completamente diferente. Las calles estaban vacías, las luces apagadas, y los edificios parecían retorcidos y deformes, como si una fuerza oscura los hubiera corroído. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y un viento frío soplaba sin cesar.
—¿Dónde estoy? —murmuró, mirando a su alrededor.
Entonces, lo vio. Frente a él, de pie en medio de la calle vacía, estaba una figura que le resultaba extrañamente familiar. Llevaba un traje similar al suyo, pero en lugar de brillar, era oscuro, con tonos de plata desgastada y rayas de gato en el pantalón, que simbolizaban el caos. Su máscara, que debería haber sido símbolo de esperanza, parecía amenazante y siniestra. Masterfox lo miraba con una sonrisa torcida, como si hubiera estado esperando ese momento.
—Así que eres el héroe del otro lado —dijo Masterfox, su voz resonando en el aire frío—. Siempre me pregunté cómo sería enfrentarte.
Jhoan dio un paso atrás, sorprendido por lo que estaba viendo. Era como mirarse en un espejo oscuro, una versión retorcida de sí mismo.
—¿Quién eres? —preguntó Jhoan, su voz firme pero llena de confusión.
Masterfox se rió, una risa fría y cruel que hizo eco en las calles vacías.
—Yo soy tú —respondió—. O al menos, la versión de ti que pertenece a este universo. Aquí no soy un héroe. Aquí soy el que controla, el que manda. Este mundo es mío, y ahora que estás aquí, también te destruiré para que no interfieras.
Jhoan sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaba frente a una gran amenaza. Masterfox no era un villano cualquiera, era su reflejo oscuro, alguien que podía igualar sus poderes e incluso superarlos si no tenía cuidado.
—No te dejaré destruirme ni hacer más daño —dijo Jhoan con determinación—. Protegeré este mundo, tal como lo hago en el mío.
Masterfox sonrió, y en un abrir y cerrar de ojos, los dos comenzaron a luchar. Misterfox, con su brillante traje, representaba la luz y la esperanza, mientras que Masterfox, con su oscuro atuendo, era la encarnación del caos y la destrucción.
La batalla entre ambos fue feroz. Misterfox usaba su velocidad y sus poderes de energía para lanzar rayos de luz hacia Masterfox, pero este los contrarrestaba con oscuridad, desviando los ataques y respondiendo con ráfagas de energía sombría. Los edificios a su alrededor temblaban con cada impacto, y el cielo se oscurecía aún más a medida que el poder de ambos chocaba.
—¡Eres débil, Misterfox! —gritó Masterfox, lanzando una ráfaga de energía oscura que hizo retroceder a Jhoan—. ¡Nunca podrás vencerme en mi propio mundo!
Jhoan se levantó con dificultad, su traje brillante ahora un poco desgastado por la intensidad de la batalla. Sabía que Masterfox tenía razón en una cosa: estaban en su mundo, y allí él tenía ventaja. Pero Misterfox no iba a rendirse. Recordó lo que siempre le daba fuerza en su propio mundo: la gente, la esperanza, y sobre todo, su deseo de proteger a los demás.
—Puede que este sea tu mundo —dijo Jhoan, poniéndose de pie con determinación—. Pero la luz siempre encuentra su camino, incluso en la oscuridad más profunda.
Con esas palabras, Misterfox concentró toda la energía que le quedaba y lanzó un rayo de luz tan brillante que iluminó todo el cielo oscuro. La luz atravesó las sombras, debilitando a Masterfox y rompiendo la oscuridad que lo rodeaba.
—¡No! —gritó Masterfox, cayendo de rodillas mientras la luz lo envolvía.
Jhoan aprovechó el momento de debilidad de su contraparte y avanzó hacia él.
—No tienes que ser así —dijo Jhoan, acercándose—. No tienes que ser un villano. Puedes elegir el camino correcto, como lo hice yo.
Masterfox lo miró con furia, pero también con algo de duda en sus ojos. Durante un momento, pareció considerar las palabras de Jhoan, pero luego volvió a endurecer su expresión.
—¡Nunca seré como tú! —rugió, antes de lanzar un último ataque de oscuridad.
Jhoan, preparado, contrarrestó el ataque con su luz, y en ese instante, el portal por el que había llegado comenzó a abrirse nuevamente. La batalla había debilitado el equilibrio entre ambos mundos, y el portal estaba listo para devolverlo a su propio universo.
—¡Es hora de regresar a casa! —dijo Jhoan, saltando hacia el portal.
Masterfox, debilitado y derrotado, se quedó mirando cómo Misterfox desaparecía en el resplandor del portal. Sabía que había perdido esa batalla, pero también sabía que la próxima vez estaría mejor preparado.
Cuando Jhoan volvió a su mundo, cayó de rodillas, exhausto pero aliviado. Había derrotado a su reflejo oscuro y había aprendido algo importante. No importa cuán sombría sea una situación, siempre hay esperanza si uno elige el camino correcto.
De pie bajo el cielo brillante de su propia ciudad, Misterfox se prometió a sí mismo que seguiría luchando por la justicia y la luz, no solo en su mundo, sino en cualquier lugar donde fuera necesario.
FIN.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.