Cuentos de Hadas

En un Cuadro Mágico

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado por las colinas verdes y los campos florecidos, vivía Teresita, una niña de muy joven con una imaginación que sobrepasaba las fronteras del cielo. Su cabello castaño y ojos brillantes eran el reflejo de su espíritu aventurero. Su madre, Teresa, compartía con ella no solo el parecido físico, sino también el amor por las historias de hadas. Por su parte, Inma, la abuela de Teresita, con su cabello rizado, era la guardiana de los cuentos antiguos y secretos del bosque que rodeaba su casa.

Una noche, como cada noche antes de dormir, Teresa comenzó a leerle a Teresita su cuento favorito: «Las Aventuras de Liriel, la Hada de los Bosques». Mientras la historia cobraba vida en la habitación decorada con luces tenues y sombras danzarinas, algo extraordinario sucedió. Con cada palabra que Teresa pronunciaba, las paredes de la habitación empezaron a desvanecerse y una luz mágica las envolvió. Teresita, emocionada, tomó la mano de su madre, y ambas fueron absorbidas por el libro, desapareciendo en un torbellino de colores y susurros de otro mundo.

Inma, al entrar a la habitación para dar las buenas noches, encontró la estancia vacía, iluminada solo por el resplandor del libro abierto sobre la cama. Sin dudarlo, la abuela, que conocía los antiguos ritos del pueblo y las leyendas que hablaban de portales en los cuentos, se acercó al libro. Con un suspiro de resolución y un murmullo de una antigua canción de cuna, siguió a su hija y nieta al corazón del cuento.

Dentro del libro, Teresa y Teresita se encontraron en un bosque encantado. Los árboles brillaban con luces de luciérnagas y los ríos murmuraban melodías olvidadas. Liriel, el hada del cuento, las recibió con una sonrisa y alas que reflejaban el crepúsculo.

—Bienvenidas a mi hogar —dijo Liriel—. Vuestra llegada ha sido esperada desde hace mucho tiempo. Hay una misión que solo con vuestra ayuda podrá ser cumplida.

Teresa, aunque asombrada, aceptó el desafío con valentía, sabiendo que cualquier aventura junto a su hija era una bendición. Juntas, siguieron a Liriel a través de un sendero escondido que las llevó a un claro donde un viejo roble se alzaba majestuoso.

—El Corazón del Bosque está en peligro —explicó Liriel mientras señalaba hacia el roble—. Una sombra oscura se cierne sobre él, amenazando con devorar toda la magia de este lugar.

De pronto, una figura sombría emergió de detrás del árbol. Era Morven, el hechicero olvidado, cuyo corazón se había vuelto oscuro por la soledad y el rencor.

—¡Ah, visitantes! —exclamó Morven con una voz que hacía temblar las hojas—. ¿Creéis que podéis salvar este bosque? Es mío por derecho, y pronto, su magia también lo será.

Teresa, con Teresita a su lado, se preparaba para responder, pero en ese momento, Inma emergió del mismo torbellino por el que habían pasado. Conocedora de los secretos de los cuentos, la abuela llevaba consigo un amuleto antiguo, capaz de purificar lo corrupto.

—Morven, hace tiempo que conoces el peso de tu dolor —dijo Inma, acercándose con cautela—. Pero la oscuridad no es el camino. Permítenos ayudarte a encontrar la luz.

El hechicero, confundido y cansado, dudó. La presencia de Inma, una mujer del mundo real que conocía la antigua magia, lo desconcertaba.

Mientras Inma dialogaba con Morven, Liriel guió a Teresa y Teresita a realizar un encantamiento con el amuleto. Colocándolo al pie del roble, las palabras de un antiguo hechizo comenzaron a fluir, y la sombra que rodeaba el árbol empezó a disiparse, revelando su verdadera forma: un espíritu del bosque que había sido corrompido.

—Gracias, valientes —susurró el espíritu, una vez libre—. Habéis devuelto la paz a este lugar.

Con el bosque salvado y la magia restaurada, Morven, viendo el error de sus caminos, decidió retirarse a un exilio autoimpuesto, buscando redención.

Finalmente, Liriel abrió un portal para que Teresa, Teresita e Inma pudieran regresar a su mundo. Antes de despedirse, les entregó un pequeño talismán, un recuerdo de su aventura y de la magia que siempre residiría dentro de ellas.

De vuelta en su hogar, abrazadas en la habitación iluminada solo por la luz de las estrellas, Teresita miró a su madre y a su abuela, sabiendo que, aunque fuera en cuentos o en la realidad, siempre tendrían aventuras por vivir.

Y así, con corazones llenos de nuevas historias y secretos compartidos, la magia de esa noche nunca se olvidaría, permaneciendo siempre en sus almas aventureras, un lazo inquebrantable entre generaciones que creían en lo maravilloso y lo imposible.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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