En el rincón más secreto del mundo, oculto entre colinas susurrantes y ríos que cantaban melodías antiguas, se encontraba el Valle de las Luces, un lugar tan mágico que solo las estrellas conocían su verdadero nombre. En este valle, bajo el resguardo de árboles sabios y flores que dormían de día y despertaban de noche, vivían tres niñas: Meilianys, Mia y Nay.
Criadas por la naturaleza, las tres amigas habían crecido escuchando las historias del viento y aprendiendo los secretos que solo los pájaros y los zorros conocen. Sin embargo, por más que el valle les ofrecía un hogar lleno de maravillas, un deseo compartido comenzó a crecer en sus corazones: descubrir qué había más allá de los límites que siempre habían conocido.
Una mañana, cuando el cielo aún teñía de rosa el amanecer, Meilianys encontró un mapa antiguo en el tronco de un árbol centenario. El mapa, hecho de una corteza que parecía brillar con luz propia, mostraba un camino que se extendía más allá del valle, a través del Bosque Místico, hasta llegar a un lugar marcado simplemente como «El Más Allá».
«¿Qué creen que encontraremos allí?», preguntó Mia con una mezcla de emoción y nerviosismo.
«¡Aventuras, por supuesto!», exclamó Nay, con los ojos brillantes de curiosidad y valentía. «Y tal vez, respuestas a preguntas que ni siquiera hemos hecho aún.»
Con mochilas llenas de provisiones y corazones rebosantes de sueños, las tres amigas siguieron el mapa. El Bosque Místico las recibió con sus sombras acogedoras y sus susurros llenos de viejas historias. Árboles altos como castillos les mostraban el camino, mientras criaturas del bosque las observaban con ojos llenos de asombro y misterio.
Mientras avanzaban, los desafíos no se hicieron esperar. Un río revoltoso bloqueaba su camino, pero juntas construyeron una balsa con troncos caídos y lianas fuertes. Mientras cruzaban, un grupo de peces luminosos les guió a través de las corrientes, bailando alrededor de la balsa como si celebraran su valentía.
Al caer la noche, acamparon bajo un cielo estrellado que parecía contar su propia versión de la historia. Meilianys, quien tenía el don de entender el lenguaje de las estrellas, tradujo sus relatos. «Dicen que estamos cerca,» les aseguró a sus amigas, «y que lo que encontraremos cambiará todo lo que sabemos.»
Al tercer día, llegaron al final del bosque, donde los árboles se abrían para revelar un panorama sorprendente: un valle escondido, rebosante de colores que ninguna de ellas había visto antes. Flores que cambiaban de color al ritmo de la música del viento, cascadas que fluían con aguas de plata y un cielo que a veces se tornaba verde o violeta.
«Es más hermoso de lo que jamás imaginé,» susurró Mia, mientras una mariposa con alas de cristal se posaba en su mano.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.