Cuentos de Fantasía

La aventura de la Princesa Andromeda

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un reino próspero y muy lejano, situado en la costa rocosa de Etiopía, un reino gobernado por el sabio Rey Cefeo y la hermosa Reina Casiopea. Este reino, conocido por su abundancia y paz, era el hogar de la única hija de los reyes: la Princesa Andromeda. A sus 20 años, Andromeda era una joven de buen corazón, querida por su pueblo no solo por su belleza, sino también por su amabilidad y sabiduría.

Andromeda había crecido rodeada de amor, pero siempre había sentido una curiosidad insaciable por el mundo más allá de las fronteras del reino. A menudo paseaba por los bosques cercanos, buscando respuestas a las preguntas que nacían en su corazón. Sus padres, aunque la cuidaban mucho, le permitían explorar, sabiendo que su hija era valiente y siempre encontraba el camino de regreso a casa.

Un día, mientras paseaba por el bosque, algo inusual llamó su atención. En un rincón del bosque, entre los árboles frondosos y las flores silvestres, brillaba una luz que nunca antes había visto. Curiosa, Andromeda se acercó, y lo que encontró la dejó sin aliento: un portal mágico, un vórtice resplandeciente que parecía pulsar con vida propia.

—¿Qué es esto? —susurró Andromeda, sintiendo un hormigueo de emoción recorrer su cuerpo.

Sin pensarlo dos veces, la princesa cruzó el portal, y al otro lado, se encontró en un lugar completamente diferente, un mundo lleno de criaturas asombrosas y paisajes místicos que jamás había imaginado. Había árboles tan altos que tocaban el cielo, flores que brillaban como estrellas, y criaturas voladoras con alas de cristal.

Andromeda se quedó maravillada por la belleza del lugar, pero lo que más llamó su atención fue una pequeña figura que se acercaba a ella con pasos rápidos. Era un dragón, pero no uno de esos dragones feroces que las leyendas describían. Este dragón era pequeño, con brillantes escamas doradas y ojos curiosos que irradiaban ternura.

—¡Hola! —dijo el dragón con una voz suave—. Me llamo Draco. ¿Eres nueva aquí?

Andromeda, sorprendida de que el dragón pudiera hablar, sonrió y respondió:

—Hola, Draco. Soy la Princesa Andromeda, del reino de Etiopía. He encontrado un portal mágico y ahora estoy aquí, en este lugar increíble.

Draco agitó sus alas emocionado.

—¡Has cruzado el portal del Bosque Eterno! Pocos lo encuentran. Es un lugar lleno de aventuras y misterios. Ven, déjame mostrarte este mundo.

Juntos, Andromeda y Draco comenzaron a explorar aquel reino mágico. Mientras caminaban, Draco le contó que el Bosque Eterno estaba habitado por criaturas que solo existían en las historias de antaño: unicornios, hadas, y seres que custodiaban antiguos secretos. Pero no todo era perfecto en ese lugar. Draco le habló de una antigua profecía que decía que solo alguien de corazón puro podría salvar al bosque de un peligro inminente.

—Hace mucho tiempo, el bosque fue protegido por guardianes mágicos —explicó Draco—, pero ahora, algo oscuro ha comenzado a crecer en las sombras, amenazando con destruirlo todo. Necesitamos a alguien valiente para detenerlo.

Andromeda escuchaba con atención, y sintió una determinación crecer dentro de ella.

—¿Cómo puedo ayudar? —preguntó.

Draco la miró con gratitud.

—Debemos encontrar el Cristal de Luz, que se ha perdido en el corazón del bosque. Es la única esperanza para salvar este lugar.

La princesa, decidida a ayudar, emprendió la búsqueda del cristal junto a Draco. A lo largo del camino, enfrentaron desafíos increíbles. Tuvieron que cruzar ríos de lava, escalar montañas encantadas y sortear trampas antiguas. Pero con cada paso que daban, Andromeda demostraba su valentía y bondad, ayudando a las criaturas del bosque que se cruzaban en su camino.

Durante su viaje, conocieron a nuevos amigos: un unicornio llamado Alba, que les ofreció su velocidad para cruzar los valles peligrosos, y una sabia hada llamada Lira, que les dio consejos valiosos para encontrar el cristal.

Finalmente, llegaron al corazón del bosque, un lugar oscuro y misterioso donde el aire parecía pesado. En el centro, vieron una sombra oscura, una criatura que se alimentaba del miedo y la desesperanza del bosque.

—Es el Guardián Oscuro —susurró Draco—. Él ha robado el Cristal de Luz y lo ha ocultado en su fortaleza.

Sin perder el valor, Andromeda avanzó con determinación. Sabía que debía recuperar el cristal para salvar aquel mundo maravilloso. Con la ayuda de Draco y sus nuevos amigos, idearon un plan para distraer al Guardián Oscuro. Mientras Alba y Lira creaban distracciones, Andromeda y Draco se deslizaron hacia la fortaleza.

Allí, en el centro de la sala más oscura, encontraron el Cristal de Luz, su brillo apenas visible entre las sombras. Andromeda lo tomó en sus manos, sintiendo un calor reconfortante.

—¡Lo tenemos! —susurró con alivio.

Pero justo cuando pensaban que habían logrado su misión, el Guardián Oscuro apareció, enfurecido por la pérdida de su preciado tesoro. Sin embargo, Andromeda no se dejó intimidar. Levantó el Cristal de Luz, y con un destello cegador, la oscuridad comenzó a desvanecerse.

—No puedes vencerme —dijo Andromeda con firmeza—, porque este bosque pertenece a la luz y a aquellos que lo aman.

El Guardián Oscuro soltó un grito ensordecedor y, poco a poco, su forma se desvaneció, dejando atrás solo sombras disipándose en el viento. El Bosque Eterno volvió a brillar con toda su magnificencia, y las criaturas celebraron el triunfo de la princesa.

Andromeda, con el Cristal de Luz en su mano, supo que su misión había terminado. Pero algo en su corazón le decía que el bosque siempre la necesitaría. Decidió que, aunque regresaría a su hogar en Etiopía, su corazón siempre estaría conectado a aquel mundo mágico.

Cuando cruzó de nuevo el portal, Draco la siguió.

—Siempre estaré a tu lado, princesa —dijo con una sonrisa—. Eres la guardiana del Bosque Eterno ahora.

Y así, Andromeda regresó a su reino, pero con una nueva misión en su vida: proteger los secretos del Bosque Eterno y compartir las maravillas de aquel mundo con quienes estuvieran dispuestos a creer en la magia. Al principio, a nadie le resultaba fácil creer las historias de portales mágicos, dragones y cristales de luz. Muchos en el reino pensaban que eran solo fantasías de una joven princesa con una imaginación desbordante. Pero Andromeda no se desanimó. Sabía que su experiencia había sido real y que la magia existía para aquellos con un corazón abierto.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, vio a un grupo de niños jugando a ser caballeros y dragones. Sus risas y gritos llenaban el aire, pero había algo en sus ojos, una chispa de curiosidad y asombro. Andromeda se acercó a ellos y, con una sonrisa, comenzó a contarles la historia de su aventura en el Bosque Eterno.

—Había una vez un reino lleno de criaturas mágicas y un dragón llamado Draco —comenzó—. Un día, me adentré en un mundo que solo los valientes pueden encontrar…

Los niños la escuchaban fascinados, con los ojos muy abiertos. Aunque al principio pensaron que era solo un cuento, poco a poco sintieron la magia en cada palabra que Andromeda decía. A medida que describía las criaturas del bosque, el brillo del Cristal de Luz y el enfrentamiento con el Guardián Oscuro, los niños empezaron a soñar con ese mundo, deseando algún día encontrarlo.

Con el tiempo, Andromeda no solo contó su historia a los niños, sino que también organizó expediciones con los jóvenes del reino para explorar los bosques cercanos. Aunque el portal mágico no siempre aparecía, Andromeda les enseñaba a respetar y cuidar la naturaleza, mostrándoles que el verdadero poder de la magia residía en la conexión con el mundo que los rodeaba.

La princesa también siguió visitando el Bosque Eterno de vez en cuando, a través del portal que ya conocía bien. Cada vez que lo hacía, regresaba con nuevas historias y conocimientos que compartía con su gente. Los habitantes del reino comenzaron a darse cuenta de que, aunque no todos pudieran ver la magia, podían sentirla en las enseñanzas de su princesa.

Andromeda había logrado unir dos mundos, el real y el mágico, demostrando que la valentía y el corazón puro siempre serían las llaves para abrir las puertas a lo imposible.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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