En un rincón olvidado del mundo, oculto por montañas y ríos, se encontraba el Bosque de Aeloria, un lugar donde la magia fluía como el viento y la naturaleza era más viva que en cualquier otro lugar. Este bosque era protegido por una fuerza antigua y poderosa, conocida como el Corazón del Bosque. El Corazón era un árbol milenario, cuyo resplandor verde mantenía el equilibrio y la armonía en toda la región.
Vivía en este mágico lugar una joven llamada Arelis. Ella tenía el cabello castaño que caía en suaves rizos sobre sus hombros, y siempre vestía un vestido hecho de hojas y flores que cambiaba de color con las estaciones. Arelis no era una niña común; poseía un conocimiento profundo de las plantas y los animales, y podía comunicarse con ellos como si fueran sus propios hermanos. Era conocida en todo Aeloria por su sabiduría y su capacidad para sanar cualquier herida con solo tocarla.
Un día, mientras recogía hierbas medicinales cerca de un arroyo cristalino, Arelis escuchó un suave murmullo. Al principio pensó que era el viento jugando con las hojas, pero pronto se dio cuenta de que era una voz pidiendo ayuda. Siguiendo el sonido, encontró a un joven de cabellos dorados, vestido con una túnica y pantalones sencillos, recostado junto a un árbol caído. Tenía en sus manos un bastón de madera adornado con runas que brillaban débilmente.
«¿Estás bien?» preguntó Arelis, arrodillándose a su lado.
El joven abrió los ojos y la miró con una mezcla de alivio y desesperación. «Me llamo Alexander. He viajado desde lejos para encontrar el Corazón del Bosque. Mi hogar está en peligro, y solo la magia de este lugar puede salvarlo.»
Arelis, conmovida por su historia, decidió ayudarlo. «Te llevaré al Corazón del Bosque, pero el camino no será fácil. Debemos enfrentarnos a muchos desafíos.»
Juntos, emprendieron el viaje hacia el centro del bosque. Mientras avanzaban, Arelis le enseñaba a Alexander sobre las plantas y criaturas mágicas que encontraban en su camino. Alexander, por su parte, compartía historias de su tierra lejana y los problemas que enfrentaban debido a una sequía devastadora.
El primer desafío que encontraron fue un desfiladero profundo, donde un puente de madera había sido destruido por una tormenta reciente. «No podemos cruzar por aquí,» dijo Alexander, mirando el abismo con preocupación.
Arelis sonrió y se agachó, tocando el suelo con sus manos. Cerró los ojos y murmuró unas palabras en un idioma antiguo. Poco a poco, raíces y enredaderas comenzaron a brotar del suelo, formando un puente natural que conectaba ambos lados del desfiladero.
«¡Increíble!» exclamó Alexander, admirado por el poder de Arelis.
«El bosque siempre nos ayudará si sabemos cómo pedirle,» respondió ella, guiándolo a través del puente.
Más adelante, se encontraron con una familia de lobos atrapada en una trampa. Los animales aullaban de dolor y miedo, incapaces de liberarse. Arelis, sin dudarlo, se acercó a los lobos y comenzó a cortar las cuerdas con una hoja afilada que llevaba en su cinturón.
«Tranquilos, amigos. Estamos aquí para ayudar,» les susurró suavemente.
Los lobos, reconociendo su bondad, se quedaron quietos mientras Arelis los liberaba. Uno por uno, los lobos se levantaron y se acercaron a ella, lamiendo sus manos en señal de gratitud. Alexander observó, maravillado, cómo los animales se iban corriendo hacia el bosque, libres nuevamente.
«Tu conexión con la naturaleza es increíble,» dijo Alexander, admirado.
Arelis asintió. «Todos somos parte de este mundo. Ayudarnos mutuamente es lo que mantiene el equilibrio.»
El viaje continuó, y cada paso los acercaba más al Corazón del Bosque. Sin embargo, cuando estaban a punto de llegar, se encontraron con el mayor desafío de todos. Un dragón, cuyo cuerpo estaba cubierto de escamas verdes como esmeraldas, bloqueaba su camino. Sus ojos brillaban con una inteligencia antigua y su aliento era como el fuego más ardiente.
«¿Quiénes se atreven a acercarse al Corazón del Bosque?» rugió el dragón.
Arelis, sin mostrar miedo, dio un paso adelante. «Somos Arelis y Alexander. Venimos en busca de la ayuda del Corazón del Bosque para salvar la tierra de Alexander.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.