Cuentos de Fantasía

El Regreso de la Amistad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Camila y Luis eran amigos inseparables. Desde que tenían memoria, pasaban horas jugando en el parque cerca de sus casas, donde la risa de los niños y el sonido de los juegos creaban un ambiente mágico. Juntos disfrutaban de juegos como las escondidas, la golosa y el trompo, riendo a carcajadas mientras competían y se desafiaban. Cada tarde, después de hacer sus tareas, salían corriendo a encontrarse, felices de tenerse el uno al otro.

Sin embargo, todo cambió un día cuando los padres de Luis le regalaron un celular. Desde ese momento, la vida de Luis dio un giro inesperado. Mientras Camila lo esperaba ansiosamente en el parque, él estaba atrapado en su casa, absorto en la pantalla brillante de su nuevo dispositivo.

“¡Luis! ¡Ven a jugar!” le gritaba Camila desde la puerta de su casa, pero él no la escuchaba. Estaba demasiado concentrado en los juegos de su celular. “¡Es muy divertido! Tienes que probarlo, Camila. ¡Mira lo que puedo hacer!”, respondía Luis cada vez que ella lo llamaba, mientras mostraba su celular con emoción.

Al principio, Camila se sintió emocionada por su amigo. Pensó que tal vez podría jugar también, pero pronto se dio cuenta de que el juego de Luis le estaba robando su atención. Cada vez que llegaba al parque, Luis estaba allí, pero no estaba realmente presente. Su mente estaba en otro mundo, y sus ojos estaban fijos en la pantalla, ignorando las risas y juegos que solían disfrutar juntos.

“¿Por qué no sales a jugar? Te echo de menos”, dijo Camila un día, mientras saltaba con su cuerda, esperando que Luis se uniera a ella.

“Es que estoy en una misión muy importante. Solo un momento más”, contestó Luis, sin levantar la vista de su celular.

Los días pasaron, y cada vez que Camila iba al parque, Luis prefería jugar solo. Ella empezó a sentir que la distancia entre ellos crecía, como si un abismo se hubiera abierto entre sus corazones. Las risas que una vez compartieron se convirtieron en ecos lejanos.

Un día, Camila decidió hacer algo al respecto. Se sentó en un banco, pensando en cómo podía recuperar la amistad que tanto valoraba. “Si no puedo jugar con él, tal vez deba mostrarle lo que se está perdiendo”, se dijo a sí misma. Así que comenzó a organizar un juego en el parque, invitando a otros niños a participar.

Cuando el día del juego llegó, Camila estaba emocionada. Había preparado una serie de actividades, desde carreras de sacos hasta un concurso de trompos. Los niños de la vecindad se unieron a ella, y pronto el parque se llenó de risas y alegría.

Luis, que estaba en su casa, escuchó el bullicio y decidió salir a ver qué pasaba. Al ver a Camila en medio de la diversión, algo en su interior se removió. Se sintió un poco culpable por haberla ignorado. “¿Por qué no fui a jugar?”, pensó.

Se acercó al grupo, donde vio a Camila organizando los equipos. “¿Puedo jugar?” preguntó con timidez, mientras los otros niños lo miraban.

“¡Claro que sí, Luis! ¡Te estábamos esperando!” respondió Camila, con una sonrisa que iluminó su rostro. “Pero tendrás que dejar tu celular a un lado por un rato”.

Luis sintió una punzada en el corazón. Sabía que había dejado que su nuevo juguete interfiriera en su amistad, pero estaba decidido a disfrutar el momento. Dejó su celular en un banco y se unió a la diversión.

La risa y la emoción regresaron a sus corazones. Camila y Luis corrieron juntos, saltaron en los sacos y compitieron en las carreras. La alegría de volver a estar juntos era como un bálsamo para su amistad. Mientras competían, Camila se dio cuenta de que Luis era el mismo de antes: divertido, lleno de energía y con un gran corazón.

A medida que el día avanzaba, Camila decidió que era hora de un gran final. “¡Vamos a hacer un concurso de trompos! ¡El ganador se llevará una sorpresa!” anunció a todos los niños. Luis sonrió y recordó cómo solían competir en el pasado.

Cuando llegó su turno, Luis giró su trompo con fuerza. Al principio, se tambaleó, pero luego comenzó a girar con una precisión increíble. Todos los niños aplaudieron y animaron, mientras Camila lo miraba con admiración. Finalmente, Luis ganó el concurso, y Camila lo abrazó emocionada.

“¡Felicidades, campeón!” le dijo, sonriendo de oreja a oreja. Luis sintió que el calor de su amistad lo envolvía de nuevo.

Al final del día, cuando todos los niños se despidieron, Luis se volvió hacia Camila y le dijo: “Lo siento mucho por no haber jugado contigo. Me dejé llevar por el celular y me perdí de momentos increíbles”.

“Está bien, Luis. Lo importante es que estamos aquí ahora. Podemos jugar más a menudo si así lo decides”, respondió Camila, sonriendo. “La amistad siempre debe ser lo primero”.

Luis asintió con seriedad. “Prometo que no dejaré que nada se interponga entre nosotros otra vez. A partir de ahora, la diversión en el parque será nuestra prioridad”.

Y así, mientras el sol se ponía en el horizonte, Camila y Luis decidieron que, aunque la tecnología pudiera ser divertida, nada podía reemplazar la alegría de estar juntos y crear recuerdos en el mundo real. Juntos, aprendieron que la verdadera amistad se alimenta de momentos compartidos, risas y aventuras, y que siempre sería más valiosa que cualquier pantalla brillante.

Conclusión:

Desde aquel día, la amistad entre Camila y Luis se volvió más fuerte que nunca. Se comprometieron a jugar juntos, explorar el mundo a su alrededor y recordar que lo más importante es disfrutar de la compañía de los amigos. Así, el parque volvió a ser su lugar favorito, lleno de risas, juegos y la promesa de nuevas aventuras por venir.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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