En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía Omar, un niño de 8 años con una curiosidad inagotable. Una noche, mientras observaba las estrellas desde su ventana, vio una luz brillante que se acercaba rápidamente. Antes de que pudiera reaccionar, esa luz lo envolvió, y todo a su alrededor cambió.
Cuando abrió los ojos, Omar se encontraba en medio de una ciudad como nunca antes había visto. Rascacielos de cristal que tocaban el cielo, coches y motos voladoras que zumbaban por encima de él, y personas que se movían con trajes luminosos. Todo parecía sacado de un sueño.
Aunque estaba maravillado, Omar recordó el motivo de su aventura. Hacía años que su madre había desaparecido sin dejar rastro, y siempre había creído que la encontraría en un lugar especial. Esta ciudad del futuro parecía ser ese lugar.
Mientras caminaba, descubrió que podía comunicarse con las máquinas mediante la voz. «Llévame al lugar donde se encuentran las personas que han llegado recientemente», pidió a un coche volador. El vehículo obedeció, y pronto Omar se encontraba en un majestuoso edificio, que funcionaba como una especie de registro de recién llegados.
Dentro, tras buscar en las pantallas táctiles, encontró una foto familiar. ¡Era su madre! El registro indicaba que estaba en el Jardín de Recuerdos, un lugar donde las personas se reunían para revivir momentos especiales de sus vidas.
Omar se dirigió rápidamente hacia allí. El jardín era un vasto espacio lleno de esferas flotantes que proyectaban recuerdos. Y en una de esas esferas, vio a su madre, sonriendo mientras revivía momentos de su infancia con Omar.
Al acercarse, su madre lo reconoció al instante. Se abrazaron fuertemente, y Omar se dio cuenta de que la ciudad futurista no solo era un lugar de avances tecnológicos, sino también un lugar donde se podían sanar viejas heridas y reconectar con seres queridos.
Conclusión:
Después de reunirse, Omar y su madre decidieron regresar a su hogar en el pequeño pueblo. Aunque la ciudad del futuro era asombrosa, ambos comprendieron que lo más importante no era dónde estabas, sino con quién. Y para Omar, no había nada más valioso que estar con su madre.