Manuel Belgrano era un chico curioso y valiente de once años, conocido en su barrio por su astucia y habilidades para resolver misterios. Un día, mientras regresaba de la escuela, pasó frente al Museo Nacional, donde notó algo extraño: la bandera nacional argentina había desaparecido del lugar de honor en la sala de exposiciones. Sin pensarlo dos veces, Manuel decidió que debía investigar el asunto.
El museo estaba rodeado de cintas de la policía y periodistas por doquier. Manuel logró acercarse lo suficiente para escuchar a los detectives encargados del caso: el Detective Ramírez, un hombre alto con un abrigo largo y un sombrero que siempre llevaba una lupa, y la Detective Fernández, una mujer con el cabello corto y negro que siempre llevaba un cuaderno para anotar todas las pistas. Manuel decidió que debía hablar con ellos.
«Disculpen, detectives. Soy Manuel Belgrano, y creo que puedo ayudarles a resolver este caso», dijo Manuel con determinación.
Ramírez y Fernández se miraron sorprendidos, pero luego asintieron. «Muy bien, chico. Necesitamos toda la ayuda posible», respondió Ramírez.
Los tres entraron al museo y comenzaron a examinar la sala de exposiciones. La vitrina donde se guardaba la bandera estaba rota, y había algunas huellas en el suelo. Fernández tomó nota mientras Ramírez inspeccionaba las huellas con su lupa.
«Estas huellas parecen ser de alguien con zapatos grandes, tal vez un hombre alto», dijo Ramírez.
Manuel observó a su alrededor y notó algo brillante en el suelo. Se agachó y recogió un pequeño broche dorado en forma de águila. «Miren lo que encontré», dijo mientras mostraba el broche a los detectives.
«Interesante. Este broche no pertenece a la colección del museo», comentó Fernández, anotando el hallazgo en su cuaderno.
Los tres siguieron buscando pistas y llegaron a la conclusión de que el ladrón había escapado por una ventana abierta en la parte trasera del museo. Afuera, encontraron marcas de neumáticos que parecían recientes.
«Debemos averiguar a quién pertenece este broche y seguir las pistas de las marcas de neumáticos», dijo Ramírez.
Manuel tenía una idea. «Conozco a un joyero en el centro que tal vez pueda decirnos de dónde viene este broche. Se llama Don Julio y es muy sabio en todo lo relacionado con joyas antiguas».
Sin perder tiempo, se dirigieron a la tienda de Don Julio. El joyero, un hombre mayor con gafas redondas y una gran barba blanca, examinó el broche detenidamente.
«Este broche es muy antiguo, pertenece a una colección privada que fue robada hace muchos años», explicó Don Julio. «Solo unas pocas personas en la ciudad podrían tener algo así».
«¿Conoce a alguien que pueda tener uno de estos broches?», preguntó Fernández.
Don Julio asintió. «Hay un coleccionista llamado Lorenzo García. Es conocido por tener objetos raros y valiosos. Vive en una mansión en las afueras de la ciudad».
Armados con esta nueva pista, Manuel, Ramírez y Fernández se dirigieron a la mansión de Lorenzo García. La casa era enorme y estaba rodeada por un alto muro de ladrillo. Tocaron el timbre y un mayordomo los recibió.
«Buenas tardes, estamos aquí para hablar con el señor García sobre un asunto importante», dijo Ramírez mostrando su placa de detective.
El mayordomo los condujo a una sala lujosamente decorada, donde Lorenzo García, un hombre elegante con un bigote fino, los recibió.
«¿A qué debo el honor de esta visita?», preguntó García.
«Estamos investigando el robo de la bandera nacional del Museo Nacional y encontramos este broche en la escena del crimen», explicó Fernández. «Nos preguntábamos si podría decirnos algo sobre él».
García examinó el broche y levantó una ceja. «Este broche es parte de mi colección privada. Me lo robaron hace un mes. No sé cómo pudo haber terminado en el museo».
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.