En un rincón apartado del mundo, más allá de las montañas nevadas y los ríos cantarines, existía un reino donde la imaginación no conocía límites. Era un lugar mágico llamado Ventalia, gobernado por la fantasía y el asombro, donde los árboles susurraban cuentos antiguos y las estrellas guiaban a los aventureros nocturnos.
Andrea, Liam y Silvia eran tres amigos inseparables que vivían en Ventalia. Andrea, con su larga cabellera rubia y ojos tan azules como el cielo de mediodía, poseía el don de hablar con los animales. Liam, de cabellos castaños y ojos verdes, tenía la habilidad de cambiar de forma a voluntad. Silvia, con su pelo rojo fuego y pecas saltarinas, podía hacer que las plantas crecieran con solo un susurro.
Un día, mientras exploraban el Bosque de las Luciérnagas, descubrieron un claro secreto donde las flores brillaban con luz propia y los árboles danzaban suavemente al ritmo del viento. Pero no todo era paz en ese claro encantado, pues se encontraron con un grupo de duendes que planeaban una rebelión.
— ¡No puede ser! — exclamó Liam, transformándose en un zorro para escuchar mejor a los duendes— . Parece que están cansados de que los humanos no crean en ellos.
— Tenemos que hacer algo — dijo Andrea, acariciando a un conejo que se había acercado a ella, buscando consuelo.
— Sí, pero con cuidado — advirtió Silvia, haciendo crecer una pequeña flor en su mano para enfatizar su punto. — Los duendes son impredecibles.
Decidieron acercarse a los duendes para hablar y entender sus motivos. Con cuidado y respeto, los tres amigos cruzaron el claro y se presentaron ante el líder de los duendes, un pequeñín de barba enmarañada y ojos chispeantes llamado Gordek.
— Venimos en son de paz — dijo Andrea con su voz más dulce.
Gordek, con una mirada de desconfianza, respondió:
— Nosotros, los duendes de Ventalia, estamos cansados de ser ignorados. ¡Queremos que se nos reconozca y se respeten nuestros hogares!
Liam, en su forma humana nuevamente, propuso una idea.
— ¿Qué tal si organizamos un festival en su honor? Podría ser una forma de mostrar a todos en Ventalia lo importantes que son para el reino.
Silvia asintió y agregó:
— Y yo puedo ayudar a que el bosque brille aún más ese día. Será un festival de luces y colores donde todos podrán ver lo esenciales que son para la magia de este lugar.
Gordek, pensativo, finalmente sonrió y aceptó su propuesta.
Los preparativos para el festival comenzaron de inmediato. Andrea habló con los animales para que participaran en el desfile, Liam practicó sus transformaciones para el espectáculo, y Silvia cultivó las más hermosas flores luminosas que Ventalia había visto jamás.
El día del festival, el Bosque de las Luciérnagas se llenó de criaturas de todo el reino. Los duendes, orgullosos y emocionados, compartieron su magia con todos. Gordek, viendo la alegría en los rostros de todos, se acercó a los tres amigos.
— Gracias por mostrarles a todos lo importante que es nuestra presencia. Hoy no solo hemos ganado el respeto, sino también amigos verdaderos.
El festival se convirtió en una tradición anual en Ventalia, recordando a todos los habitantes la importancia de cada criatura, visible o no, en el tejido de su mundo mágico.
Así, Andrea, Liam y Silvia aprendieron que a veces, para mantener la armonía en un mundo lleno de magia y misterio, solo se necesita un poco de comprensión y mucho respeto por los relatos y seres que lo habitan. Y mientras el sol se ponía sobre Ventalia, los tres amigos sabían que su aventura más grande siempre sería preservar la magia de su querido reino.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.