Cuentos Clásicos

La Historia de Jing y Nuo

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Hola, mi nombre es Jing. Tengo 18 años y vivo en Pekín, la capital de China. Esta es mi historia. Nací en una familia tradicional china y fui hija única durante muchos años. Mi infancia fue tranquila y llena de paz en nuestra casa en Shanghái. Mi padre trabajaba como profesor universitario y mi madre era una artista conocida por sus pinturas caligráficas. Mi vida era serena, con días llenos de estudios y juegos en nuestro jardín.

Todo cambió cuando nació mi hermana menor, Nuo. Al principio, Nuo era una bebé adorable, con grandes ojos oscuros y una risa contagiosa. La casa se llenó de risas y juegos, y pronto me encontré pasando todo mi tiempo libre cuidando de ella. Nuo y yo formamos un vínculo muy especial. A medida que ella crecía, nuestros juegos se volvían más elaborados y nuestra relación se hacía más fuerte.

Cuando Nuo cumplió cuatro años, yo tenía doce. Aunque mis estudios comenzaban a ser más exigentes, siempre encontraba tiempo para jugar con ella después de la escuela. Nuo era una niña curiosa y llena de energía. Le encantaba explorar el jardín y hacer preguntas sobre todo lo que veía. A menudo la llevaba a pasear por los alrededores de nuestra casa, mostrándole las flores y los árboles, y contándole historias sobre la historia de nuestra familia y nuestra cultura.

A medida que pasaban los años, Nuo comenzó a ir a la escuela primaria y yo entré a la escuela secundaria. A pesar de la diferencia de edad, nuestra relación no cambió. Seguíamos pasando mucho tiempo juntas y yo seguía siendo su protectora y amiga. Me encantaba ver cómo crecía y aprendía cosas nuevas cada día.

Cuando Nuo cumplió diez años, yo tenía dieciocho. Estaba en mi último año de la escuela secundaria y me preparaba para ingresar a la universidad. Aunque mis estudios eran intensos, siempre encontraba tiempo para estar con Nuo. Ella también me apoyaba mucho, y su alegría y amor me daban fuerzas para seguir adelante. A menudo, después de una larga jornada de estudios, Nuo venía a mi habitación con una taza de té caliente y nos sentábamos juntas a charlar sobre nuestros días.

Una tarde de verano, mientras paseábamos por un parque cercano, Nuo me preguntó: «Jing, ¿qué quieres ser cuando seas mayor?»

La pregunta me tomó por sorpresa. Había estado tan enfocada en mis estudios que no había pensado mucho en el futuro. «No estoy segura, Nuo», respondí. «Pero sé que quiero hacer algo que me haga feliz y que pueda ayudar a los demás.»

Nuo sonrió y dijo: «Sé que harás algo increíble, Jing. Siempre has sido la mejor hermana y amiga.»

Sus palabras me conmovieron profundamente. Me di cuenta de que, no importaba lo que decidiera hacer en el futuro, siempre tendría a Nuo a mi lado, apoyándome y animándome. En ese momento, supe que quería hacer algo significativo, algo que pudiera hacer del mundo un lugar mejor para ella y para todos los demás.

Con el tiempo, terminé la escuela secundaria y fui aceptada en una prestigiosa universidad en Pekín. Aunque me emocionaba la idea de empezar esta nueva etapa de mi vida, también me preocupaba dejar a Nuo. Sin embargo, ella me sorprendió con su madurez y comprensión.

«Jing, sé que esto es importante para ti», dijo Nuo un día antes de mi partida. «Te extrañaré mucho, pero sé que siempre estaremos juntas en nuestros corazones.»

Nos abrazamos fuertemente y prometimos mantenernos en contacto. Aunque la vida universitaria era desafiante, siempre encontraba tiempo para llamar a Nuo y contarle sobre mis experiencias. Ella, a su vez, me contaba sobre sus días en la escuela y las nuevas cosas que estaba aprendiendo.

A medida que pasaban los años, nuestro vínculo se mantuvo fuerte. Cada vez que tenía vacaciones, volvía a casa y pasaba todo el tiempo posible con Nuo. La veía crecer y convertirse en una joven inteligente y amable, llena de sueños y aspiraciones. Me enorgullecía ver en ella el reflejo de los valores y enseñanzas que habíamos compartido a lo largo de los años.

Finalmente, llegó el día en que me gradué de la universidad. Toda mi familia, incluida Nuo, asistió a la ceremonia. Al recibir mi diploma, miré a Nuo y vi en sus ojos el mismo amor y apoyo que siempre había sentido. Después de la ceremonia, nos abrazamos y ella me dijo: «Estoy tan orgullosa de ti, Jing. Sabía que lograrías grandes cosas.»

Con mi título en mano y el apoyo incondicional de mi familia, decidí seguir mi pasión por ayudar a los demás. Me inscribí en un programa de voluntariado que me llevó a varias partes de China, donde trabajé en proyectos educativos y de salud. A través de este trabajo, conocí a muchas personas increíbles y aprendí valiosas lecciones sobre la vida y la humanidad.

Durante mis viajes, siempre mantenía a Nuo informada sobre mis aventuras. Le enviaba cartas y fotos, y ella respondía con sus propias historias y dibujos. A pesar de la distancia, nuestro vínculo seguía siendo tan fuerte como siempre.

Un día, mientras trabajaba en una pequeña aldea en las montañas, recibí una llamada urgente de mi madre. Nuo había enfermado gravemente y necesitaban que volviera a casa lo antes posible. Sin pensarlo dos veces, empaqué mis cosas y me dirigí de regreso a Pekín.

Cuando llegué, encontré a Nuo en el hospital. Estaba pálida y débil, pero aún así logró sonreír cuando me vio. Me senté a su lado, tomé su mano y le prometí que estaría con ella en cada paso del camino. Durante las siguientes semanas, pasé todo mi tiempo cuidando de Nuo y asegurándome de que recibiera la mejor atención posible.

A medida que Nuo se recuperaba lentamente, nuestro vínculo se hizo aún más fuerte. Compartimos muchos momentos especiales y profundos, recordando los buenos tiempos y hablando sobre el futuro. Nuo me inspiraba con su valentía y determinación, y yo me esforzaba por ser la mejor hermana que podía ser para ella.

Finalmente, después de una larga batalla, Nuo comenzó a recuperarse por completo. Su fuerza y resiliencia me recordaron la importancia de la familia y del amor incondicional. Juntas, salimos del hospital y regresamos a casa, más unidas que nunca.

La experiencia de cuidar a Nuo durante su enfermedad me hizo darme cuenta de lo importante que era para mí estar cerca de mi familia. Decidí continuar mi trabajo de voluntariado, pero esta vez lo haría desde Pekín, para poder estar cerca de aquellos que amaba.

Nuo y yo seguimos creciendo y aprendiendo juntas. A medida que pasaban los años, nuestros roles cambiaron. Nuo se convirtió en una joven fuerte y segura de sí misma, mientras que yo encontré mi lugar en el mundo ayudando a los demás. Sin importar los desafíos que enfrentáramos, siempre sabíamos que podíamos contar la una con la otra.

Un día, Nuo vino a verme con una gran sonrisa en el rostro. «Jing, he decidido seguir tus pasos», me dijo. «Quiero dedicar mi vida a ayudar a los demás, igual que tú.»

Mi corazón se llenó de orgullo y alegría. Sabía que Nuo tenía la fuerza y el espíritu necesarios para hacer una diferencia en el mundo. La apoyé en su decisión y la ayudé a encontrar oportunidades de voluntariado donde pudiera empezar su propia aventura.

Juntas, viajamos a diferentes partes de China, trabajando en proyectos comunitarios y haciendo amigos por donde pasábamos. Cada lugar que visitábamos, cada persona que conocíamos, nos enseñaba algo nuevo y valioso. Aprendimos que la verdadera riqueza de la vida no se mide en posesiones materiales, sino en las conexiones humanas y en la capacidad de hacer el bien.

A medida que nuestras vidas avanzaban, Nuo y yo seguimos siendo inseparables. Celebramos nuestros logros, apoyamos nuestras aspiraciones y enfrentamos juntos los desafíos. Nuestra historia, la historia de Jing y Nuo, es un testimonio del poder del amor fraternal y de la importancia de seguir nuestros sueños, sin importar las dificultades que se presenten.

Y así, con cada paso que damos, con cada sonrisa que compartimos, recordamos que, aunque el mundo puede ser un lugar vasto y lleno de incertidumbres, siempre tendremos el uno al otro. Y en esa certeza, encontramos nuestra mayor fortaleza y felicidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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