Cuentos Clásicos

Sombra de la Luna de las Lágrimas – Un Grito escondido en la Selva

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez en un rincón remoto del mundo, una selva espesa y misteriosa que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Era un lugar donde los árboles tocaban los cielos, donde los colores vibrantes de las flores contrastaban con el verde profundo de las hojas. En medio de esta maravillosa selva vivía un joven llamado Darwin. Era un chico aventurero, siempre lleno de curiosidad y con una gran pasión por descubrir lo desconocido.

Darwin, con su cabello alborotado y sus ojos chispeantes, pasaba sus días explorando la selva. Le hablaba a los animales, subía a los árboles más altos para mirar el horizonte y navegaba por los ríos que serpenteaban a través de la vegetación. Sin embargo, había un lugar en la selva del que todos los animales hablaban en susurros: el Lago de las Lágrimas. Se decía que aquel lago tenía poderes mágicos, pero también que estaba custodiado por una sombra que lamentaba en silencio.

Un día, mientras Darwin exploraba un nuevo sendero, encontró a un pequeño loro de colores vibrantes que estaba atrapado bajo una rama caída. Con mucho cuidado, levantó la rama y liberó al ave, que comenzó a revolotear alrededor de su cabeza, agradecido y alegre. “Gracias, amigo humano”, dijo el loro, cuyo nombre era Pipo. “Te debo una, y sé justo lo que puedes hacer: acompáñame a descubrir el Lago de las Lágrimas”.

Darwin, emocionado por la aventura, aceptó sin dudarlo. Juntos, recorrieron la selva, siguiendo las instrucciones de Pipo, quien con su canto alegre guiaba a Darwin. Sin embargo, a medida que se acercaban al lago, el ambiente se volvía más denso y silencioso. Las aves cesaron su canto y hasta el mismo viento parecía contener la respiración.

Finalmente, llegaron a un claro, y allí estaba el Lago de las Lágrimas, brillando bajo la luz de la luna. Pero lo que más llamó la atención de Darwin fue la figura oscura que permanecía al borde del agua. Era una sombra alta y delgada, con ojos tristes que reflejaban un profundo pesar. La sombra se giró y, al ver a Darwin y Pipo, sus ojos brillaron con una tristeza aún mayor.

“¿Quiénes son ustedes que se atreven a venir aquí?”, preguntó la sombra con voz melancólica.

Darwin, en lugar de asustarse, sintió compasión. “Soy Darwin, y él es mi amigo Pipo. Venimos a conocer el lago y a entender por qué está lleno de lágrimas”.

La sombra, que resultó ser una mujer llamada Selene, se acercó lentamente. Con su/hijo actitud, comenzó a relatar su historia. “Hace mucho tiempo, yo era la guardiana de la luna. Mi misión era cuidar de la iluminación del mundo y mantener la esperanza viva entre los corazones de los seres que aquí habitan. Sin embargo, un día, me dejé llevar por la tristeza de la soledad. La luna, que siempre brilló para todos, dejó de iluminar mi camino, y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Cada lágrima que cayó se transformó en el lago que ven ustedes ahora”.

Darwin sintió una profunda tristeza por la historia de Selene y le preguntó: “¿Qué podemos hacer para ayudarte a encontrar tu luz otra vez?”. Selene miró a Darwin sorprendida, pues hacía mucho tiempo que nadie mostraba interés en su sufrimiento. “Necesito recordar lo que es ser feliz. He olvidado la alegría que una vez llenó mi corazón”.

Pipo, que había estado escuchando atentamente, alzó su pequeño pico. “Tal vez podamos ayudarla a recordar su alegría. ¿Qué le parece si pasamos el resto de la noche con juegos y risas? La luna tendrá que escuchar nuestra alegría, y tal vez así le devuelva la luz”.

Con esa idea en mente, Darwin y Pipo comenzaron a organizar un pequeño festival de alegría en el claro frente al lago. Mientras las estrellas brillaban en el cielo, se pusieron a contar historias, reír y jugar. Darwin recordó algunas de las travesuras que había hecho en su infancia y las narró con tanto entusiasmo que hizo reír a Selene. Cada risa que resonaba en la selva daba un pequeño destello a los ojos tristes de la sombra.

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario