En un tranquilo barrio de casas antiguas y árboles susurrantes, la pequeña Anto se preparaba con emoción para su primera noche fuera de casa. A sus nueve años, con su cabello negro como el carbón y sus curiosos ojos marrones, Anto se consideraba lo suficientemente valiente para enfrentar cualquier aventura. Pero esta vez, su aventura sería en casa de su amiga Kiara, una niña de diez años, con un encantador cabello castaño que siempre llevaba recogido en una cola baja, destacando sus gentiles ojos cafés.
La casa de Kiara era conocida en el vecindario por su majestuosidad y su aire de misterio, con un gran comedor adornado por una imponente chimenea, tres enormes cuartos y un largo pasillo que parecía contar historias del pasado. Esa tarde, cuando la madre de Anto la dejó en el porche, Kiara la recibió con un abrazo caluroso y una sonrisa que despejó cualquier duda o temor que pudiera tener Anto sobre la estancia.
Después de merendar juntas, las amigas subieron al cuarto de Kiara, donde su madre había ordenado todo perfectamente. Entre risas y juegos, la tarde se deslizó suavemente hacia la noche, y decidieron ver una película para completar el día. Sin embargo, justo antes de apagar las luces para dormir, un extraño crujido rompió el silencio del hogar, un sonido que parecía venir directamente de detrás de la chimenea en el salón.
Movidas por la curiosidad y un toque de valentía, las niñas decidieron investigar el origen de esos ruidos. Kiara, siempre la más audaz, tomó una linterna, mientras que Anto, aunque un poco temerosa, no quería quedarse atrás. Juntas, se dirigieron hacia el comedor, donde la luz de la luna se filtraba suavemente a través de las ventanas, proyectando sombras danzantes que hacían que el ambiente fuera aún más misterioso.
Al acercarse a la chimenea, el sonido se intensificó, como si algo o alguien raspara piedra contra piedra. Kiara, con un gesto de complicidad hacia Anto, tocó el borde de la chimenea buscando algo fuera de lo común. De repente, una de las piedras cedió ligeramente bajo su mano, revelando un mecanismo oculto. Con un clic suave, una sección de la pared se desplazó, descubriendo un pasadizo secreto que descendía en espiral hacia las profundidades de la tierra.
Anto sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero la emoción en los ojos de Kiara la impulsó a seguir adelante. Encendieron la linterna más fuerte y se aventuraron por el estrecho pasaje, cuyas paredes estaban cubiertas de antiguos grabados y polvo del tiempo. A medida que descendían, el aire se volvía más frío y los sonidos más extraños. Murmullos apenas perceptibles y el eco de sus propios pasos les hacían compañía en esa escalera hacia lo desconocido.
Finalmente, el pasadizo se abrió a una pequeña cámara subterránea, donde un cofre antiguo descansaba en el centro, como guardado por el tiempo mismo. Con cuidado, Kiara levantó la tapa, revelando un tesoro no de oro ni joyas, sino de viejos libros y mapas que parecían haber sido olvidados por generaciones. Entre ellos, encontraron un diario, con la historia de un antepasado de Kiara que había sido un famoso explorador y mago, protector de secretos mágicos y guardián de ese pasaje secreto.
El diario contaba que la chimenea servía como portal para los guardianes del mundo mágico, permitiéndoles viajar entre el mundo humano y reinos ocultos. El explorador había sellado el pasaje para proteger ambos mundos de un gran mal que buscaba pasar a través de él. Las niñas, maravilladas por la historia y el misterio revelado, decidieron que era su deber como nuevas guardianas proteger el secreto, al igual que su antepasado.
Con el amanecer, el pasadizo fue sellado nuevamente, y ambas niñas regresaron a sus vidas normales, pero con el secreto compartido de su aventura y la promesa de proteger el misterio que las unía aún más. Cada noche, antes de dormir, recordaban el crujido misterioso que las había llevado a descubrir su propio coraje y la magia oculta en lo cotidiano.
Así termina la historia de Anto y Kiara, dos amigas que descubrieron que el verdadero tesoro era la amistad y la aventura de descubrir juntas los secretos del mundo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.