Cuentos de Fantasía

Luna Perdida en el Abismo del Universo

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores de mil colores, vivía una niña llamada Lua. Ella era una niña curiosa, siempre buscando aventuras y emociones en cada rincón de su mundo. Sus ojos brillaban como estrellas cuando soñaba con lugares lejanos y misteriosos. A veces, Lua se sentaba en su pequeño jardín, donde las mariposas danzaban alrededor de las flores, y se imaginaba viajando por el cielo, explorando los secretos del universo.

Un día, mientras Lua jugaba con su mejor amiga, Maqi, una hada diminuta con alas brillantes que destellaban como diamantes, decidieron que era el momento perfecto para un nuevo viaje. Maqi voló alrededor de Lua, riendo con su voz melodiosa. «¿Qué tal si buscamos la Luna en el fondo del abismo del universo?», sugirió Maqi, mientras revoloteaba en círculo. Lua, emocionada, asintió con fuerza. «¡Sí! ¡Eso suena increíble! Pero… ¿Cómo llegaremos hasta allí?».

Justo en ese momento, un suave susurro llegó a sus oídos. Era Mar, el sabio árbol que crecía en el centro del pueblo. Sus ramas eran tan grandes que parecían tocar el cielo, y sus hojas susurraban secretos antiguos. «Queridas Lua y Maqi», dijo Mar con una voz profunda y amable, «la Luna está más cerca de lo que creen. Solo necesitan un corazón valiente y un poco de imaginación para alcanzar el abismo del universo».

Lua miró a Maqi y sonrió. «Vamos, Maqi, sigamos los consejos de Mar». Maqi asintió y juntas comenzaron a buscar una forma de llegar a la Luna. Se adentraron en el bosque encantado, donde los árboles parecían hablar y las flores podían cantar. Cada paso que daban era una nueva aventura, y el aire estaba lleno de magia.

De repente, se encontraron con un camino iluminado por destellos de luz. Maqi voló hacia adelante para investigar y vio una puerta pequeña, cuyas bisagras estaban cubiertas de polvo. «¡Mira, Lua! ¡Una puerta mágica!», exclamó Maqi. Lua se acercó, llena de curiosidad. La puerta estaba adornada con estrellas y lunas doradas, y parecía invitarles a entrar.

Juntas empujaron la puerta y, con un crujido, se abrió revelando un túnel brillante que descendía hacia lo desconocido. Sin dudarlo, se tomaron de la mano y entraron en el túnel. Mientras descendían, el aire se llenó de suaves melodías y luces danzantes. Lua sentía que su corazón latía con fuerza debido a la emoción.

Tras un corto trayecto, llegaron a un lugar mágico. Era un hermoso jardín estrellado donde las flores brillaban como estrellas y las luciérnagas iluminaban el camino. En el centro del jardín había un enorme pececito dorado: era el Rey de los Océanos. «Bienvenidas, Lua y Maqi», dijo el pez con voz melodiosa. «He estado esperando su llegada. Ustedes están a punto de emprender una aventura increíble. Para llegar a la Luna, deben resolver tres acertijos que guardan las estrellas».

Lua, emocionada, miró a Maqi. «Podemos hacerlo, ¿verdad?». Maqi asintió con determinación. «¡Sí! Siempre hemos sido un gran equipo». El pez dorado sonrió y dijo: «El primer acertijo es este: Soy ligero como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?».

Lua pensó un momento y dijo: «¡El aliento!». «Correcto», respondió el pez. «Ahora, el segundo acertijo: En la noche brillan, en el día se ocultan. ¿Quiénes son?».

Maqi sonrió y exclamó: «¡Las estrellas!». «Muy bien», dijo el pez con una sonrisa. «Ahora, el último acertijo: Cuanto más le quitas, más grande se hace. ¿Qué es?».

Lua se rasca la cabeza como si estuviera concentrada. Miró a su alrededor y luego dijo: «¡Un agujero!». El pez dorado aplaudió con alegría. «Han superado los tres acertijos. Ahora, pueden emprender su viaje hacia la Luna. ¡Buena suerte, valientes!».

Las dos amigas estaban más emocionadas que nunca. El pez dorado las guió hacia un río que brillaba como la plata. «Naveguen en esta barca mágica». Cuando Lua y Maqi entraron en la barca, esta comenzó a moverse por su cuenta. El agua chisporroteaba y el cielo se iluminaba con colores vibrantes.

Mientras avanzaban por el río, las estrellas comenzaron a asomarse y las nubes danzaban a su alrededor. Era un espectáculo hermoso y surrealista. Lua preguntó: «¿Cómo sabremos que estamos cerca de la Luna?». Maqi, observando atentamente, respondió: «Tal vez las estrellas nos indiquen el camino».

De repente, una estrella fugaz cruzó el cielo, dejando una estela brillante. Lua cerró los ojos y pidió un deseo: «Quiero encontrar la Luna». La barca siguió flotando y, después de un rato, llegaron a un lugar donde el agua se volvía cada vez más brillante. Allí, la barca se detuvo frente a un jardín estelar, donde las plantas y flores tenían colores que nunca habían visto antes.

Al salir de la barca, Lua y Maqi sintieron un aire fresco y dulce. Se encontraron ante una puerta de cristal que brillaba con una luz suave. Tímidamente, empujaron la puerta y entraron. Dentro, se encontraron con un magnífico palacio de luna, hecho de plata y azul. En el centro, en un trono reluciente, se encontraba la Luna misma. Era hermosa, con un rostro amable y ojos como el agua del mar.

«Bienvenidas, queridas criaturas», dijo la Luna con voz suave. «He estado observando su viaje y admiro su valentía. ¿Qué les trae a mi reino?». Lua, emocionada, respondió: «Vinimos a conocerte, Luna. Queríamos ver cómo es la vida en el abismo del universo».

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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