Emma siempre había sido una niña alegre y curiosa, y ese día no era la excepción. Estaba muy emocionada porque era su cumpleaños y, como todos los años, su primo Ian venía a celebrarlo con ella. Ian y Emma eran inseparables; se conocían desde pequeños y siempre compartían aventuras, desde explorar el bosque cercano hasta inventar historias de dragones y hadas. Este año, Emma sentía que algo especial iba a suceder, aunque no sabía muy bien qué.
La fiesta de cumpleaños de Emma fue un éxito. Había globos de colores, una gran tarta de chocolate y, por supuesto, muchos regalos. Pero, cuando Emma estuvo a punto de soplar las velas de su pastel, algo extraño ocurrió. Una brisa suave empezó a soplar por la ventana, y las velas comenzaron a brillar más intensamente, como si estuvieran celebrando por sí mismas. Emma miró a Ian, quien, sorprendido, no dejaba de mirarla con los ojos muy abiertos.
—¿Lo viste? —preguntó Emma, pero Ian no pudo responder. Estaba tan asombrado como ella.
De repente, una chispa de luz surgió de sus manos y comenzó a bailar en el aire, iluminando todo el cuarto con un resplandor mágico. Emma, asombrada, estiró la mano hacia la luz, y ésta se posó suavemente sobre sus dedos. Era como si la luz la conociera, como si siempre hubiera estado allí esperándola.
—¿Qué pasa, Emma? —preguntó Ian, tomando su mano.
Emma no podía creer lo que estaba sucediendo. Cuando intentó mover la mano, la luz también se movió, como si fuera una extensión de ella misma. Decidió concentrarse y, al hacerlo, un suave resplandor iluminó la habitación. Ian la miró asombrado, sin palabras, y Emma sintió una mezcla de emoción y confusión. ¿Qué significaba esto? ¿Por qué había sucedido justo en su cumpleaños?
—¡Creo que tengo magia! —exclamó Emma, dándose cuenta de lo que estaba pasando.
Ian, que siempre había sido un poco más escéptico que Emma, observó con atención.
—Eso es increíble —dijo—. ¡Tienes poderes mágicos!
Emma cerró los ojos y se concentró nuevamente. Esta vez, en lugar de solo luz, un pequeño remolino de viento comenzó a girar alrededor de ella. El viento no era frío ni cálido, sino suave y agradable, como un abrazo invisible que la rodeaba. Cuando abrió los ojos, vio que su vestido brillaba con destellos de colores.
—¡Esto es asombroso! —dijo Emma, girando sobre sí misma y viendo cómo la magia la envolvía. Se sentía ligera, como si pudiera volar.
Pero, como todo niño curioso, Emma tenía una pregunta en mente.
—¿Puedo controlar esto? —preguntó, mirando a Ian.
Ian, que ya había dejado de estar sorprendido, asintió con entusiasmo.
—¡Vamos a descubrirlo! ¿Qué tal si vamos a probar tu magia en el bosque? Siempre hemos querido saber si hay algo mágico allí.
Emma no lo pensó dos veces. Juntos, decidieron salir al bosque cercano, donde muchas veces habían jugado y explorado. En el camino, Emma comenzó a practicar lo que acababa de descubrir. Con un movimiento de la mano, pequeñas chispas de luz comenzaron a caer a su alrededor, iluminando el sendero. Ian estaba tan fascinado que no dejaba de aplaudir.
Al llegar al bosque, las cosas se volvieron aún más emocionantes. Emma probó con más fuerza, y de repente, las hojas de los árboles comenzaron a moverse sin viento. Luego, el agua de un arroyo cercano comenzó a brillar con un resplandor plateado, como si el mismo río estuviera vivo.
—¡Emma, esto es increíble! —dijo Ian, mirando cómo el agua danzaba en el arroyo, movida por la magia de su prima.
Pero mientras jugaban, algo extraño comenzó a suceder. Un viento fuerte, que no parecía venir de ningún lugar, comenzó a soplar a través del bosque. Las ramas de los árboles se sacudían, y una extraña niebla cubrió el suelo. Emma, aunque un poco asustada, miró a Ian.
—¿Qué está pasando? —preguntó, mientras el viento a su alrededor aumentaba.
De repente, del fondo del bosque, apareció una figura. Era una figura transparente, brillante, como una sombra hecha de luz, y se acercó a ellos. Aunque parecía amigable, la figura tenía una mirada seria.
—Emma —dijo la figura con una voz suave—. Has despertado una magia antigua. Pero recuerda, con gran poder viene una gran responsabilidad. No solo puedes usar la magia para divertirte, sino que también debes proteger el equilibrio de la naturaleza.
Emma miró a la figura, ahora entendiendo la seriedad de sus palabras. No solo tenía magia, sino que ahora debía aprender a usarla correctamente.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Emma, sintiendo el peso de sus palabras.
La figura sonrió, dándole un toque en la cabeza.
—Ve al corazón del bosque. Allí aprenderás a controlar tus poderes y a comprender cómo equilibrar la magia con el mundo que te rodea.
Con una última mirada, la figura desapareció, y la niebla se disipó. Emma y Ian, aunque sorprendidos, sabían que su aventura recién comenzaba. Juntos, caminaron hacia el corazón del bosque, donde Emma aprendería a ser no solo una niña con poderes mágicos, sino una protectora de la naturaleza y la magia que la rodeaba.
Este cuento enseña que el poder y la magia no solo deben usarse para divertirse, sino también con responsabilidad y respeto hacia lo que nos rodea. Emma, con la ayuda de Ian y su magia, aprenderá que ser valiente y proteger el equilibrio de la naturaleza es una gran responsabilidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.