Cuentos de Fantasía

La leyenda de Ulises y la sirena

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era una noche oscura y silenciosa, la luna brillaba tenuemente entre las nubes, y los árboles del bosque susurraban con la brisa suave. En una pequeña tienda de acampar, situada en medio del espeso bosque, se encontraban una niña y su abuela, rodeadas de la quietud de la naturaleza. La niña, con ojos curiosos y una sonrisa traviesa, no podía dormir. La tienda de campaña crujía suavemente, y las estrellas fuera parecían bailar en el cielo, pero ella no podía dejar de pensar en las historias que su abuela siempre le contaba.

«Abuelita, ¿me podrías contar un cuento?», preguntó la niña con dulzura.

La abuela, con su rostro sabio y sereno, le sonrió con cariño. «Claro, mi niña. Te contaré una leyenda que ocurrió mucho tiempo atrás, una leyenda que ha sido transmitida por generaciones.»

La niña, que siempre había escuchado fascinada los relatos de su abuela, se acomodó a su lado, abrazándose con fuerza a su cobija, dispuesta a escuchar lo que su abuela tenía para decir.

«Hubo una vez, mucho antes de que tú nacieras, un joven llamado Ulises», comenzó la abuela con voz suave y cálida. «Ulises vivía en un pequeño pueblo junto al mar, pero no creía en las historias ni en las leyendas que su gente contaba. Era un joven audaz, conocido por ser un gran pescador, pero también por su falta de fe. No creía en Dios ni en los viejos cuentos que hablaban de criaturas mágicas o de misterios del mar. Él siempre pensaba que todo eso era solo fantasía.»

La niña escuchaba atentamente, imaginando a ese joven pescador en su mente. La abuela continuó.

«Un día, en Viernes Santo, Ulises escuchó a varias personas del pueblo hablar sobre un extraño fenómeno que ocurría en el mar ese día, algo que les decían que no debía ser escuchado. Decían que si alguien escuchaba el canto del mar en ese día, algo terrible sucedería. Sin embargo, Ulises no creía en esas advertencias. Decidió que era la oportunidad perfecta para ir a pescar, pues no quería perderse la ocasión de llenar sus redes con los mejores peces.»

La niña se quedó en silencio, mientras imaginaba a Ulises preparándose para ir al mar. La abuela suspiró y siguió.

«Ulises caminó hasta su barco, sin darle importancia a las advertencias, y se adentró en el mar. Pasaron varias horas, y Ulises no dejó de pescar. Capturó más de cinco docenas de peces, tan grandes que casi no cabían en su bote. Sin darse cuenta, el sol comenzó a ponerse, y la oscuridad se apoderó del cielo. El joven pescador decidió que era momento de regresar a casa.»

La abuela hizo una pausa, como si recordara una imagen lejana, y la niña, con los ojos abiertos de par en par, esperaba ansiosa el desenlace.

«Pero justo cuando Ulises iba a partir, algo extraño ocurrió. Un canto suave, como una melodía celestial, comenzó a escucharse desde el mar. Un canto tan hermoso que tocó lo más profundo de su corazón. Era como si la voz del mar estuviera hablándole directamente. Ulises, desconcertado y curioso, se quedó allí, paralizado, escuchando aquella melodía.»

«El canto era tan envolvente que Ulises, por primera vez en su vida, se dio cuenta de que existía algo más grande que él mismo, algo que no podía comprender. Decidió seguir el canto, guiado por su curiosidad, hasta que llegó a la orilla. Allí, bajo la luz de la luna, vio una figura que jamás olvidaría.»

La niña se acercó más a su abuela, los ojos brillando de emoción, mientras la abuela continuaba.

«Era una sirena, una criatura mística y hermosa. Su piel brillaba como las estrellas, y su cabello dorado flotaba sobre el agua como una cascada de luz. Ulises se quedó sin palabras al verla. La sirena lo miró con ojos profundos, llenos de sabiduría, y le habló con una voz tan dulce como el viento.»

«‘Te estaba esperando, Ulises’, le dijo la sirena.»

El viento soplaba suavemente, y la niña, con su mente llena de imágenes fantásticas, preguntó: «¿Y qué hizo Ulises, abuelita? ¿Se quedó con la sirena?»

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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