Cuentos Clásicos

Los Colores de la Amistad: La Carrera Inesperada del Bosque

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de colores brillantes, cuatro amigos muy especiales: el Conejito Brinco, el Pajarito Pi, el Erizo Emi y la Tortuga Tina. Cada uno de ellos tenía una personalidad única y juntos formaban un equipo inseparable. El Conejito Brinco era muy ágil y siempre estaba listo para realizar saltos y brincos por doquier. El Pajarito Pi, con sus suaves plumas de colores, era el más alegre, siempre cantando hermosas canciones desde lo alto de las ramas. El Erizo Emi, con su espalda cubierta de espinas, era un poco tímido, pero muy inteligente, y siempre encontraba soluciones a los problemas. La Tortuga Tina, aunque un poco más lenta que los demás, era muy sabia y siempre tenía un consejo útil que ofrecer.

Un día brillante de primavera, mientras los amigos se reunían en su lugar favorito cerca del río, un nuevo personaje apareció en el bosque. Era una pequeña ardilla llamada Lía. Lía era muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras. Se acercó a los cuatro amigos y les preguntó: “¿Puedo unirme a ustedes? Me encantaría jugar y conocer más sobre el bosque”.

“¡Por supuesto!”, exclamó el Conejito Brinco entusiasmado. “¡Siempre hay espacio para un nuevo amigo!”.

“¡Sí, ven a jugar con nosotros, Lía!”, agregó el Pajarito Pi, revoloteando alrededor de ella.

El Erizo Emi asintió con la cabeza, y la Tortuga Tina sonrió, feliz de dar la bienvenida a Lía. “Nos encanta tener nuevos amigos. Cuanto más, mejor”, dijo Tina con su voz suave.

Lía estaba tan emocionada que sus ojos brillaban como estrellas. Pasaron la tarde jugando a las escondidas entre los árboles, recogiendo flores de diferentes colores y contando historias sobre sus aventuras. Sin embargo, mientras exploraban, comenzaron a hablar sobre la posibilidad de una carrera.

“Deberíamos tener una gran carrera”, propuso el Conejito Brinco, saltando de alegría. “Sería divertido ver quién es el más rápido del bosque”.

“¡Eso suena genial!”, dijo Pajarito Pi. “¿Qué tal si hacemos una carrera de relevos entre los amigos? Cada uno puede correr una parte del camino”.

“Yo puedo ser el primero”, dijo Brinco con mucha seguridad. “Soy muy veloz”.

“Y yo volaré por encima y cantaré para animarles”, dijo Pi, entusiasmado.

“Pero no olviden que yo también puedo participar”, dijo Erizo Emi, aunque un poco nervioso. “Quizá no sea rápido, pero puedo pensar en una estrategia”.

“Yo iré al final”, dijo la Tortuga Tina. “Quizás no sea la más rápida, pero seré constante y segura”.

Lía miró a sus nuevos amigos y sonrió. “Yo también quiero participar. Me encanta correr y hacer nuevos amigos”, dijo. Todos estuvieron de acuerdo, y decidieron que Lía sería la que correría después de Tina. La carrera estaba planeada, y cada uno se prepararía para dar lo mejor de sí.

Al día siguiente, el bosque estaba lleno de emoción. Animalitos de todas partes se acercaron para ver la carrera. Había conejos, ardillas, pájaros, mariposas y hasta un viejo búho que observaba desde su rama, con sus ojos muy atentos. Todos los amigos estaban listos, cada uno en su puesto de salida. Conejito Brinco, por supuesto, estaba en el primer lugar, preparado para saltar hacia el triunfo.

Cuando el búho dio la señal de inicio, Brinco saltó tan alto que parecía volar. Corría velozmente, dejando una estela de polvo detrás de él. Mientras tanto, Pajarito Pi volaba alto en el cielo, cantando con entusiasmo para inspirar a sus amigos.

“¡Vamos, Conejito Brinco, tú puedes!”, cantaba Pi, dejando escapar notas melodiosas que llenaban el aire de alegría.

Brinco llegó a la primera meta y luego pasó la estafeta a Erizo Emi. Emi respiró hondo y corrió con cuidado, intentando usar su mente brillante para encontrar el mejor camino entre los obstáculos del bosque. No estaba seguro si podría seguir el ritmo, pero se concentró y encontró un sendero lleno de flores. Mientras corría, pensaba: “No soy el más rápido, pero si mantengo la calma, puedo hacer esto”.

Cuando llegó al siguiente punto, pasó la estafeta a Tortuga Tina. La tortuga sonrió con confianza. Sabía que podía ser constante y que eso era lo que contaba. Así que comenzó su parte del recorrido. Todos los espectadores la animaban al grito de: “¡Vamos, Tina!”.

Pi volaba en círculos alrededor de ella. “Tina, tú puedes hacerlo. Ve despacito y con calma, y lo lograrás”, decía mientras su voz era una melodía de aliento.

A medida que Tina avanzaba, su corazón latía fuerte, no por la velocidad, sino por el apoyo de sus amigos. Ella conocía muy bien el bosque, así que caminó con determinación, procurando no apresurarse y mantener un buen paso.

Cuando Tina finalmente llegó al final de su tramo, pasó la estafeta a Lía, que esperaba emocionada. Era la primera vez que participaba en una carrera con sus nuevos amigos, y no quería defraudarlos. “¡Ahora es mi turno!”, exclamó Lía, y salió corriendo con un gran impulso. La ardilla se movía ágilmente entre los arbustos y se sentía ligera como el viento.

De repente, mientras corría, Lía escuchó un extraño ruido detrás de ella. Era un grupo de patos que se habían atascado en un pequeño charco. Miró hacia atrás y se dio cuenta de que necesitaban ayuda. Sin dudarlo, Lía se detuvo y corrió hacia ellos. “¡Hola, amigos! ¿Necesitan ayuda?”.

Los patos estaban en un apuro, intentado salir del barro. “¡Sí, por favor! Estamos atrapados”, dijeron en coro.

Lía rápidamente ideó un plan. “Esperen, tengo una idea. Voy a buscar a mis amigos”, dijo, y salió corriendo con rapidez para encontrar a Conejito Brinco, Pajarito Pi, Erizo Emi y Tortuga Tina.

Cuando reunió a todos, les explicó la situación. “Amigos, los patos están atrapados en el charco. Necesitamos ayudarles”, dijo.

Todos los amigos se miraron y asintieron. “¡Ayudemos a los patos!”, dijo Brinco, que siempre estaba interesado en ayudar a los demás. Tina, aunque podía no parecer rápida, se puso en movimiento junto con Emi y Brinco, mientras Pi volaba para ver cómo estaban los patos desde arriba.

Llegaron al charco y todos empezaron a pensar en cómo podían sacar a los patos. “Podemos hacer una cadena”, sugirió Erizo Emi. “Tina y yo podemos empujar a los patos un poco, mientras Brinco puede saltar y traccionar hacia atrás. Pi, mientras, vuela y anima a los patos a seguir”.

Así lo hicieron. Lía se quedó un poco atrás, observando cómo sus nuevos amigos trabajaban en equipo y ponían en práctica la estrategia. Justo cuando los patos comenzaban a sentirse un poco más tranquilos, comenzaron a empujarlos hacia afuera, y pronto, uno a uno, lograron liberar a los animales del charco.

“¡Gracias, amigos!”, chorrearon los patos al salir del barro. “No sabemos qué hubiéramos hecho sin ustedes”.

“¡No hay de qué!”, alegremente exclamó Conejito Brinco. “Siempre estamos aquí para ayudar”.

Después de ayudar a los patos, todos regresaron a la carrera, pero ya se había terminado. Sin embargo, Lía se sintió feliz, porque había aprendido que la verdadera amistad radica en el apoyo mutuo y en ayudar a los demás. “Pudimos disfrutar la carrera, pero también hicimos algo importante”, dijo Lía con una gran sonrisa. “Y ahora somos aún mejores amigos”.

Emi asintió. “Exacto. Lo importante no es quién ganó o perdió, sino que estuvimos juntos y nos apoyamos”, dijo.

La Tortuga Tina sonrió y añadió: “Y eso es lo que hace que nuestra amistad sea tan especial. Nos ayudamos los unos a los otros, y eso siempre será lo más importante”.

Finalmente, el Pajarito Pi voló hacia el cielo y dejó caer plumas de colores como en una celebración. “Fue la carrera de la amistad. Al final, todos ganamos”, cantó.

Y así, los amigos regresaron a casa, llenos de alegría, sabiendo que la verdadera victoria era compartir momentos, risas y ayudar a quien lo necesitara. Desde ese día, los cuatro amigos: Conejito Brinco, Pajarito Pi, Erizo Emi, Tortuga Tina y la nueva amiga Lía continuaron viviendo aventuras juntos en su hermoso bosque, donde siempre había tiempo para la diversión y la amistad. Siempre recordaban que la amistad no se trata solo de competencias, sino de cómo se apoyan y cuidan mutuamente a lo largo del camino.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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