Cuentos de Fantasía

La Princesa del Portal de Fantasilandia

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era un día soleado en el hermoso reino de Luminaria, un lugar mágico donde los árboles cantaban, las flores danzaban al ritmo del viento y los ríos brillaban como espejos. En este reino vivía la Princesa Fiona, una joven de once años, con una curiosidad insaciable y un corazón lleno de sueños. Fiona siempre había sentido que había algo más allá de los límites de su palacio, un mundo de aventuras y misterios esperando ser descubierto. Sus cabellos dorados como el sol caían en suaves ondas alrededor de su rostro, y sus ojos verdes reflejaban la emoción que sentía por la vida.

Una tarde, mientras exploraba el jardín real, vio un destello extraño en el bosque que bordeaba los terrenos del palacio. Intrigada, se acercó sigilosamente, tratando de evitar hacer ruido. Con cada paso que daba, una sensación de asombro la envolvía, como si el bosque la estuviera llamando. Finalmente, llegó a un claro y encontró un portal brillante, rodeado de flores luminescentes que iluminaban el lugar con una luz suave y acogedora. El portal parecía vibrar, como si tuviera vida propia.

Lo que más impresionó a Fiona fueron los colores que emanaban de él: azules, rosas, amarillos y verdes que danzaban en el aire, creando un espectáculo de luces que era difícil de ignorar. Ella sabía que era un portal mágico, y aunque su corazón latía con fuerza, no podía resistir la tentación de cruzar.

Sin pensarlo dos veces, dio un paso adelante y, en un instante, se encontró en un mundo completamente distinto. Estaba en Fantasilandia, un lugar donde todo era posible. Los árboles eran gigantescos y estaban llenos de frutos que brillaban como estrellas; criaturas fantásticas volaban por los aires, y el aroma de dulces flotaba en el aire. Fiona se sintió como si hubiera entrado en un sueño, y en su mirada de asombro, su corazón se llenó de alegría.

Mientras exploraba su nuevo entorno, de repente vio acercarse a una criatura pequeña, de orejas puntiagudas y ojos brillantes. Era un elfo llamado Lúcio, conocido por su gran inteligencia y su capacidad para resolver enigmas. Lúcio saludó a Fiona con una gran sonrisa y le dijo:

—¡Bienvenida a Fantasilandia, Princesa Fiona! He estado esperando tu llegada.

—¿Esperando mi llegada? —preguntó Fiona, con curiosidad.

—Sí, en este mundo, los elfos y otros seres mágicos han sentido tu llegada. Se dice que una princesa de Luminaria podría ayudarnos, y tú eres la elegida. —Lúcio hizo una pausa, mirando a su alrededor como si estuviera asegurándose de que nadie más los escuchara. Luego continuó—. En Fantasilandia ha surgido un problema. Una sombra oscura se cierne sobre nosotros; un dragón malvado llamado Drakthar ha robado los colores y la alegría de nuestro hogar. Sin colores, nuestra tierra se marchita y empieza a perder su magia. Necesitamos tu ayuda para recuperar lo que se ha perdido.

Fiona sintió una mezcla de miedo y valentía. Nunca había enfrentado un dragón, pero su corazón soñador la impulsaba a ayudar. Miró a Lúcio y asintió.

—¿Cómo puedo ayudar? —preguntó, decidida.

—Primero, debemos encontrar los tres artefactos mágicos que Drakthar ha escondido en diferentes lugares de Fantasilandia —explicó Lúcio—. Estos artefactos son la Llave de Luz, el Espejo de la Verdad y el Cristal del Coraje. Solo con ellos podremos enfrentarnos al dragón y recuperar los colores.

Fiona sintió como si un fuego ardiera dentro de ella. Junto a Lúcio, empezó su búsqueda. El primer destino fue el Lago de los Susurros, un hermoso lago que decía tener el poder de reflejar los verdaderos deseos de quienes se acercaban. Cuando llegaron, el agua del lago brillaba con un azul profundo, y los susurros de antiguas leyendas envolvían el aire.

Para encontrar la Llave de Luz, debía superar una serie de acertijos que guardaban las aguas. Lúcio le explicó que el espíritu del lago, un ser llamado Naiara, solo entregaría la llave a quien demostrara su corazón puro y su valentía.

—Escuchemos con atención —dijo Lúcio—. Las aguas nos hablarán.

Fiona miró fijamente el lago, y sintió una conexión especial. En ese momento, las aguas comenzaron a formar olas suaves, y una voz melodiosa apareció, resonando en el aire:

—Princesa Fiona, si deseas la Llave de Luz, debes responder a mi acertijo:

«Soy más ligero que una pluma, pero un hombre no puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?»

Fiona cerró los ojos, pensando. Recordó las palabras de su madre, quien le había hablado sobre la importancia de la respiración y de vivir el presente.

—¡El aliento! —exclamó de repente.

Las aguas del lago se agitaron con alegría y, en un destello de luz, la Llave de Luz emergió del agua, brillante y dorada. Naiara, el espíritu del lago, sonrió y dijo:

—Tu corazón está lleno de luz, Princesa. La llave es tuya. Use su poder sabiamente.

Fiona tomó la llave con delicadeza, sintiendo su calor radiante en sus manos. Junto a Lúcio, se dirigieron al próximo destino: el Bosque Espejado, donde se decía que se encontraba el Espejo de la Verdad. Este bosque era un lugar de espejos que reflejaban las auténticas intenciones de quienes entraban. La entrada al bosque estaba flanqueada por altos árboles que emitían un brillo peculiar.

Al entrar en el bosque, Fiona se sintió deslumbrada por las imágenes que se proyectaban en los espejos. Sin embargo, también sintió una sombra de duda sobre sí misma. Lúcio la animó, recordándole que debía ser honesta sobre sus intenciones y su deseo de ayudar a Fantasilandia.

Finalmente, llegaron al centro del bosque, donde un gran espejo estaba rodeado de flores radiantemente hermosas. Fiona se acercó al espejo, y de repente, una voz profunda resonó:

—Princesa, debes enfrentar tu verdad. ¿Cuál es tu deseo más profundo?

Fiona miró su reflejo y, a medida que reflexionaba sobre su vida en Luminaria, comprendió que su mayor deseo era ver a su familia y a su reino felices. Quería que todos experimentaran la alegría que ella sentía en ese momento.

—Deseo traer la alegría y los colores de vuelta a Fantasilandia y a Luminaria —declaró con firmeza.

El espejo brilló intensamente y, con un gesto, le entregó el Espejo de la Verdad.

—Tu deseo es puro y generoso, y así, el Espejo es tuyo —dijo la voz.

Fiona sonrió, sintiéndose cada vez más fuerte y decidida. Quedaba un último artefacto por encontrar: el Cristal del Coraje, que se encontraba en la Montaña Susurrante. Según la leyenda, solo aquellos con un corazón valiente podrían escalar la montaña y llegar a la cima.

El viaje hacia la montaña fue arduo. Sin embargo, la Princesa Fiona y Lúcio continuaron avanzando, ayudándose mutuamente a superar los obstáculos. Finalmente, llegaron a la cima, donde un brillante cristal reposaba sobre un pedestal. El aire estaba impregnado de una energía especial, y Fiona se dio cuenta de que su viaje la había fortalecido.

Cuando se acercó al cristal, una voz resonó en el aire, más profunda y poderosa que la anterior:

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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