Cuentos Clásicos

Juana Josefa y las Hijas de Jesús

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez una niña llamada Juana Josefa. Era la hija mayor de siete hermanas, y su padre era un humilde tejedor. Su infancia transcurrió en el pequeño pueblo de Andoain, en el seno de una familia obrera, numerosa y profundamente cristiana.

Desde muy temprana edad, Juana Josefa ayudaba a su madre en los quehaceres de la casa y en el cuidado de sus hermanitas más pequeñas. No tenía tiempo para ir a la escuela, pero su curiosidad y su deseo de aprender no conocían límites.

Un día, mientras estaba en la parroquia, Juana Josefa quedó fascinada ante la imagen de San Ignacio de Loyola. El santo sostenía un libro en sus manos, y la niña se quedaba pensativa mirándolo. “Yo quiero hacer lo que dice este libro”, murmuró en voz baja.

Pero Juana Josefa tenía otros planes. La frase “Yo, solo para Dios” se le presentaba cada vez más nítida en su mente. A pesar del disgusto de sus padres, rechazó un matrimonio arreglado y decidió buscar trabajo en la ciudad de Burgos. Allí podría contribuir al sostenimiento de su familia y ganar tiempo para reflexionar sobre su verdadera vocación.

En 1865, Juana Josefa dejó atrás a su familia y se mudó a Castilla. Trabajó incansablemente y ahorró dinero. Pero su corazón anhelaba algo más. Un día, seis mujeres se unieron a ella en Salamanca. Eran mujeres valientes y decididas que compartían su deseo de consagrarse a Dios. Juntas, fundaron la Congregación de las Hijas de Jesús.

La pequeña comunidad creció y se fortaleció. Juana Josefa y sus compañeras dedicaron sus vidas a la educación y al servicio a los más necesitados. Su amor por Dios y su compromiso con la enseñanza las llevaron a establecer escuelas en diferentes partes de España.

Así nació la Congregación de las Hijas de Jesús, y se hizo realidad una frase que Juana Josefa había pronunciado en su corazón: “Yo, solo para Dios”. A pesar de los desafíos y las dificultades, estas mujeres valientes continuaron su labor con alegría y devoción.

Y así, Juana Josefa, la niña que miraba con admiración el libro en las manos de San Ignacio, se convirtió en la fundadora de una comunidad religiosa que sigue su misión hasta el día de hoy.

Conclusión: La historia de Juana Josefa nos enseña que cuando seguimos nuestro corazón y confiamos en Dios, podemos lograr cosas maravillosas. A veces, el camino no es fácil, pero la fe y la determinación nos guían hacia nuestro propósito más profundo.

Espero que hayas disfrutado de esta historia, querido lector. Y recuerda, todos tenemos un propósito en la vida, solo debemos escuchar nuestro corazón y seguir adelante.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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