Cuentos de Fantasía

La Pequeña Princesa de las Letras y la Magia congelada de Arendelle

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un reino lejano, donde las estrellas brillaban con más intensidad que en cualquier otro lugar, vivía una pequeña princesa llamada Adele. Esta princesa no era como las demás; ella estaba fascinada por las letras y la magia que podían encerrar. Desde muy pequeña, Adele pasaba horas en la biblioteca del castillo, leyendo cuentos sobre dragones, hadas y princesas valientes. Le encantaba imaginar cómo sería vivir en esos mundos mágicos, donde todo era posible.

Un día, mientras hojeaba un libro polvoriento que había encontrado en una esquina olvidada de la biblioteca, Adele se topó con un pasaje que hablaba de un lugar mágico llamado Arendelle, donde la nieve nunca dejaba de caer y la magia estaba en cada rincón. Su curiosidad la llevó a imaginar cómo sería visitar ese lugar, y con cada palabra que leía, su deseo crecía como un enorme globo de colores.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Adele cerró los ojos y deseó, con todo su corazón, poder conocer Arendelle. Al abrirlos, se dio cuenta de que estaba en un paisaje nevado, lleno de copos de nieve danzando en el aire. ¡Había llegado a Arendelle! Los edificios estaban decorados con luces brillantes y la gente sonreía mientras paseaba, envueltos en abrigos de colores.

Adele comenzó a explorar el lugar, maravillándose de las esculturas de hielo que adornaban el camino. De repente, escuchó un suave susurro que la hizo detenerse. Era una hermosa hada de nieve, con alas brillantes como diamantes, que revoloteaba a su alrededor.

—Hola, pequeña princesa —dijo el hada–. Soy Glacitha, el hada de la nieve. He sentido tu deseo y he venido a ayudarte en tu aventura.

Adele estaba tan emocionada que apenas podía hablar. Con sus ojos brillantes, le preguntó a Glacitha si había algo mágico que pudiera hacer en Arendelle.

—Aquí, en este reino, la nieve es más que solo frío. La magia de la nieve puede transformar tus pensamientos en realidad —respondió Glacitha. —Pero, cuidado, la magia puede ser poderosa y a veces caprichosa. Necesitarás un corazón puro y valiente para aprovecharla.

Con determinación, Adele decidió que quería ayudar a la gente de Arendelle. Había escuchado a algunos habitantes hablar de un problema; la hermosa Reina Elsa había perdido su toque mágico y ya no podía hacer que la nieve y el hielo fueran bellos. Las esculturas que ella solía crear ahora eran solo montones de hielo desordenados. Así que, con la ayuda de Glacitha, decidió que debía encontrar una manera de devolverle la magia a la reina.

A medida que caminaban, Glacitha le explicó que el poder de la reina residía en su conexión con los sentimientos y el amor que compartía con su hermana, Anna. Adele pensó en su propia relación con su familia y cómo siempre se apoyaban mutuamente. Entonces, tuvo una idea brillante. Decidió que lo mejor sería reunir a los dos corazones: el de la reina y el de su hermana, y recordarle a Elsa lo especial que era esa conexión.

Adele llegó al castillo donde vivían Elsa y Anna. Las puertas estaban semiabiertas, y el aire estaba lleno de un suave manto de nieve que caía. Cuando entró, encontró a Elsa sentada en el trono, mirando una escultura de hielo que había hecho una vez, pero que ahora solo se veía triste y marchita. Anna, que estaba en la otra esquina del salón, intentaba levantar el ánimo de su hermana, pero parecía que no podía.

Adele se acercó y, con su voz dulce, les dijo:

—¡Hola, hermosas reinas de Arendelle! Mi nombre es Adele y vengo de muy lejos. He escuchado que necesitan un poco de magia, y creo que tengo la solución perfecta.

Elsa levantó la mirada, algo intrigada por la pequeña visitante, mientras que Anna sonrió de manera esperanzada.

—¿Cómo podrías ayudarme, pequeña? —preguntó Elsa.

—Creo que la magia vive en los lazos que compartimos —dijo Adele—. Necesitan recordar lo que hace que su amor sea especial.

Anna miró a su hermana y asintió, comprendiéndolo, pero Elsa parecía todavía atrapada en sus pensamientos oscuros.

—¿Y si hacemos algo que solíamos disfrutar juntas? Quizás eso pueda ayudar —sugirió Anna con una chispa en los ojos, tratando de animar a su hermana.

Adele tomó una pequeña cucharada de nieve y miró a las reinas. —Propongo que hagamos un hermoso copo de nieve juntas. Cada una puede aportar algo especial de su corazón.

Las tres comenzaron a trabajar en el copo de nieve. Adele, con su magia imaginativa, les enseñó cómo imaginar sus recuerdos más hermosos mientras formaban los copos. Elsa recordó el momento en que había hecho su primer copo de nieve con Anna, y su corazón comenzó a brillar con alegría. Anna, al recordar las risas y las aventuras que habían tenido en su infancia, también sintió el calor en su interior.

A medida que los copos de nieve tomaban forma, una luz brillante comenzó a emanar de sus corazones. El cielo se llenó de destellos de colores, convirtiéndose en un espectáculo de luces que iluminaba Arendelle. La magia comenzó a fluir nuevamente desde la creatividad de las reinas.

Con un último toque, Adele pronunció: —¡Que la alegría y el amor de esta unión devuelvan la magia a este reino!

En un instante, la sala se llenó de un resplandor resplandeciente, y antes de que Adele pudiera darse cuenta, Elsa había recuperado su poder mágico. Las esculturas de hielo comenzaron a cobrar vida, danzando en un espectáculo de luces y belleza. Todos en el reino se asomaron por las ventanas para disfrutar de la celebración.

Adele había logrado lo que se propuso: unir a los corazones de Elsa y Anna, mostrándoles que la verdadera magia no solo estaba en el frío y el hielo, sino también en las relaciones y el amor.

Con una risa y un agradecimiento sincero, Elsa abrazó a Adele y le prometió que siempre recordaría cómo había traído la magia de vuelta a su vida. Anna estaba encantada, saltando y riendo mientras el reino se llenaba de alegría.

Y así, la pequeña princesa de las letras se despidió de Arendelle, prometiendo que regresaría un día para visitar a sus nuevas amigas. Mientras regresaba a su hogar en el castillo, entendió que la verdadera magia estaba en los momentos compartidos y en el amor que unía a las personas, sin importar la distancia.

Y así, en su corazón, Adele guardó la historia de Arendelle y la promesa de que siempre llevaría la magia de sus letras y de sus sueños a todos los lugares a los que fuera. Porque, al final, siempre hay un poco de magia en cada corazón que sabe amar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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