El Corazón Estelar de Daniela

En un pequeño pueblo rodeado de colinas y vastos campos de flores silvestres, vivía una mujer llamada Maite. Maite tenía un corazón amable y una sonrisa siempre lista, pero dentro de ella había una tristeza profunda. Desde hacía años, vivía sola con su único compañero, un perro fiel llamado Lucas. Su vida era tranquila, pero le faltaba alegría y el amor que había conocido en su juventud.

Una noche, mientras el cielo se adornaba con el brillo de un millar de estrellas, una luz inusual descendió desde el firmamento. Era tan brillante y pura que Maite, incapaz de resistir la curiosidad, salió de su casa para investigar. En el centro del jardín, donde las flores parecían dormirse bajo el manto estelar, encontró a una niña.

La niña, llamada Daniela, tenía un aspecto etéreo, con una piel que parecía reflejar la luz de las estrellas y ojos grandes y luminosos. Vestía un atuendo que brillaba con un millón de destellos plateados, y en sus manos, llevaba un pequeño orbe luminoso.

«Vengo de Saturno», dijo Daniela con una voz que sonaba como el eco de un sueño. «He viajado a través de las estrellas para traer un mensaje de amor y esperanza. He escogido este lugar, y a ti, Maite, para aprender sobre el amor en la Tierra.»

Maite, aunque inicialmente incrédula, sintió una conexión instantánea con la pequeña. Invitó a Daniela a su casa, donde la niña observaba todo con una maravilla contagiosa. Lucas, el perro, también aceptó a Daniela de inmediato, ofreciéndole su amistad sin reservas.

En los días siguientes, Daniela acompañó a Maite en sus quehaceres diarios, aprendiendo sobre la vida en la Tierra. Le enseñó a plantar flores, a cocinar platos sencillos y a cuidar del jardín. Con cada día que pasaba, Maite comenzaba a recordar las alegrías de la vida, las pequeñas cosas que había olvidado disfrutar.

Daniela, a su vez, enseñó a Maite sobre las estrellas, sobre los mundos más allá del cielo nocturno y sobre las formas de amor que existen en el universo. A través de historias llenas de planetas coloridos y criaturas fantásticas, Maite aprendió que el amor puede tomar muchas formas y que el corazón nunca está realmente solo en el universo.

Una tarde, mientras observaban el atardecer, Daniela tomó el orbe luminoso y lo colocó en las manos de Maite. «Este es un Corazón Estelar», explicó. «Contiene la luz de mi mundo, y ahora es parte del tuyo. Te ayudará a recordar siempre buscar el amor en todas partes y en todos.»

Con el tiempo, el pueblo comenzó a notar el cambio en Maite. Su sonrisa se hizo más frecuente, su paso más ligero. Daniela, por su parte, se había convertido en una figura querida por todos, enseñando y aprendiendo, siempre con Lucas trotando a su lado.